Igualdad de género

Cuando emprender empodera

Luchar contra los techos de cristal, la realización personal y la independencia son los factores que mueven a las mujeres a poner en marcha su propio negocio

Valentina Ciardulli, de Moñetes

Valentina Ciardulli, de Moñetes / Juani Ruz

Miguel Vilaplana

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¿Cuáles son los factores que mueven a las mujeres a emprender y adentrarse en un mundo en el que los hombres siguen siendo mayoría? Las respuestas son múltiples y variadas, pero hay algunas claves que son bastante comunes y que tienen mucho que ver con su deseo de empoderarse en una sociedad que sigue siendo patriarcal. Cuestiones como luchar contra los techos de cristal, buscar la independencia económica o, lógicamente, realizarse a nivel profesional, aparecen entre los primeros puestos de la lista. Para ilustrar esta realidad, Activos ha querido profundizar en las experiencias de cinco mujeres empresarias que, desde sectores muy diferenciados, están iniciando ahora su aventura o ya cuentan con negocios plenamente consolidados y con un futuro más que prometedor. Y todo ello en un contexto tan complicado como el actual, en el que la pandemia de coronavirus dificulta la actividad empresarial y acentúa las barreras a las que se enfrentan.

Valentina Ciardulli es una napolitana de 41 años que, después de cursar la carrera de Sociología, trabajó en una productora televisiva de Milán. Fue antes de que en 2011 se marchara a vivir a Londres, donde se adentró en la que se convertiría en su gran pasión, dando clases de cocina. Cuatro años después volvería a cambiar de país con su traslado a Madrid, donde empezó a trabajar como chef en un restaurante. "Me impliqué mucho, aportando mucha creatividad y fidelizando a los clientes", recuerda, pese a lo cual, "sentía una frustración muy grande, porque mi compañero de sala cobraba más que yo haciendo lo mismo, lo cual no veía justo". Con todo, problemas relacionados con la licencia del local propiciaron que en mayo de 2019 acabase cerrando, y que Valentina tuviese que enfrentarse a la decisión de qué hacer con su futuro. En ese contexto, surgió la oportunidad de montar un restaurante propio en el Mercado Antón Martín, en la misma capital, "y decidí invertir lo que iba a recibir del paro en ponerlo en marcha". 

Con el nombre de Moñetes, el establecimiento está especializado en bocadillos artesanos con la forma de unos brioches que en Italia se rellenan de helado. Sin embargo, cuando la cosa empezaba a despegar, llegó la pandemia y se vio obligada a cerrar transitoriamente por el estado de alarma. "Fue un palo muy duro -señala- del que pensé que no me iba a recuperar. Pero, en medio de todas las restricciones, decidí seguir adelante haciendo también vídeos de cocina por las redes sociales y montando una agencia de comunicación para darme visibilidad". Asegura que tuvo muchas dudas a la hora de montar el negocio, "porque las mujeres emprendemos con la mentalidad de los hombres, cuando tenemos otra forma de ser y sensibilidades diferentes. Además, a veces te sientes culpable, porque es algo que no nos han enseñado a hacer y en ocasiones piensas que no lo deberías haber hecho. Pero estoy muy contenta de haber dado este paso".

Marcella Payá, de Lulutbags

Marcella Payá, de Lulutbags / Juani Ruz

Marcella Payá, de 42 años, estudió Bellas Artes en la Politécnica de València, antes de formarse en Escenografía en el Institut del Teatre de Barcelona. Esto le permitió trabajar en talleres de decorados y telonería para diferentes teatros, antes de adentrarse en la ambientación de vestuario en el cine. Trabajó en películas como El Perfume, The Promise o Exodus, dirigida por Ridley Scott, y también con la figurinista de Matrix en El destino de Júpiter. Y ahí estaba, en esa profesión, cuando también llegó el covid y todo quedó paralizado. Así que, lejos de quedarse bloqueada, decidió regresar a su pueblo natal, el municipio alicantino de Muro, para montar un innovador taller de bolsos confeccionados a base de neumáticos de coches. "Antes de meterme en el cine, ya hice mis pinitos haciendo bolsos para amigos y conocidos, hasta el punto que llegué a registrar la marca Lulutbags, con la que sigo trabajando". Y el negocio, todavía modesto, está funcionando bien, "porque se combina el diseño con los conceptos de sostenibilidad y economía circular, tan necesario y de moda en estos momentos".

Pero no ha sido fácil, puesto que "pese a que los costes no son elevados, las ayudas a las mujeres emprendedoras y los microcréditos son insuficientes. Emprender no sale gratis". Señala que no ha tenido dificultades añadidas por ser mujer, "pero sí el ansia de demostrar que podemos estar al frente de un negocio y también mi deseo de continuar siendo independiente. Además, le envío dinero a mi marido, que vive en Madagascar como instructor de katsurf y ahora no tiene ingresos porque, debido al coronavirus, el turismo prácticamente ha desaparecido".

Ana Puertas creó la empresa Disabled Park

Ana Puertas creó la empresa Disabled Park / Juani Ruz

Ana Puertas es de Elche y tiene 32 años. Fue en 2012 cuando decidió emprender junto a otros dos socios y poner en marcha la empresa social Disabled Park, a raíz de su propia experiencia personal como persona de movilidad reducida y usuaria de silla de ruedas. "Recuerdo -indica- que teníamos que acudir a un evento y no había manera de encontrar aparcamiento. Al final entramos en un parking que no tenía ascensor, por lo que hubo que parar la circulación y salir del mismo con la silla de ruedas por las rampas".

Así que la empresa lo que ha hecho es desarrollar una app que geolocaliza plazas de aparcamiento para personas con movilidad reducida. La aplicación se va alimentando de las fotos de plazas que remiten usuarios allá por donde van, hasta el punto que el sistema ya cuenta con 20.000 clientes y 35.000 aparcamientos de distintos países.

Ana cursó junto a sus socios ADE y Derecho, por lo que tuvieron que contratar la parte tecnológica. Con todo, recuerda, lo más complicado fue la obtención de recursos, "algo que conseguimos a base de presentarnos a diferentes concursos". Actualmente, teniendo en cuenta que se trata de un proyecto social, la financiación se obtiene a partir de empresas que apadrinan las plazas, "y no es fácil encontrar colaboradores". También han notado la pandemia, desde la perspectiva que "nos pasamos los meses de confinamiento sin recibir localizaciones de nuevas plazas". Afirma que no ha tenido dificultades añadidas por ser mujer, "pero sí puedo servir de ejemplo a otras mujeres para que vean que pueden emprender".

Andrea Barber está al frente de RatedPower

Andrea Barber está al frente de RatedPower / Juani Ruz

La madrileña Andrea Barber, de 35 años, está al frente de RatedPower, una empresa tecnológica fundada en 2017 que ofrece soluciones de software en el sector de las energías renovables. Su principal logro es el pvDesign, una aplicación informática para el estudio, dimensionamiento, optimización e ingeniería de plantas solares fotovoltaicas a gran escala, que ya ha ayudado a la construcción de 288 proyectos y a proporcionar energía a 9 millones de hogares de todo el mundo. El software, en concreto, se ha usado en más de 130 países .

"Desde bastante temprano -señala- tuve la inquietud de emprender, me gusta mucho la innovación y crear cosas, aprender y buscar nuevos retos. Nunca me planteé que por ser mujer fuese a tener más o menos problemas que mis socios. Lo que he echado de menos es conocer más referentes femeninos en emprendimiento a la hora de comenzar. Por ello en 2018 inicié otro proyecto junto a dos amigas, el podcat Vostok 6, para dar visibilidad a mujeres que están rompiendo barreras en diferentes disciplinas".

Andrea destaca que cuesta mucho poner en marcha una empresa, "en nuestro caso porque nos enfrentamos al reto de conseguir que los equipos de ingeniería de grandes empresas cambien su modo de trabajo, pero empezamos siendo tres y ahora formamos un equipo de más de 30 personas. Por otro lado, 2020 ha sido un año complicado por el covid en el que nos hemos tenido que reinventar, pero nuestra facturación ha crecido un 103%".

Sara Werner, de Cocunat

Sara Werner, de Cocunat / Juani Ruz

Sara Werner es una aragonesa de 43 años que tiene su corazón en Barcelona, donde desde 2013 funciona su empresa Cocunat, dedicada a la cosmética sin productos tóxicos. "Empezamos comercializando productos de terceros, hasta que en 2017 decidimos desarrollar una crema corporal propia. La respuesta fue tan fantástica que desde entonces solo trabajamos con nuestros artículos, vendiendo en todo el mundo". No se puede decir que a Cocunat le haya afectado la pandemia, sino más bien todo lo contrario. "Hemos pasado de facturar 4 millones de euros en 2019 a 32 el año pasado. Nos benefició que en las redes sociales hubiese menos anunciantes, con lo que bajó el coste de adquisición de nuevos clientes y pudimos incrementamos nuestra expansión internacional". 

Sara, con tres hijos, dice que la conciliación familiar es un elemento transversal en esta empresa de 60 trabajadores, donde los horarios son totalmente flexibles. Destaca que la financiación «es un mundo de hombres», y que cuando acudía a exponer el proyecto «se dirigían a mi socio en lugar de a mí». También subraya que lo que la animó a emprender fue la imposibilidad de romper el techo de cristal en su anterior empresa. "Una vez me dijeron que no podía ascender de cargo porque sonreía mucho. Pues ellos se lo perdieron, porque ahora mi empresa factura más que la suya".

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Gemma Martínez da voz a los protagonistas de la nueva economía, que se atreven a decir cosas diferentes.

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Varias de estas mujeres figuran en el portal Yo, jefa, donde figuran 55 casos de emprendedoras de éxito. Todas ellas tienen claro que la diversificación y la digitalización son claves para progresar y superar momentos difíciles como el actual.

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