entrevista al fundador de Manfred

David Bonilla: "El salario emocional es importante, si alguien te dice que no, es imbécil o un mentiroso"

A través de Manfred, David Bonilla quiere tratar de cambiar el contexto en el que se manejan muchas empresas en recursos humanos, porque considera que no se puede aplicar al entorno profesional de las TIC. “Hay un gran potencial de mejora", afirma Bonilla, para quien la clave es poner en el medio al candidato, ya que en el sector de las TIC "hoy en día es el recurso más escaso”.

El fundador de Manfred considera que la clave es poner en el medio al candidato, ya que "en nuestro sector hoy en día es el recurso más escaso".

David Bonilla

David Bonilla / economia

María Refojos

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A David Bonilla le van los retos. Sin ser escritor o periodista de formación se lanzó a elaborar y distribuir semanalmente una newsletter de tecnología, la Bonilista, que a día de hoy reúne a 11.000 suscriptores. Sin ser un profesional de la organización de eventos, acaba de celebrar la cuarta edición de la Tarugoconf, una conferencia de tecnología y negocio para 700 personas capaz de hacer sold out de entradas a 150 euros en 48 horassold out

Sin tener bagaje empresarial montó Otogami, una startup que acabó vendiendo por 1 euro. Tras este primer intento emprendedor fallido, y sin experiencia en el área de recursos humanos, ha puesto en marcha Manfred, una startup de recruiting especializada en perfiles tecnológicos y digitales. 

En Manfred quiere concentrar y sacar rendimiento a todo el conocimiento acumulado, en tan diversas áreas, para tratar de cambiar el contexto en el que se manejan muchas empresas en recursos humanos, ya que no se puede aplicar al entorno profesional de las TIC. “Hay un gran potencial de mejora", afirma Bonilla, para quien la clave es poner en el medio al trabajador y orientarse al “punto de vista del candidato, que en nuestro sector hoy en día es el recurso más escaso”.

Eres programador de formación, pero te mueves con soltura en el terreno del emprendimiento. ¿Qué te lleva a sacar adelante Manfred, una empresa de recruiting, tras la aventura agridulce de Otogami?

Fue una combinación de elementos. Vi que algo estaba pasando con la newsletter, empecé a admitir patrocinios porque me lo pedían las empresas. Y cada vez tenía más reservas: a cuatro, cinco o seis meses vista. 

¿El patrocinio de tu newsletter está siempre destinado a empleo? 

No, pero casi siempre lo piden para empleo. Llegó un momento que no quise subir más el precio del patrocinio y fue cuando empecé Manfred, que nació como un canal de Telegram donde quería publicar cinco ofertas todos los días. Pero me di cuenta de que esto no aportaba el valor que yo estaba buscando, que realmente había que hacer algo diferente en el mundo del recruiting. Y fue cuando pegué el salto. 

Tenía claro que quería hacerlo yo, con fondos propios y no con capital riesgo, precisamente porque lo de Otogami no salió bien. Y tenía muy claro que iba a hacerlo primero como servicio, para intentar entender lo que estaba pasando, dónde estaba el pain, y a partir de ahí construir. 

El planteamiento fue crear una plataforma de reclutamiento de perfiles técnicos y digitales que aporte valor a todas las partes implicadas. ¿Esto cómo se lleva a la práctica? 

En el mundo del recruiting, mucho del negocio que hay está basado en ser ‘el hombre en el medio’: tapar a unos y a otros e impedir que se conecten. Hay muchas ofertas que te dicen “empresa líder en el sector”, pero no te indican para qué empresa final es el puesto. Esa opacidad es el modelo de negocio de muchas compañías. Nosotros lo que hicimos fue negarnos a ser opacos.

Además, en el recruiting se suele trabajar al éxito: no cobras si no encuentras a una persona y la contratan. A cambio hay comisiones altas, del 20% o 30%. Fuera de España se llega al 40%. Además, la mayoría de recruiters trabaja sin exclusividad. ¿Qué implica? Que no se paga calidad, sino rapidez, porque compiten entre sí en un mismo proceso de selección. Es una carrera de ratas, un modelo roto. Nosotros pedimos exclusividad: “Dame solo un mes, pero solo con nosotros”. Y este mínimo espacio temporal para hacer las cosas bien y buscar a la gente adecuada lo cambia todo. 

Esto del lado de la empresa. ¿Cuál es el valor que aporta a los candidatos?

Básicamente lo que hemos hecho es ponernos en el punto de vista del candidato, que en nuestro sector hoy en día es el recurso más escaso, en vez de centrarnos en la oferta, que es lo que vimos que hacía todo el mundo. Siguen en un paradigma por el que el recurso escaso es el puesto de trabajo. Esto puede pasar en otros sectores, pero en informática no. En informática el recurso escaso es el talento, el candidato, por lo que lo ponemos en el medio.

Al cliente le voy a dar calidad y al candidato le voy a dar transparencia: qué empresa es, cuánto va a ganar… Intentamos hacer el matching entre los motivos por los que existe una empresa y las motivaciones vitales del trabajador.

Y por esto mismo se están pagando salarios muy elevados. ¿Crees que son sostenibles las remuneraciones que se ofrecen actualmente en el sector?

Creo que llegará la recesión y afectará a todos los sectores, pero probablemente al que menos será a informática. Para empezar, porque el software se está comiendo el mundo. Cualquier coche moderno tiene más líneas de código que Facebook, Twitter, Google y Amazon juntos. Esto es una prueba del nivel de complejidad que estamos alcanzando: todo el mundo necesita software. ¿Hay manos hoy por hoy para fabricar ese software? No. ¿Y va a cambiar con la recesión? No.

Por otro lado, afortunadamente en España cada vez hay más compañías de producto, donde la facturación por empleado está disparada. El producto es escalable: llega un momento que con el mismo número de trabajadores atiendes a 1.000 clientes, 1 millón o 10 millones, como pueden ser casos como el de Google o Facebook. Y si facturo 1 millón por cada empleado, puedo pagar 200.000 dólares, 300.000 o incluso 500.000 dólares y seguir ganando. 

Otro caso distinto es el de las compañías de servicios informáticos, que sufren lo que llamo el ‘sandwich de la muerte’. Están presionadas por los trabajadores, que empujan hacia arriba los sueldos, y por los precios que te dejan asumir tus clientes. En este sentido, los programadores tienen una falsa convicción de que no les quieren pagar buenos salarios. Están equivocados, las compañías de servicios estarían encantadas de pagar salarios de hasta 100.000 euros por un programador, el problema es que luego no se lo pueden repercutir al cliente. 

Y, además del dinero, ¿qué peso tienen el salario emocional

Mi opinión, basada en mi experiencia: a nivel de cierto nivel de sueldo, claro que el salario emocional es importante. Por supuesto que hay gente que prefiere estar a 5 minutos del cole de sus niños o de su casa que ganar 10.000 euros más. Si alguien te dice que no es verdad, es imbécil o un mentiroso.

Lo que pasa es que el salario emocional no importa cuando el salario real, en dinero, no llega. Pero somos de los pocos sectores privilegiados que pueden llegar a tener esta circunstancia de que todas tus necesidades vitales están cubiertas: el cole de los niños, la comida, ahorrar, la casa… Si realmente lo único que importase fuera el salario, todo el mundo estaría en Alemania, por ejemplo. 

A la hora de movilizar a la gente joven hacia un sector con futuro laboral, un centro de formación de reciente creación que nos planteaba

Tenemos un problema poblacional: cada vez hay menos gente joven. Y si cada vez nace menos gente, ¿cómo va a ir más gente a la universidad? Son matemáticas. La realidad es muy obstinada. Por otro lado, si bien es cierto que la universidad enseña cosas que no siempre tienen aplicación práctica, también es cierto que la universidad no es para todos. Y yo no creo que la formación esté mal, creo que es imposible que la universidad vaya al dia de la realidad informática, que va a un ritmo que en 6 meses todo se queda desfasado. Lo que tenemos que tener en cuenta es que más opciones hay.

Bootcamps, por ejemplo. 

Sí, que en tres o cuatro meses te ponen a trabajar. ¿En tres o cuatro meses aprendes a programar? No, aprendes a saber por dónde sopla el aire, a formarte por ti mismo. Están haciendo una labor ímproba, pero hay gente que se va a estrellar y gente que va a salir adelante. 

¿Qué es lo que más demandan las empresas a Manfred? 

Lenguajes de propósito general: Java o .Net, por ejemplo. Hoy por hoy el lenguaje más demandado, no solo a Manfred sino en general, es Java. 

Y para alguien que quiera encontrar trabajo en programación/desarrollo, ¿qué le recomendarías que estudiase?

Si estás buscando la forma de entrar en el sector, primero aprende a programar; aprende los fundamentos… Programar es pura lógica: resolver puzzles con código. Aprende eso y a partir de ahí, investiga, trabaja, haz tus propios proyectos…

¿Crees que ayudaría a animar a la gente a entrar en el sector que hubiera más referentes?

Sí, y desde el colegio, desde muy pequeñitos. Es muy importante tener referentes para los niños. Referentes femeninos para incluir a un 50% de la población que hasta ahora está infrarrepresentado en el sector. Y también masculinos. Que vean que es programar, cómo es programar, que es divertido, que te puedes ganar la vida… Eso ayudaría mucho. Yo voy al cole de mis hijos y doy charlas, les enseño. Desde luego, es algo que hay que hacer, hay que meter la programación desde ya en las escuelas. 

Tienes cerca de 11.000 suscriptores en la Bonilista y acabas de firmar un acuerdo con un diario gallego para publicar la newsletter. ¿Es importante divulgar? 

Sí, para mí es importantísimo. Mi objetivo con la Bonilista es escribir para que mi madre lo entienda. De ahí, el salto a la prensa fue muy natural porque creo que es una verdadera labor para mi comunidad y para el país explicar las oportunidades que brinda la tecnología. Hablamos de la España vacía y hay que saber que con tecnología podemos trabajar desde Cuenca o Salamanca. y como eso miles de cosas. Somos muy buenos: los ingenieros en España tienen un nivel brutal y a poco que la sociedad promoviera eso, de verdad podríamos cambiar las cosas. 

Este año con la Tarugoconf habéis aumentado el aforo exponencialmente, desde las 150 de los años anteriores. Y vendisteis todo en dos días. Una vez tocado este techo, ¿cuáles son los siguientes pasos?

De momento, estabilizarnos tres o cuatro años en 700 personas. Nosotros no organizamos eventos, no somos profesionales; no hacemos esto por dinero ni por marca personal, lo hacemos porque nos gusta y para la gente. Creemos que hemos aprendido a cómo hacer un evento para 700 personas, ahora hay que mejorarlo. Queremos hacer lo mismo, pero mejor.

Además de Tarugoconf, en España se celebran eventos como Codemotion, T3chFest, WeCode, Commit, etc. Otros organizados por las propias empresas o las comunidades, hackatones, meetups, afterworks... ¿Es un boom o siempre ha sido así? ¿Es tan activo el gremio techie

Hay una tormenta perfecta. Cuando empezó el mundo de los ordenadores, era algo muy de nicho. Muy pocos tenían ordenador. La mayoría de lecciones las aprendíamos de amigos, había ambiente de colaboración. A eso súmale la cultura open source, de compartir conocimiento, de transparencia. Y hay una tercera pata: una burbuja que no tiene que ver con otros sectores. No hay nada de paro y eso permite cosas que no puedes pensar en otras profesiones: me voy a un evento y la empresa me lo paga. Y si no me lo paga, al menos no me lo tiene en cuenta a la hora de computar mis vacaciones. 

Sí tenemos más eventos que cualquier otra comunidad o profesión, está muy en nuestro ADN. Lo utilizamos para socializar y aprender. El estereotipo del programador un poco aislado… Pues es eso, un estereotipo. 

Emprender, tener hijos, organizar un evento multitudinario, escribir un libro… ¿Qué te queda por hacer? 

Me gustaría escribir un libro de verdad, porque lo que he publicado es una recopilación de La Bonilista. Me gustaría hacer un videojuego… Me gustaría hacer muchas cosas. A corto plazo, seguir en el mundo del recruiting, hay un gran espacio de mejora. ¿Más retos? Pasármelo bien y seguir haciendo cosas. ¿Mi límite? Que sean sostenibles.