CIENCIA CIUDADANA

Los malos olores también pueden ser un negocio

Una española lidera un programa europeo pionero en identificar estos efluvios y reducir su impacto. La contaminación por olores es un problema real que causa el 30% de las quejas medioambientales a nivel global

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Ana García Moreno

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El olor es una mezcla de compuestos volátiles que engloban muchas dimensiones diferentes. Esto hace que su medición sea muy complicada y, por extensión, también su legislación.

Sin embargo, la exposición a malos olores puede provocar dolor de cabeza, falta de concentración, sueño e, incluso, ansiedad o estrés. A nivel medioambiental, estos compuestos también pueden indicar, en muchas ocasiones, problemas medioambientales más graves como un vertido ilegal, el mal funcionamiento de alguna industria o problemas de saneamiento público.

Precisamente, para identificar este tipo de olores y poner medidas que permitan regularlos y reducir su impacto surgió el proyecto europeo D-Nosesun programa pionero que lidera desde Barcelona una española. Se trata de Rosa Arias, una ingeniera química que trabaja en el área de la contaminación por olores.

Mapas colaborativos

Todo comenzó a raíz de la creación de la app Odour Collect, una herramienta que permite crear mapas colaborativos de olores. De este modo, cuando accedes a la aplicación, ésta te geolocaliza y te permite poner observaciones sobre los olores que percibes y también ver lo que han dicho otros ciudadanos. Así, todos podemos ir mapeando de forma colaborativa zonas específicas con problemas de olor.

Con ello, Arias pretende demostrar que la contaminación por olores es un problema real. “De hecho, causa aproximadamente el 30% de las quejas medioambientales a nivel global”, cuenta esta emprendedora.

Sin embargo, esta problemática sigue estando bastante olvidada por la legislación. “La mayoría de países no tienen una legislación específica para controlar olores. Además, no hay un marco regulatorio común y estándar para acogerse y crear fácilmente una legislación”. Además, reducir las emisiones de olor “supone una alta inversión, y al no haber una ley, no hay obligación de hacerlo”.

Por eso, Arias defiende la importancia de que los ciudadanos puedan distinguir diferentes tipos de olor y reconocer sus fuentes, además de involucrar a las autoridades ambientales y a la industria para encontrar la forma de reducir el impacto.

Para conseguirlo, desde esta aplicación buscan aglutinar los datos que aporta la ciudadanía para crear con ellos metodologías sencillas que luego se puedan usar para legislar y poner límites a este tipo de contaminación. Por eso, desde el proyecto quieren involucrar a ciudadanía, industrias o actividades emisoras y autoridades.

Observatorio Internacional del Olor

La aplicación ha derivado en un proyecto europeo a mayor escala. “Quería llevar la idea de Odour Collect a lo grande. Me presenté a un programa europeo de investigación y tuvimos la suerte de ganarlo”, cuenta Arias. Se trata de un proyecto pionero con el que esta emprendedora está a punto de lanzar el Observatorio Internacional del Olor. Con él, busca mapear las industrias que emiten malos olores y conocer las zonas en las ya hay regulaciones ambientales sobre esto.

De forma adicional, están preparando materiales divulgativos como una especie de Wikipedia del olor, para que todo aquel que quiera informarse sobre este aspecto pueda hacerlo.

Detrás del programa hay 15 socios en 9 países diferentes. Y Rosa es la encargada de coordinarlo todo desde Barcelona.

Con el proyecto, que cuenta con un presupuesto de 3 millones de euros y que durará 3 años, se busca sacar conclusiones para ofrecer guías con estándares de referencia para los políticos que quieran hacer regulaciones o crear el Libro Verde de la Contaminación por Olor.

El siguiente objetivo de esta emprendedora en ciencia será lanzar su propia startup: Science for Change. Con ella, podrán ofrecer esta metodología pionera de manera privada para hacerla llegar a otras comunidades afectadas por olores u otros temas medioambientales parecidos.