Trabajadores híbridos

La pandemia acelera la nueva forma de trabajar: oficina flexibles en ciudades secundarias

La tendencia provocada por el coronavirus del traslado de los trabajadores a ciudades secundarias ha aumentado la demanda de sitios coworking

Una de las oficinas de IWG en paseo Recoletos de Madrid

Una de las oficinas de IWG en paseo Recoletos de Madrid / Activos

Marta Gracia

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El teletrabajo no se ha inventado con la pandemia, pero sí que ha hecho que se implante en muchos trabajos, incluso en los que parecía imposible. El confinamiento por el coronavirus encerró a millones de trabajadores entre las cuatro paredes de sus casas. En muchas ocasiones, hogares que no estaban preparados para el día a día de una oficina. Por ello, cada vez es más común ver espacios de coworking y oficinas flexibles por las calles de las ciudades. 

Y no solo eso. Estos espacios parecía que solo estaban en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Pero las ganas de los ciudadanos de irse a ciudades secundarias han hecho que la demanda de espacios coworking y oficinas flexibles haya aumentado con fuerza. El grupo británico IWG, gigante del coworking, lo sabe y por eso ya está presente en 14 ciudades españolas.

Philippe Jiménez, country manager de IWG en España y Portugal, explica que hay una tendencia “muy importante” hacia las afueras de las grandes ciudades y hacia ciudades medianas. “El talento no solo está en Madrid o Barcelona”, apunta con rotundidad. Y menos ahora con la pandemia y el éxodo hacia estas ciudades menos grandes, pero que también mueven la economía, aunque no sean la locomotora. “Los trabajadores no quieren estar siempre en sus casas, pero tampoco quieren trasladarse muy lejos y menos coger transporte público”, explica Jiménez. 

A pesar de este empujón provocado por la pandemia, Philippe Jiménez asegura que antes ya había un crecimiento exponencial del coworking y del trabajo flexible. “El covid no ha inventado nada”, puntualiza. Pero el country manager de IWG en España señala que todo es posible gracias a la tecnología, ya que hace 30 años hubiera sido “imposible”. Reconoce que algunos estaban reacios ante este cambio, pero “la tecnología lo ha permitido y el covid lo ha acelerado”

Además, destaca que la productividad no ha bajado, “en algunos casos incluso ha mejorado”. Por lo que la conclusión que saca Jiménez es que se puede trabajar con la tecnología adecuada, pero “muchas casas no están adaptadas” y este es el principal motivo de ese auge del coworking. 

El modelo híbrido

“Trabajar desde casa no va a desaparecer porque se ha demostrado que se puede hacer”, afirma Jiménez. Sin embargo, considera que no va a ser una opción a tiempo completo porque en los domicilios muchas veces se carece de espacio, de iluminación, hay distracciones... “y es caro”. Además, explica que trabajar todo el tiempo desde casa puede provocar estragos, porque “hay un aislamiento, soledad, y también una hiperconexión”.

Las empresas, tanto pymes como multinacionales, no saben cómo va a ser el futuro ni cuando van a poder utilizar todo el espacio que tienen disponible en sus oficinas. Por ello, desde IWG consideran que se va a apostar por los espacios flexibles. “Nos dirigimos hacia el espacio híbrido y trabajadores híbridos, son personas que trabajan tanto en casa como en la sede corporativa y en otra oficina que se encontraría a medio camino”, explica Philippe Jiménez. Además, a partir de ahora será un requisito de los empleados, saber dónde y cómo se trabaja en esa empresa. 

Tal y como matiza Jiménez ahora coinciden varias generaciones en un mismo espacio y es que los baby boomers prefieren tener un espacio, pero la generación millennial o los Z “no les va trabajar entre cuatro paredes, no van a trabajar como robots, sino con ellos”. 

Por ello, considera que los trabajadores irán a la sede corporativa para socializar para verse con sus compañeros, para aprender. “Trabajar desde casa es peligroso porque se pierde el sentimiento de pertenencia a un grupo”, asegura. Philippe Jiménez explica que lo bueno sería marcar unos días al mes o a la semana para que el equipo vaya a la oficina, otros para trabajar desde casa o desde otras oficinas. 

Primero fueron los autónomos, ahora todos

El mercado principal del coworking fue en un inicio los autónomos, las startups, pero luego ya se unieron las scaleups, las pymes y las multinacionales, que están “muy interesados y son usuarios muy importantes de este modelo de trabajo”. Los beneficios son menores costes, más ahorro, más productividad, más atracción del colectivo de las generaciones Z y millennials, productividad, eficiencia, flexibilidad…, tal y como explica Jiménez.

Lamenta que actualmente hay muchas empresas donde no hay nadie trabajando o solo un pequeño porcentaje, pero la empresa paga el 100% de las instalaciones, “y este es el problema: unos costes elevados para un uso negligente”. 

Para Philippe Jiménez otra de las ventajas del espacio de trabajo flexible es el ahorro en la huella de carbón de las ciudades ya que al trabajar cerca de casa y de forma flexible se usa menos los medios de transporte y por ende se contamina menos. “El carácter sostenible de este modelo de trabajo atrae mucho a los jóvenes y a las grandes empresas”, puntualiza.

IWG está en 14 ciudades españolas y su objetivo es crecer. Son 450 centros, y añade que una persona que utilice su servicio en París puede utilizarlos en el resto de la red que son 3.500 centros en 1.000 ciudades en 100 países