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Formas en las que la inteligencia emocional puede ayudar a tus finanzas

La gestión de nuestro presupuesto es una tarea que puede parecer muy compleja y en la que afectan los estados de ánimo. ¿Cuáles son las principales recomendaciones que podemos seguir para que la inteligencia emocional nos ayude?

La gestión de nuestro presupuesto es una tarea que puede parecer muy compleja y en la que afectan los estados de ánimo.

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Héctor Chamizo

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La gestión de nuestro presupuesto es una tarea que puede parecer muy compleja y en la que afectan los estados de ánimo. La inteligencia emocional es sumamente importante para el ahorro de largo plazo. ¿Cuáles son las principales recomendaciones que podemos seguir para que esta nos ayude? Joselyn Quintero, asesora financiera y especialista en neurofinanzas, proporciona sus claves.

Hasta ahora, las finanzas han estado muy enfocadas en complicarse y no en democratizarse. Se han ido por un camino rebuscado y elitista que da cabida solamente al coeficiente intelectual basado en el análisis numérico. No es sino hasta el 2002 que finalmente entendemos que somos “racionalmente limitados y que las decisiones de calidad provienen de la incorporación de las emociones”, concreta Quintero.

Gestionar mejor que reprimir

De este modo, lo primero que debemos saber es que las emociones han sido una especie de “hermano vergonzoso de la racionalidad”, afirma la experta. Aprendimos que ser formal o profesional es ser ausente de emocionalidad y, por eso, generamos el aprendizaje de reprimir las emociones, “en lugar de gestionarlas”, comenta.

Eso sí, la gestión implica en primer lugar, “reconocerlas y darles su lugar” antes de que se conviertan “en una bomba que estalle en el momento menos adecuado”, según afirma Quintero.

Es por ello que reconocer las emociones en el dinero “es fundamental”, concreta. En lo práctico, nos permite hacernos una pregunta clave “¿cómo me siento con el dinero en el día a día?”. Veremos que tenemos varias manifestaciones emocionales con el dinero y cada uno tiene su código personal: “Ansiedad/alegría el día de cobro, arrogancia/asco al pagarle al mesonero, indignación/rabia al pagar los impuestos, solo por comentar algunas”.

Esas emociones nos llevan a tomar decisiones que pueden impulsarnos o sabotearnos. El caso más típico y evidente es el pago de impuestos. Podemos pasar mil horas racionalizando acerca del uso que le da el Estado a la tributación, pero eso no va “a llevarte a ninguna parte”, más que a la “justificación de la evasión fiscal como recurso justiciero”, analiza Quintero. Por eso, el tema de fondo es que “tú pagas impuestos por ganancias” y, si quieres beneficios, debes “sentirte feliz de contribuir y crear una planificación fiscal desde la calma”, agrega.

Es la emoción, y no el acto, el que hay que comprender. Dos personas pueden pagar la misma cantidad de impuestos haciendo la misma actividad, pero una va a crecer porque sabe que es un resultado natural de algo positivo, mientras que la otra se va a estancar porque siente que le están robando. La emoción con la que asocias la experiencia es la que hace que “tú avances o te quedes paralizado”, analiza Quintero. Y, en las finanzas, el “movimiento es vida”, describe.

Estamos en un mundo donde creemos que todo es la mentalidad o mindset, pero Quintero cree que la emocionalidad juega “un papel más importante puesto que, desde las emociones, decidimos si invertir o gastar, endeudarnos o ahorrar, emprender o quedarnos en el empleo”. Puedes tener el plan perfecto, aunque no es lo mismo que dicha planificación esté sostenida “por unas manos temblorosas de miedo que por unas manos tranquilas, con confianza”, destaca.

Como evitar los impulsos emocionales por gastar

Cuando tenemos claro que lo que debemos atender es la emoción que impulsa la acción y que reprimirla nos lleva al estallido, entonces, ahora sí, “vamos a comprender qué sentimos y para qué lo sentimos”, argumenta Quintero.

En cuanto al ahorro a largo plazo, además del significado emocional que pueda tener, hay un sesgo cognitivo llamado descuento hiperbólico, explica la experta. El descuento hiperbólico es la incapacidad de poder ver los beneficios a largo plazo de la misma forma como vemos los de corto plazo, ya que las emociones no se experimentan a futuro, sino siempre “en tiempo presente”.

Esto hace que todo lo que sean horizontes temporales amplios se perciban como “poco prácticos”, no importantes e irrelevantes para nuestra vida en este momento.

Una manera inteligente de gestionar el descuento hiperbólico ante el ahorro a largo plazo, desde el punto de vista de Quintero, es “asociarlo con algo inmediato que lo represente, que nos permita sentir que avanzamos”.

Podemos sumarnos a un club de ahorro donde se puedan celebrar los avances o crear nuestro propio sistema de mini-premios cuando tomamos esa acción que representa el largo plazo. Durante algún tiempo, los bancos regalaban sartenes y utensilios de cocina a las personas por abrir sus cuentas de ahorro pero, definitivamente, eso es algo que “alimenta el impulso del consumo”, y no el “compromiso de ahorrar”. Ahorrar es una relación que construyes “con tu yo futuro”.

En conclusión, atendernos emocionalmente es el primer paso para “tener una buena gestión financiera” y evitar que una supervivencia ficticia nos lleve a “poner impulsivamente el dinero donde nuestra angustia encuentre alivio temporal”.