EL AHORRO DEPENDE DE LA CULTURA, LAS FAMILIAS...

Test: ¿Qué tipo de ahorrador eres? Así puedes saberlo

Ser conservador con el dinero que tenemos, gastar demasiado, tener miedo o inseguridad… Estos conceptos pueden describir a la perfección el tipo de ahorrador que somos. Nuestras actitudes son clave para identificar lo que hacemos con nuestro patrimonio.

Ser conservador con el dinero que tenemos, gastar demasiado, tener miedo o inseguridad¿ Estos conceptos pueden describir a la perfección el tipo de ahorrador que somos. Nuestras actitudes son clave para identificar lo que hacemos con nuestro patrimonio

Tipos de ahorradores

Tipos de ahorradores / economia

Héctor Chamizo

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Saber identificar qué tipo de ahorrador somos puede ayudarnos a alcanzar nuestras metas y hábitos sobre el presupuesto que manejamos.  Según explica Joselyn Quintero, especialista en neurofinanzas y asesora financiera, de acuerdo a la forma como una persona se relaciona con su entorno y la relación que tiene con el dinero, “podemos tipificar cuatro tipos de ahorradores”:

  1. Ahorrador Inerte:  Es el que ahorra porque sí, casi en automático y sin ningún otro fin que tener dinero ahorrado. Ese dinero no cumple ningún propósito más que el de la tranquilidad que le proporciona ver el dinero en la cuenta. Estas personas crecieron con el mandato familiar de que ahorrar es importante, y sienten que dejar de ahorrar es como quedarse desnudos en la calle o ser desleales a su familia. Su mantra es: “Ahorro para tener”.
  2. Ahorrador Miedoso: Es el que ahorra para tener con qué resolver problemas o atender emergencias y desgracias. Para este tipo de ahorrador, el dinero no es una fuente de disfrute ni crecimiento, sino un salvoconducto para poder dormir tranquilo y sentir que tiene el control de todo. Estas personas llevan consigo alguna experiencia personal o ajena donde alguien tuvo un inconveniente que empeoró porque no hubo dinero con que resolverlo. Su mantra es: “Primero muerto que sin ahorros”.
  3. Ahorrador Indeciso: Es el que comienza ahorrando para un propósito y, en el camino, le va dando distintos posibles usos al ahorro, hasta que termina por olvidar para qué ahorraba. El ahorrador indeciso probablemente no llegue a cumplir la meta porque no hay meta clara. Estas personas tienen una relación ansiosa con el dinero, basada en un estilo de vida inestable donde les cuesta decidir. Su mantra es: “Creo que este ahorro me puede servir para…”
  4. Ahorrador Optimista: Es el que ahorra para el disfrute, el placer o la aventura, es decir, que el ahorro debe tener una “buena vibra” que sume a su vida. El ahorrador optimista es un apasionado. Estas personas piensan que el dinero está hecho para pasarlo bien, ya sea porque provienen de familias aventureras o porque se rebela de sistemas familiares donde hubo dinero perdido. Su mantra es: “Me llevo lo vivido”. 

Asimismo, hay que entender los factores que pueden influir a la hora de pertenecer a un tipo de ahorrador o no. En opinión de Quintero hay que tener en cuenta tres variables completamente diferentes:

  • La Cultura: A nivel de neurociencia, la cultura es una evolución del sistema nervioso central, que permite transmitir las “mejores prácticas” a las generaciones y entre contemporáneos. Más que el acto de ahorrar, en la cultura se transmite el significado del ahorro en ese grupo humano. Para algunas culturas, el ahorro puede significar la vida, mientras que para otras significa perder dinero.
  • La Familia: Además del código cultural, la familia es nuestra primera escuela donde aprendemos lo que vemos y no lo que nos dicen que hagamos. El aprendizaje familiar nos genera dos perfiles de comportamiento, que son la sumisión y la rebeldía. Esto explica por qué en una misma familia, dos hermanos con los mismos padres, estudiando en la misma escuela y creciendo en el mismo entorno, desarrollan perfiles de ahorros opuestos.
  • Las Experiencias: Somos una especie que usa el pasado para planificar el futuro. Eso está bien, excepto cuando incorporamos una experiencia puntual como algo que irracionalmente esperamos repetir a futuro. Un caso común son los sobrevivientes de crisis económicas devastadoras, quienes luego se pasan la vida con la obsesión de prepararse en caso de que la crisis regrese. 

Cambiar o no los hábitos de ahorro

Durante muchos siglos hemos creído que el cerebro, la fuente ejecutora de las decisiones humanas, era una masa estable que se deterioraba con los años. Hoy día sabemos que el cerebro posee plasticidad, lo que indica que “podemos incorporar aprendizajes en cualquier momento de nuestra vida, sin importar la edad”, afirma Quintero. Entonces, estamos diseñados con la capacidad de “cambiar hábitos”, añade.

Lo primero es entender nuestra dinámica actual con respecto al ahorro, ya sea por acción u omisión. Esto nos ayuda a saber cuáles son los valores que asociamos “con el dinero, con el futuro y lo que realmente es importante para ti”, concreta la experta.

Teniendo en cuenta todo esto se diseña una estrategia que pueda ser fácilmente incorporada en el estilo de vida de esa persona, e incluso los momentos de acción de colocar el dinero en el ahorro. El fracaso del ahorro está en que queremos “obligarnos” y es normal que todo el sistema de vida expulse ese hábito que ni encaja, ni se parece, ni forma parte de lo que esa persona hace en su día a día.

Mentalidad a la hora de ahorrar

Para Quintero la mentalidad está asociada a creencias, a la forma como concibo el mundo desde tu perspectiva y tus percepciones. Si tu mentalidad es de crisis como algo que atenta contra tu bienestar, tu forma de ahorrar será desde “el miedo, angustia, escasez, preocupación”. En cambio, si la mentalidad de crisis es la apertura a nuevas posibilidades, tu forma de ahorrar será desde “el optimismo, la esperanza, abundancia y confianza”, analiza.

El sentimiento está asociado a las sensaciones que genera lo que quieres hacer y tiene que ver cómo las partes más primitivas de tu sistema nervioso central perciben eso que quieres llevar a cabo: “como placer o amenaza”, destaca. Hay cambios muy simples que las personas no realizan, aun sabiendo que, de no hacerlo, “sus vidas corren riesgo (como el alcohol, las drogas, el sedentarismo)”. 

Inicialmente se comprende el sentimiento, y luego se diseña una experiencia que ayude a cambiar el significado. A veces nos obligamos a hacer cambios que aún no estamos preparados para sostener, concluye la experta.