Un mundo nuevo pero no mejor

El mercado mundial ha saltado por los aires y recuperamos la idea de bloques separados por el aspecto tecnológico 

Un mundo nuevo pero no mejor

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Jordi Sevilla

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El futuro no está siendo como lo esperábamos. Amanece un mundo nuevo, muy diferente de aquel ensalzado por Dvorák en su sinfonía, y viene arropado por dos características: rápido e imprevisto. Empiezan a ser tantos los 'cisnes negros' que, a lo mejor, debemos cuestionar algunas de nuestras convicciones. Valga lo ocurrido esta semana para demostrar la tesis: inauguración del Mobile World Congress en Barcelona; invasión y conflicto bélico en Ucrania; golpe interno para cambiar el liderazgo del PP y nuevo informe sobre la amenaza del cambio climático. Desde luego, 1989 no fue el fin de la historia, aunque, superado el optimismo inicial con el que se enfrentaron a aquellos cambios, lo predominante hoy es un pesimismo creciente sobre el curso por la que los humanos estamos al mundo.

Cuando se canceló la celebración del Mobile World Congress en febrero de 2020, fue como si quedara inaugurada la llegada de la pandemia de coronavirus a España. De la misma manera, su celebración, en condiciones 'casi' de normalidad dos años después, certifica que hemos decidido, gracias a la vacunación, encapsular al covid como una enfermedad más, pero quitándole la capacidad de paralizarnos como sociedad a pesar de la, elevada todavía, cifra de muertos diarios (en torno a 200).

El valor simbólico del Mobile va más allá, no obstante, de su papel como termómetro de la pandemia. Se celebra, hoy, en un mundo nuevo en el que han crecido los temores y las desconfianzas respecto a un desarrollo descontrolado de las tecnologías y, en especial, de la Inteligencia Artificial por tres razones: el ataque a la privacidad ya otros derechos individuales básicos a que lleva la creciente necesidad de obtener datos personales para los algoritmos, con autorización, o sin ella; por su capacidad de crear campanas de eco, burbujas capaz de generar adicción y, a la vez, romper el diálogo entre diferentes sobre el que se basa la democracia y el alineamiento de la IA con los intereses de las potencias mundiales que la utilizar para reforzar sus bloques, cada vez, más enfrentados. 

Se impone la distopía

Los sueños de ayer, sobre un desarrollo tecnológico global y desinteresado, que nos llevaría hacia una convivencia pacífica y mejor en la que los seres humanos utilizáramos los avances científicos para dar un salto adelante en bienestar, salud y cohesión, se están convirtiendo en pesadillas por la lógica del beneficio privado y del control político que de dicho desarrollo se está haciendo. Hoy, la distopía se va imponiendo a la vieja utopía tecnológica.

Si la mayoría de analistas -salvo el presidente Biden, acusado por ello de alarmista- pensaban que Putin solo amenazaba, hoy queda claro que este también ha cometido varios errores de cálculo tras su aventurera invasión de un país europeo como Ucrania. Ni contaba con esta resistencia televisada, ni con la unidad del resto del mundo -nadie apoyó la invasión en el Consejo de Seguridad de la ONU- ni, desde luego, con la rapidez y contundencia de las medidas de aislamiento aprobadas y puestas en prácticas desde los Gobiernos, pero también, desde las empresas y el deporte. Como decía nuestro Borrell en el Parlamento Europeo, son medidas que «no movilizan misiles, pero paralizan y aíslan a un país».

El 'shock' que hemos vivido en estos días bajo el impacto de las bombas rusas sobre la población de Ucrania y la respuesta de Occidente, modifica tanto una concepción previa del mundo globalizado, muy ingeniosa, como la realidad de los intercambios económicos mundiales considerados, hasta ahora, como irreversibles en su interrelación mundial. 

Lo más preocupante para la economía de lo que está ocurriendo con el conflicto bélico en suelo europeo, no es tanto el impacto inflacionista a corto plazo que ya estamos sufriendo y que se suma a la tendencia preexistente, sino ver hasta qué punto puede ser tan disruptivo como para poner fin a la idea de una unidad económica mundial de producción y consumo. En este momento, el mercado mundial ha saltado por los aires y recuperamos la idea de bloques separados que se ven reforzados por el aspecto tecnológico (la web, deja de ser mundial).

De momento, no obstante, predomina la lectura política del conflicto de la que quiero quedarme con dos frases de sendas crisis esta semana: Borrell, de nuevo: «las fuerzas del mal, quienes utilizan la violencia física para conseguir sus objetivos, siguen vivas» y el Presidente de Ucrania dirigiéndose al Parlamento Europeo: «Estamos luchando por la libertad que ustedes tienen».

Más pactos de estado

El cambio en el liderazgo del principal partido de la oposición también ha alcanzado niveles traumáticos y ha sido, igualmente, un evento imprevisto. Para los de fuera, pero, al parecer, también para el propio afectado. No voy a entrar en cuestiones de facturas y comisiones que están siendo analizadas por la justicia. Me basta trasladar mi duda sobre si el cambio de liderazgo implicará una manera diferente de hacer oposición por parte del PP. No soy el único que piensa que estamos necesitados de más pactos de estado y de más propuestas alternativas sensatas, como corresponde a un partido de gobierno. Ello ayudaría a reducir uno de los principales riesgos económicos de España que es, la elevada conflictividad política y el abuso de la tensión ciudadana con multas partidistas.

Dos datos avalan esta esperanza de un cambio en la actitud de la oposición: el historial del candidato a nuevo presidente del partido y el que este proceso ha sido descrito por su hombre de confianza, el eurodiputado Esteban González Pons, como un reinicio al estilo de lo que se hace cuando algo electrónico no funciona: lo apagas y lo vuelves a encender. Y otros dos datos la ponen en: cuestión parece que no va a haber ponencia ni debate político en el Congreso y, dos, el resumen que un peso pesado del partido ha hecho de lo ocurrido, achacándolo a que Casado y su equipo «no sintonizaban con las estructuras territoriales del partido» es decir, reducido a temas de poder orgánico interno y no tanto de estrategia política. Veremos.

Esta semana se ha conocido, también, la segunda parte del Sexto Informe del IPCC de la ONU sobre cambio climático. Hay tres conclusiones inequívocas: la responsabilidad humana en el cambio climático; una magnitud y alcance de los impactos superior a lo estimado y que, nuestros compromisos son insuficientes (y más si no los cumplimos) por lo que la mitad de la población mundial (casi cuatro mil millones de personas) es ya altamente vulnerable frente a los efectos negativos del cambio climático sobre producción de alimentos, suministro de agua, salud, asentamientos costeros, etc. 

Lo dicho. Estamos en un mundo nuevo, pero no mejor. ¿Reaccionaremos a tiempo?

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