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Libros, un ancla en medio de la tormenta

Gracias al aumento de la lectura, el negocio editorial resiste en un año que se presentaba catastrófico por el covid

Un hombre mira un libro en la Feria del libro antiguo y de ocasión

Un hombre mira un libro en la Feria del libro antiguo y de ocasión / Eduardo Ripoll

Jordi Cuenca

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El libro, esa ventana a mundos en su mayoría desconocidos, además de una herramienta de aprendizaje y diversión, que a algunos les da dolor de cabeza, como decía que le pasaba al futbolista Romario cuando se ponía a leer, es un negocio. Y un negocio con muchas aristas en el que, al igual que sucede con los agricultores, el productor no es precisamente el más beneficiado. De hecho, cuando uno entra en una librería, husmea, encuentra lo que busca o se topa con lo que no buscaba y paga, en torno al 10% de ese dinero va a parar al autor, Hacienda mediante, aunque "el novel puede cobrar muy poco o nada porque busca un hueco en el mercado". Un 40% va destinado al editor, que incluye ahí el coste del libro, su promoción y sus ganancias. El resto es para quien lo vende, o sea distribuidores y librerías. Grosso modo, como explica el portavoz de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal), Álvaro Manso.

Como todo en estos tiempos, los libros no han sido ajenos a la pandemia del coronavirus. ¿Qué hicieron los españoles en las largas semanas del confinamiento cuando las librerías permanecieron semanas y semanas cerradas y los hogares se convirtieron en reductos de supervivencia? Pues leyeron más y, muchos de ellos, tiraron del mundo digital para aprovisionarse. El número de lectores frecuentes de libros -los que lo hacen todas las semanas- aumentó hasta alcanzar el 57% de la población en mitad del confinamiento frente al 50% que lo hacía antes del covid. A finales de diciembre, dicho porcentaje había bajado al 54%, luego ha habido una ganancia de cuatro puntos, según el presidente de la Federación de Gremios de Editores de España, Patrici Tixis, quien destaca el aumento del consumo entre los jóvenes y el incremento en media hora, hasta los 90 minutos, en el tiempo de lectura.

Cifras muy relevantes en una actividad que en 2019, el último ejercicio del que hay datos completos, facturó 2.420 millones, un 2,4% más, según el informe sobre el sector en España publicado a principios de 2021 por la patronal de los editores. La producción alcanzó las 82.347 unidades -un 8,1% más- , incluidos los más de 21.000 libros digitales, a una media de 3.779 ejemplares por título. Los libros de texto no universitarios acaparan el 33,9% del volumen total de ingresos. Le siguen los de no ficción (29,3%), ficción adultos (20,5%), educación primaria (14,4%), infantil y juvenil (12,9%) y cómic (2,6%). La exportación bajó a 529 millones, con una balanza comercial positiva en casi 312.

Visto lo anterior, resulta comprensible que Tixis, también director de comunicación corporativa de Grupo Planeta, concluya que "la salud el sector no es mala". De hecho, "pensábamos", cuando la pandemia se extendió, "que perderíamos entre un 20 % y un 25%" del volumen de negocio "y al final podremos crecer algo" cuando se tenga el balance final de 2020. "¿Qué ha pasado?", se pregunta, pues que "la lectura ha sido un buen refugio, se ha puesto en valor" en este tiempo de incertidumbres.

Manuel Borrás es uno de los dueños de Pre-Textos

Manuel Borrás es uno de los dueños de Pre-Textos / Eduardo Ripoll

España es territorio de pymes y el negocio del libro no podía ser ajeno a ello. El país supera el millar de editoriales, pero dos grandes grupos -Planeta y Random House- acaparan el 40% del mercado gracias en parte a los numerosos sellos que han ido comprando e incorporando a sus catálogos. Es una atomización que ya era un problema antes de la pandemia y de la que se lamenta Manuel Borrás, uno de los propietarios de Pre-Textos, una pequeña y prestigiosa editorial que en los últimos meses ha sido noticia al perder los derechos para seguir publicando a la última premio Nobel de Literatura, la poetisa estadounidense Louise Glück, que había distribuido a través de la firma valenciana siete de sus 11 libros cuando no era conocida. "La supervivencia de las pequeñas editoriales va a ser cada día más difícil ante la multiplicación de las mismas, aunque a mí esa diversidad nunca me asustó", porque "pienso que garantiza la tan llevada y traída bibliodiversidad".

El número de editoriales es, sin duda, muy elevado si lo comparamos con el de librerías, que rondan las 3.600, en su mayoría con una facturación inferior a los 90.000 euros, según los últimos datos de Cegal, correspondientes a 2019. En ambos casos, a pesar de todo, no se ha producido ninguna sangría en cuanto al número de cierres. Ha habido resistencia. De hecho, Álvaro Manso, el portavoz nacional de los libreros, asegura que en este subsector "estamos contentos. Durante el confinamiento de la primavera pensábamos que las pérdidas durante todo 2020 alcanzarían un 40% después de dos meses y medio cerrados, pero la reacción de los clientes ha sido tan buena que compensó el descenso inicial y al final las ventas solo cayeron entre el 8 % y el 10%. El consumidor ha comprado tras el confinamiento el doble por falta de novedades en casa y por apoyo a las librerías, sobre todo las cercanas", e independientes, que representan un 70% del total frente al 30% de las grandes cadenas.

Durante los meses de cierres y confinamientos, el sector se ha salvado en buena medida por el mundo digital. Manso explica al respecto que las ventas online crecieron en los primeros tiempos de la pandemia diez o doce puntos porcentuales, pero luego la ola retrocedió: "Si antes representaban un 20% del total, llegaron al 30% o el 32% y luego han bajado al 28%". Es una dinámica imparable, como en otras actividades económicas. Cegal, de hecho, puso en marcha el pasado noviembre una plataforma para vender a través de internet a la que se han incorporado 800 librerías. Ya tiene 130.000 usuarios registrados y ha vendido por importe de 1,2 millones de euros. Pese a todo, Manso asegura que "el mundo online no ha hecho mucha mella en las librerías", aunque admite que Amazon, con una cuota del 40%, "sí es una competencia y el peligro es que absorba el aumento en las compras que se derivará si se consolida el incremento en el tiempo de lectura".

Según Tixis, el comercio electrónico de libros ha subido durante la pandemia desde el 15% del total al 23%, mientras que las librerías han bajado del 80% al 70% y «esto va a permanecer, aunque no sé si irá a más porque muchas librerías» han adaptado su negocio para competir en la red, por ejemplo vendiendo directamente a través de ella o enviando al domicilio del cliente un libro que haya ido a buscar y que ha habido que encargar. Las que "lo tenían bien organizado vendieron más durante las restricciones".

Carlos Oliver es el responsable de París-València, una librería con cuatro locales en la capital del Túria que fue inaugurada en 1954 y que ha visto cómo sus ventas caían el año pasado en torno a un 30%. Su stock roza los 50.000 libros diferentes. Oliver es crítico con la forma de operar de Amazon, sobre todo con las tarifas planas en los envíos, que comporta la remisión gratuita en pedidos de "hasta 20 euros. Para nosotros es imposible. Nuestro margen es del 30%, unos seis euros, pero un envío puede costar cuatro, sin contar el envoltorio. Se nos come el margen".

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El editor Borrás, por su parte, opina que las grandes plataformas como la citada "afectan por el momento más a las librerías que a nosotros. Lo que las librerías por imposibilidad o pereza no logran vender, nos lo vende Amazon. Claro, que si estos terminan arrasando a las librerías, será fácil acabar por imponernos aquello que quieran que se edite".

¿Y el libro digital? Sus ventas han subido ligeramente en estos meses, hasta un 7% del total. Tixis destaca que este producto se ve muy afectado por la piratería: "Un 20% de los lectores dice que lee libros digitales, pero las ventas solo están en el 7%. Durante la pandemia se ha extendido la práctica de pasarse libros digitales sin pagar a través de Whatsapp o Telegram". Las cuentas no cuadran y están en juego 200 millones de euros. Mucho dinero, aunque quede feo decirlo en este contexto.

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