NEUROECONOMÍA

¿Valoramos las cosas que son gratis?

Las personas somos emociones y no actuamos de forma objetiva, lo que influye a la hora de invertir y en nuestra relación con el dinero. ¿Y en el momento de valorar? ¿Por qué no valoramos las cosas que son gratis? Esto tiene una explicación (racional).

Las personas somos emociones y no actuamos de forma objetiva, lo que influye a la hora de invertir y en nuestra relación con el dinero. ¿Y en el momento de valorar? ¿Por qué no valoramos las cosas que son gratis? Esto tiene una explicación (racional)

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Nora Benito

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¿Valoramos las cosas que son gratis igual que las que nos cuestan? ¿Cuál es el valor de lo que no tiene precio? Las personas somos emociones y como tal actuamos en todos los aspectos de la vida. También en el ámbito financiero: es lo que se conoce como neuroeconomía, que estudia cómo el cerebro del ser humano se comporta en cuestiones relacionadas con la economía.

De la neuroeconomía se desprende que el cerebro humano -diseñado para sobrevivir y no tanto para tomar decisiones de inversión ni para valorar las bienes o servicios como una empresa, un objeto o un viaje- se balancea en torno a dos cuestiones en lo que respecta a la valoración de las cosas y las decisiones de inversión y compra: por un lado, la recompensa -lo que estoy usando y la utilidad que me da, por ejemplo, si un alimento está rico o si una prenda de ropa me sienta bien- y, por otro lado, lo que contrarresta el equilibrio que da el miedo a la aversión a la pérdida. En este sentido, en aquellas cosas que son gratuitas este factor -la aversión a la pérdidadesaparece.

Es por esto que, cuando hablamos del valor de las cosas que son gratis, parece que no las apreciamos tanto. Si nos regalan algo (por ejemplo, una muestra gratuita de un producto) no apreciamos tanto su valor y cambia nuestra percepción sobre ese bien. ¿Esto a qué se debe? ¿Valoramos las cosas que son gratis? Raúl Gómez, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y socio fundador de InvestMood, lo tiene rotundamente claro: no. ¿Y por qué? Precisamente porque ese sentimiento que tenemos de aversión al riesgo desaparece cuando se trata de algo gratuito.  

“Nuestra intuición nos engaña de forma repetible, predecible y consistente”, señala en una charla TED el economista conductivista Dan Ariely, autor de “Las Trampas del Deseo”, quien nos hace ver que a veces el pensamiento y las elecciones nos pueden jugar malas pasadas, también en el ámbito económico.

VALORAR LAS COSAS QUE SON GRATIS

Desde un punto de vista racional, ¿se puede valorar algún servicio o artículo que sea gratuito? Según Raúl Gómez sí se puede por el retorno que este ofrece. No obstante, como las decisiones de las personas no son perfectamente racionales e incluyen un componente emocional, ¿se puede valorar bien (o con precisión) un artículo que es gratuito? Volvemos al mismo punto: “No, porque en este caso ese sentimiento de aversión a la pérdida desaparece”, indica este experto.

Y no es que valoremos más lo que más nos cuesta, sino que tenemos que ver un retorno grande para que compense este sentimiento de aversión a la pérdida. Y en este punto influye el carácter de cada persona: hay quienes son más tolerantes al riesgo y quienes lo son en menor medida.

EL VÍNCULO EMOCIONAL CON EL DINERO

¿Si somos más optimistas o pesimistas influye en nuestra visión con respecto al dinero? En el sector financiero hay evidencias que lo acreditan y para muestra un botón: Gómez hace referencia a un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos en el que analizaron cuál era la rentabilidad esperada después de un partido de la selección nacional de fútbol. Para comprobar si los sentimientos influían en las inversiones utilizaron los índices bursátiles de referencia en cada uno de los países que habían sido campeones del mundo: Uruguay, Argentina, Brasil, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España.

Como resultado, descubrieron que si la selección había ganado, la rentabilidad esperada era positiva y por encima de la media, mientras que si había perdido, la rentabilidad era negativa e inferior a la media. “Si las inversiones fueran racionales no tendría mucho que ver el sentimiento de ánimo que provoca un partido de fútbol”, recalca Gómez. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta inicial sería que sí.

“Si estás contento porque ha ganado la selección eres más optimista y si eres más optimista, también te vuelves más tolerante al riesgo y, por lo tanto, inviertes más, y esto se observa en la evolución de los mercados. Ese mismo mecanismo en el mundo de las inversiones se puede extrapolar a cualquier otro ámbito”, aclara el experto.

Pero ¿hasta dónde pueden influir las emociones en la relación que tenemos con el dinero? Este componente siempre afecta: “El dinero es mío, lo tengo que utilizar, pero no quiero perderlo, por lo que hay una corriente de pensamiento que dice que es mejor tener un asesor financiero que gestionarte tus propios ahorros por muchos conocimientos que tengas”, aconseja Gómez.

“Todos tenemos un vínculo emocional con nuestro dinero, lo que hace que nuestras decisiones de inversión no sean tan racionales (sino que sean más conservadoras, por ejemplo), mientras que un asesor financiero va a intentar asesorarnos de la forma más racional posible”, explica este experto. Según él, el problema que implica este vínculo emocional se elimina integrando a una tercera parte imparcial en la ecuación. “Si vas al médico y te fías, ¿por qué para tus finanzas no confías en los expertos que lo hacen de forma más racional?”, concluye.