Así nos convertiremos en cíborgs

'Internet of Bodies': desconectar para reconectar a través de nuestros cuerpos

La relación entre el cuerpo y la tecnología se lleva explorando desde hace mucho tiempo. Sin embargo, con el desarrollo de wearables y prótesis, cada vez estamos más cerca de los cíborgs: humanos que conectan sus cuerpos para lograr capacidades aumentadas. Ya hay algunos casos reales.

La relación entre el cuerpo y la tecnología se lleva explorando desde hace mucho tiempo. Sin embargo, con el desarrollo de wearables y prótesis, cada vez estamos más cerca de los cíborgs: humanos que conectan sus cuerpos para lograr capacidades aumentadas

Robot IA

Robot IA / economia

Alberto Payo

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La relación entre el cuerpo y la tecnología se lleva explorando desde hace mucho tiempo. El primer ordenador wearable o ponible fue inventado allá por 1961. No era el Apple Watch, pero fue un invento interesante para el año del que estamos hablando. Justo un año antes los científicos Manfred E.Clynes y Nathan S.Kline habían inventado el término ‘cyborg’ para referirse a un organismo cibernético.

En los ochenta y noventa Steve Mann se convirtió en todo un icono de la tendencia cíborg. El doctor Mann defiende que los ordenadores deberían diseñarse para funcionar de manera orgánica y adaptarse a las necesidades humanas, en lugar de que sean los humanos los que se adapten a la tecnología. Así, este profesor del MIT ha desarrollado herramientas tanto portátiles, como integradas en el cuerpo humano, que aumentan nuestras capacidades biológicas.

En todo este tiempo se ha explorado la relación entre el cuerpo y la tecnología de maneras muy diferentes. Cuando esta última se aleja físicamente del humano se habla de ‘avatares’. En el otro lado del espectro de esta relación, al entrar en contacto con la persona y servir como su apéndice, hablamos técnicamente de cíborgs. Aquí entran en juego wearables, mejoras robóticas y prótesis, implantes y adición de inteligencia artificial.

Los cíborgs ya están aquí: personas que son algo más que humanos

En los últimos años han surgido personas que se definen a sí mismas como cíborgs. Son individuos que han comenzado a ‘implementarse’ funcionalidades y mejoras que escapan a lo humano, bien por motivos de salud o curiosidad personal. Un caso muy conocido es el de Neil Harbisson, artista que cuenta con una antena en la cabeza que le permite ver y percibir colores incluso invisibles para el ojo humano a través de frecuencias de sonido. Harbisson decidió implanlementarse este sistema para compensar su acromatopsia, enfermedad que le impide ver los distintos tonos de colores.

Moon Ribas es una artista catalana y bailarina que también tiene un particular sexto sentido, aunque muy distinto al de Harbisson: sus pies están conectados a sismógrafos, lo cual le permite percibir terremotos en tiempo real, recibiendo vibraciones más o menos fuertes según su grado en la escala de Richter. Lo hace gracias a un implante situado en su codo izquierdo que se puso para seguir evolucionando su danza.

El profesor Kevin Warwick y su pareja han conectado sus cuerpos para compartir sus sistemas digitales tanto en casa como en el trabajo. Incorporan un implante llamado BrainGate que crea una interfaz entre el sistema nervioso y sus conexiones. También está el caso del artista catalán Manel Muñoz, que ha desarrollado y se ha instalado sensores barométricos en su organismo para sentir los cambios de presión de la atmósfera mediante vibraciones en sus oídos.

Algunos de ellos forman parte de la Cyborg Foundation, organismo que defiende e investiga la creación de nuevos sentidos y percepciones aplicando la tecnología al cuerpo humano. Quieren ayudar a que la gente se ‘diseñe a sí misma’ como desee y promueven el arte ciborg y los derechos de los ciborgs. Muñoz también ha ayudado a crear la Transpecies Society, una asociación surgida de la primera en 2017 que da voz a las identidades ‘no humanas’ y promueve el desarrollo de nuevos sentidos y órganos.

Internet of Bodies: Del aislamiento a la intimidad

Los circuitos inteligentes para la piel, que son capaces de convertir el sistema nervioso periférico en una interfaz, las lentes de contacto cibernéticas, los millirobots, los tatuajes digitales o los implantes que permiten realizar pagos son algunas de las vías que están surgiendo para mejorar un cuerpo humano.

Estas innovaciones, que fusionan el cuerpo humano y la tecnología y hacen que la barrera entre hombre y máquina sea algo más difusa, dejan algunas preguntas a nivel ético y moral. ¿Cómo se puede asegurar un uso ético de estos datos? ¿Quién controla el uso de los datos personales de nuestro cuerpo? ¿Cómo es posible generar una situación en la que todos salgamos beneficiados? En cualquier caso, no es un tema baladí, ya que estos cambios podrían afectarnos como sociedad y afectar aún más a las generaciones venideras, las de nuestros hijos y nuestros nietos.

En este marco trabaja Ghislaine Boddington, directora creativa y cofundadora de body>data>space, un proyecto nacido en 2005 para conectar performance, arquitectura, nuevos medios y mundos virtuales. El pilar básico es que el cuerpo se convierta en el centro de la interacción digital. Su trabajo ha evolucionado en la creación de un portal inmersivo en el que los humanos que hay en su interior se relacionan físicamente para conectar con otras personas en otros lugares en el mundo, compartiendo contenidos y acciones entre equipos y comunidades. body>data>space ha desarrollado en concepto de Internet of Bodies o Internet de los Cuerpos.

En su propuesta el espacio físico se mezcla con lo vitual y ambos mundos quedan enriquecidos. Estas cúpulas inmersivas, que integran diferentes sistemas multimedia e interactivos, se están expandiendo poco a poco y se espera que en los próximos años se hayan construido unas 3.000 en China, según ha asegurado Boddington durante una conferencia en 4YFN.

La experta defiende que la tecnología móvil solo está haciendo que nos aislemos y deshumanicemos. Algo similar pasa con la realidad virtual. “Queremos que los humanos estén metidos en ella con sus gafas, solos. Es ridículo, necesitamos compartir”, defiende. Por lo tanto, es hora de proponer nuevas formas de relacionarnos gracias a las innovaciones.

El Internet de los Cuerpos es algo diferente a lo que tenemos ahora. Hay intimidad, no aislamiento. Necesitamos que cuerpo y mente se pongan en común, que estén conectados. Necesitamos poner el cuerpo entero en el mundo digital, pero no que lo digital vaya por delante. Hay que poner fin a las conversaciones frías y duras. La raza humana debe cambiar esto, volver a conectar de verdad”, critica.

Boddington también asevera que el Internet de los Cuerpos es un nuevo paradigma en el que  habrá valores y ventajas como el amor, el placer, la intimidad, la alegría, la compasión, la esperanza, la empatía y las acciones positivas. En plena fiebre de selfies y likes, quizás aún se vislumbre una salvación para la raza humana.