Los efectos negativos del éxito turístico de BARCELONA

La tentación del alquiler lucrativo puede con la ley

El plan de usos de Ciutat Vella no logra erradicar la oferta ilegal

P. C.
BARCELONA

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La ley seca del alojamiento turístico tiene efectos secundarios en Ciutat Vella. El distrito puso el tope en los 604 actuales, pero la demanda de este tipo de alojamiento es tan brutal que muchos particulares e inversores no dudan en jugársela, al margen de la ley, para sacar tajada. La concejala Mercè Homs destacó ayer que 133 de los pisos legales ya se han aglutinado en 38 edificios autorizados para esta actividad. Antes de cinco años tendrán que hacerlo todos.

Para el conjunto de la ciudad, el ayuntamiento prepara un plan de ordenación, tras haber prohibido desde mayo y por espacio de un año nuevas aperturas en los seis distritos con más oferta. El objetivo es la profesionalización de la gestión y la concentración en edificios completos, aunque las patronales del sector reniegan de esta segregación, porque se perdería el espíritu de este alojamiento tan en boga en Europa.

El ayuntamiento admite que las quejas por pisos turísticos son mínimas en el conjunto de la ciudad. Si su gestión se controla, los destinatarios suelen ser familias con niños que buscan más espacio y cocina. Pero el riesgo de conflictos vecinales (tras casos como la Barceloneta) junto con la proliferación han hecho imprescindible la regulación.

En la patronal Federatur opinan que cortar el grifo de Ciutat Vella se ha revelado un error, porque su volumen legal es irrisorio respecto a las casi 9.600 habitaciones de hotel con que cuenta el distrito. La proporción está más ajustada en el Eixample (por efecto rebote se disparó la petición de licencias), donde hay 5.190 pisos turísticos, por 9.455 habitaciones de hotel. En el conjunto de la ciudad son más de 10.000 pisos legales, mucho más rentables que un alquiler tradicional.