Mas y la 'honorable' amistad

Ferran Monegal

Valió la pena por solo un momento, un instante: cuando Xavier Sardà le lanzó a Artur Mas aquel pasaje de Pujol júnior en el Congreso asegurando: «El president Mas, el Molt Honorable Mas, ¡és molt amic meu!». ¡Ahh! Aquello fue una perdigonada. Muchos navegantes y filósofos de la política lo interpretaron como un aviso, una advertencia de la Pujol family al que antaño fuera su delfín, hoy president de la Generalitat. Y esperábamos en casa con fruición la respuesta de Mas. Pero Mas, como viene siendo habitual en él, fue impenetrable. Más que granítico, metálico. Ni un gesto, ni un rictus, ni un movimiento de cara que denotase la más mínima agitación existencial. Nada. Respondió en plan equilibrista. Divagó un instante acerca de cómo ha de ser el concepto de amistad de un Molt Honorable: «Siempre hay que mantener un punto de distancia. Yo amigos en la política solo tengo uno, Jordi Vilajoana». Y una brisa glacial sacudió el plató de El pla Sardà (BTV). Dejo a los grandes analistas de la política esa pincelada que dejó caer Mas, quizá involuntariamente, cuando contó que Pujol le informó por la mañana de la confesión que iba a hacer pública aquella misma tarde del 25 de julio del 2014. La meditable pincelada de Mas fue cuando le dijo a Sardà: «Yo le dije: '¿Y eso por qué lo haces?' Y me respondió: 'Lo tengo que hacer'». ¡Ahh! Solo Pujol, Mas y Dios Nuestro Señor saben el contenido exacto de ese encuentro que mantuvieron aquella mañana, pocas horas antes del extraño comunicado; una confesión que hoy todavía parece extravagante pero que ha sido el paraguas, la clave estratégica, bajo la que construir todo el entramado.