Gaza a vista de Ana Rosa

periodico

Arrancó ayer por la mañana Ana Rosa Quintana su 11ª temporada (T-5) desde Gaza.  Seis días después del alto el fuego, la señora Quintana ha querido pisar por sí misma el terrorífico paisaje que presenta ahora la franja de Gaza. Las imágenes que nos ha ofrecido, su paseo por los barrios machacados por las bombas, las conocíamos del trabajo de los y las corresponsales que todos los días, al pie del cañón de esta guerra, con o sin tregua, y muchas veces jugándose la vida, nos instruyen en los informativos de las cadenas. La llegada de un famoso, de una estrella televisiva, da un plus. Un plus efectivo en cuanto a la repercusión, pero discutible en cuanto a la búsqueda de la espectacularidad. Me cuentan amigos de Israel que este pasado fin de semana el consulado español en Jerusalén obsequió a Ana Rosa con una gran fiesta-recepción por todo lo alto. ¡Ah! Estas celebraciones no se las suelen hacer a los y las corresponsales de los que hablábamos antes. El star-system tiene estas cosas, que tanto chirrían en un paisaje de desolación, muerte y catástrofe, que en dos meses de batalla se ha llevado por delante a 2.014 personas, el 80% de ellos civiles. Dicho esto, sería totalmente injusto no valorar el gesto de Ana Rosa, la visibilidad que le ha dado a la intolerable situación en la que se encuentra Gaza, en donde a seis días del alto el fuego todavía hay cadáveres sin rescatar bajo los escombros. La visita a una de las 85 escuelas que hay en la franja ha sido ilustrativa por su dureza. Miles de palestinos a los que las bombas han destrozado su casa, su hogar, se han instalado en las escuelas y han hecho con los pupitres y armarios escolares una especie de poblados en el interior de las aulas. A su dolor por haber perdido  padre, madre, abuelos, hijos, familiares, amigos o vecinos, se une la desesperación de no tener ni un techo en el que cobijarse. El retrato que nos ha ofrecido Ana Rosa ha sido de una desolación escalofriante. O sea, que la validez de su viaje es incuestionable.