Exposición retrospectiva de Jorge Oteiza en La Pedrera.

FERRAN SENDRA

Jorge Oteiza (Orio, 1908 – San Sebastián, 2003) quería conseguir el vacío escultórico. Pero para él el vacío no era la nada sino todo lo contrario, era un espacio de plenitud, lleno de energía y espiritualidad. Cuando consideró que había llegado a ello (ahí está 'Unidad mínima', una de sus últimas piezas y la máxima depuración de la materia) dejó la escultura. Corría el año 59, hacía dos que había sido considerado el mejor escultor del mundo en la Bienal de Sao Paulo y todos los museos internacionales se rifaban sus obras. Pero abandonó. Sustituyó el cincel por la pluma y se refugió en la escritura. "Noté que de mis últimas esculturas salían palabras", dejó escrito. Todo ese camino, desde su primera etapa figurativa con obras compactas hasta llegar al vacío, es lo que recorre 'Oteiza. La desocupación del espacio', la primera retrospectiva que puede verse en Barcelona del autor desde 1988. La muestra, hasta el 22 de enero, llena La Pedrera con 130 obras, entre relieves, dibujos, 'collages', documentación y, sobre todo, esculturas de las que se exhiben 91.