Baño de gongs en el centro Armonía, de Sants (Barcelona)

ÁLVARO MONGE

Decir que el concierto te hace vibrar aquí se pasaría de literal. Te vibra todo el cuerpo con cada golpe de gong –¡gonngggg!- como si tuvieras al Pájaro Loco anidando en el estómago. “Es un instrumento de altísimo poder vibracional”, advertía Óscar antes de empezar. “Lo ideal es no tener expectativas –añadía-, pero es probable que se sientan cosas durante el concierto”.