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periodico

El pasado lunes, la policía filipina irrumpió en la prisión de Bilibid, en las afueras de Manila, en una operación para poner fin al hecho de que algunos de los grandes criminales del país siguieran dirigiendo sus negocios desde el interior de esa cárcel. Dentro de los muros de esa carcel, donde se hacinan 23.000 presos en un espacio pensado para 8.900 personas, encontraron lo que sospechaban: los grandes amos del delito  seguían gestionando sus negocios y se habían montando unos espacios privados con aire acondicionado, cuartos de baño de mármol, y donde disfrutaban de amfetaminas, whisky, muñecas hinchables y hasta jacuzis.