El éxito de un género audiovisual

La tertulia nacional

Los programas de debate político invaden las parrillas de las teles al calor de la corrupción

JUANCHO DUMALL

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Aún no sabemos si algún día se esclarecerán las dudas sobre la contabilidad de Bárcenas, pero lo que sí sabemos es que el escándalo del extesorero del PP es el que más horas de televisión ha ocupado, muy por encima de casos tan sonados como los de Luis Roldán, Gil y Gil o Mario Conde. El hombre que gobernó las cuentas del PP en el 2008 y el 2009 ha tenido la mala suerte de que la noticia sobre su cuenta en Suiza haya coincidido con el momento álgido del fenómeno de las tertulias políticas en televisión. No es exagerado decir que el abrigo Chesterfield de Luis Bárcenas, con su corte gangsteril, es la prenda más veces enseñada en la televisión en la historia de España.

Tres millones de personas siguen a diario las tertulias políticas que han invadido las parrillas de todas las cadenas. «Con la crisis, se ve mucha más televisión, más de cuatro horas diarias de media. Y la gente demanda información, quiere explicaciones sobre su presente y pistas sobre su futuro», afirma Teo Lozano, subdirector de Actualidad de Antena 3, y subraya como prueba irrefutable que ahora se dan en directo «hasta los desahucios».

SIN INTERRUPCIÓN // La realidad es que un telespectador español puede estar viendo debates políticos prácticamente sin interrupción durante 24 horas al día, un 'non stop' que ha llevado las discusiones sobre la corrupción o sobre las medidas anticrisis a una audiencia hasta hace poco enganchada a los asuntos del corazón o a los sucesos escabrosos. «El grado de interés del público por los acontecimientos políticos es ahora muy alto. A veces tengo la sensación de que estamos retransmitiendo un fin de régimen», señala Antonio García Farreras, director y conductor de 'Al rojo vivo' (La Sexta). Y añade, citando al escritor José María Guelbenzu, que las tertulias «han acabado siendo la totemización de las barras de los bares nacionales».

«Muchos han descubierto ahora que la política es un mundo muy interesante. Algunas de las cosas que están pasando tienen un punto de película que las hace apasionantes para el gran público», afirma Óscar Cornejo, productor de 'El gran debate' (Tele 5) y pionero, con 'La noria', de este tipo de formatos. Cornejo no duda en señalar a los colaboradores especializados en política como «el nuevo 'star system' de la televisión»

PRESIÓN SOBRE EL GOBIERNO // El otro efecto de esta gran tertulia nacional en la que está inmerso el país es la creciente presión sobre el Gobierno y los partidos políticos. «El político se examina ahora cada diez minutos -dice de forma muy gráfica el jefe de prensa de un dirigente de primera línea-, y eso complica extremadamente la gestión». Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE, afirma a EL PERIÓDICO que estos programas muestran que «está devaluada la pedagogía política, la reflexión, la explicación pausada y el debate a fondo». Y añade que «los medios exigen respuestas profundas y en 30 segundos, lo que está reñido con el rigor y los matices».

Responsables de distintas cadenas subrayan que algunos de estos debates ponen a los políticos «de los nervios». «Muchos de ellos tienen miedo de venir a un programa como 'El gran debate' porque un error ante más de tres millones de telespectadores es un patinazo muy gordo. Prefieren foros más controlados, con gente predispuesta a oír su mensaje», dice Óscar Cornejo, que da una clave de la fuerza que tienen estos programas: «A nosotros nos ve gente cuya información política llega exclusivamente a través nuestro. Y mucha de esa gente no tiene el voto decidido y en la comida del domingo comenta lo que se dijo en la tertulia de la noche pasada. Y eso, para los políticos, es un descontrol». Antoni Gutiérrez-Rubí, experto en comunicación política, va más lejos: «Lo que se produce con las tertulias es una aceleración de los procesos, de manera que el político ya no controla el tiempo, ni el flujo de la información, ni la interlocución, porque ahora intervienen nuevos actores. Es decir, el poder ha perdido tres de sus privilegios».

Iñaki López, conductor de 'La Sexta noche', señala que los partidos son perfectamente conscientes de que las tertulias influyen en el electorado. «En estos momentos vergonzosos -dice-, la televisión ya no puede ser solo mero espectáculo de entretenimiento. Ahora con algunas noticias que nosotros sometemos a debate se escandalizan desde las yayas hasta los escolares». López niega que en su programa se busque una dramatización del debate político, sino que la propia pluralidad de los tertulianos «hace más vivo y entretenido el debate».

EL POPULISMO // ¿Son estos programas una vía de crecimiento del populismo? Los responsables de los debates preguntados al respecto por este diario creen que algún tertuliano puede dar mensajes de este tipo («todos los políticos son iguales», «para qué queremos pagar impuestos», «los alcaldes y los diputados se forran», etcétera), pero en general resaltan que el debate plural sobre la actualidad es un buen ejercicio de madurez democrática.

REGENERACIONISMO // Sin embargo, el bombardeo de horas y horas con temas de corrupción puede ser un sano ejercicio de regeneración y también un instrumento que haga concluir al ciudadano que no hay nada limpio en la vida pública. Así lo apunta Elena Valenciano: «Nunca son noticia las personas que ejercen una función pública o política con honestidad. La noticia siempre es el caso de corrupción real o supuesta».

Es evidente que el 'establishment' político está incómodo ante un fenómeno que en un primer momento fue visto por muchos como parte del guirigay nacional y que ahora se asocia al clamor por la limpieza de la vida pública, por las respuestas eficientes a la crisis y por la exigencia a los dirigentes políticos de hablar claro a los ciudadanos. En cualquier caso, las tertulias televisivas, con toda su carga pasional, con su grado de demagogia y sus dosis de sectarismo, han venido para quedarse porque el público las necesita y, según todos los datos de audiencia, las sigue con pasión, casi como un serial por capítulos.