UNA NUEVA HERRAMIENTA

Drones: La última revolución militar

Un 'drone' estadounidense de uso militar, en una imagen de archivo.

Un 'drone' estadounidense de uso militar, en una imagen de archivo.

ANTONIO BAQUERO / CARLES PLANAS / BARCELONA

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Piense en un drone. Seguro que se imagina un aparato de pequeño tamaño. Más o menos como un avión de aeromodelismo. La realidad es muy variada. Así, el Ejército estadounidense dispone desde el Wasp (460 gramos) o el Raven (1.800 gramos) hasta el Global Hawk, un enorme avión no tripulado de 15 toneladas cuyas alas miden lo mismo que las de un avión de pasajeros.

Piense ahora en su uso militar. Seguro que cree que esos equipos solo los tienen EEUU e Israel. Para nada. El empleo de drones con fines militares está subrayado en rojo en la lista de prioridades de la mayoría de ejércitos del mundo. Al menos 60 países, entre ellos España, y algunos grupos armados, como Hizbolá o Hamás, han desarrollado en los tres últimos años programas de uso militar de esas aeronaves tripuladas de forma remota, según la Corporación Rand, un centro de estudios de EEUU. La mayoría los usa para recopilar inteligencia, es decir, como un ojo que graba y transmite lo que ve en su recorrido. Pero cada vez son más los estados que se dotan de drones de combate, capaces de disparar misiles.

PREDATOR EN CARTERA

Sin ir más lejos, el lunes, General Atomics, compañía puntera en drones militares, anunció un acuerdo con la empresa de ingeniería española Sener para «ofrecer» al Gobierno español la posibilidad de comprar el Predator B, uno de los drones más usados por el Ejército de EEUU y al que se puede dotar de misiles.

El Ejército español compró sus primeros drones en el 2008 y desde entonces ha hecho un uso intensivo de ellos en Afganistán. El teniente coronel Carlos Vera, de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército de Tierra, ha operado esos aparatos en el país afgano. «Han sido de extraordinaria utilidad para proteger a nuestras tropas», comenta. Y detalla: «Tener una cámara en el aire es muy útil. Nos permitía reconocer el itinerario que iba a seguir nuestra gente y saber si ahí hay alguien que nos va a tender una emboscada o que ha colocado un explosivo».

Actualmente, el Ejército español dispone de drones Pasi, que pesan entre 150 y 600 kilos y que son aeronaves tácticas de largo alcance (hasta a 250 kilómetros), y de drones Raven, con un peso de entre 2 y 15 kilos, que se lanzan a mano y que tienen un radio de unos pocos kilómetros. En total, son 48 aparatos.

Los primeros necesitan una pista de despegue y se tripulan desde centros de mando mientras que los segundos los pueden llevar encima los militares. «Es muy útil si quieres saber qué hay detrás de la colina que tienes delante», comenta Vera.

Para Javier Jordan, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Granada y autor del libro 'Guerra de drones', estas aeronaves «ocupan un lugar muy relevante en la agenda de los ejércitos». Pone como ejemplo al Ejército israelí, cuyas unidades de combate disponen ya de un drone que su responsable lleva en la mochila. Además, explica como en Afganistán el Ejército estadounidense ha empleado drones armados para dar apoyo a unidades de tierra. «Han hecho la misma labor de apoyo que los helicópteros Apache», dice.

El hecho de no ir tripulado proporciona ventajas. «No pones en riesgo la vida de un piloto. Además, cada vez tienen más autonomía. Hay drones que pueden volar durante dos días. Y al ahorrarte el peso del piloto y de los equipos que necesita, puedes dotar de más armamento a la aeronave», comenta.

La evolución de los drones pone en cuestión la figura del piloto, que puede estar en peligro de extinción. Prueba de ello es que varios países europeos -Francia, España, Grecia, Suecia, Italia y Suiza- han invertido más de 400 millones de euros en el desarrollo del Neuron, un prototipo de avión de combate no tripulado.

La aparición de los drones en el mercado ha abierto las puertas a un rico negocio del sector de Defensa. Según el sector, que ha presionado para que el Gobierno de EEUU permita la exportación de drones de combate, generarán 82.000 millones de dólares en beneficios económicos y crearan hasta 100.000 nuevos puestos de trabajo de aquí al 2025. Actualmente el Ejército estadounidense posee unos 10.000 drones y en el 2017 espera poder operar en unas 110 bases de 39 países.

«GUERRA 'LOW COST'»

La extensión del uso de esta nueva herramienta genera dudas. EEEUU, el país puntero en su uso como instrumento antiterrorista, ha utilizado drones con misiles para ejecutar a altos responsables de Al Qaeda en Pakistán, Yemen, Somalia o Libia. Un reciente estudio de la oenegé británica de derechos humanos Reprieve calcula que los intentos de asesinar a 41 personas seleccionadas han matado o herido a 1.147 inocentes. Además, se percibe que el asesinato con drones de miembros de Al Qaeda han sido ejecuciones sumarias, ya que en ningún caso se ha contado con un juicio previo a los acusados.

El hecho de poder actuar en escenarios exteriores sin tener que desplegar tropas sobre el terreno y sin poner en riesgo a los propios soldados puede resultar peligrosamente tentador. «Los drones facilitan que los estados hagan guerras low cost. Y eso es peligroso», comenta Stephan Sonnenberg, experto en derechos humanos de la Universidad de Stanford, que participó en el informeVivir bajo los drones,Vivir bajo los drones en que se analizó el brutal impacto de los ataques realizados con esas aeronaves en Pakistán.

 «Con los drones, EEUU ha extendido la guerra a países con los que oficialmente no está en guerra», cuenta y alerta de que «otros países imiten a EEUU». «Los avances militares los sufren civiles y soldados. Solo benefician a la industria militar».