PEDERASTIA EN LA IGLESIA

Primeras denuncias de mujeres por abusos sexuales en los Jesuitas de Sarrià

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Guillem Sànchez

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Dos exalumnas, cuyas iniciales son E.C. (1973) y M.C. (1973), han presentado sendas denuncias contra el sacerdote Lluís To, profesor del colegio Sant Ignasi de Sarrià (Barcelona), por abusos sexuales cometidos a mediados de la década de los 80. Son las primeras mujeres que acuden a una comisaría de los Mossos d’Esquadra a relatar lo que sufrieron en este centro religioso, que acumula ya demandas contra cuatro docentesLluís Tó (cinco denuncias), Pere Sala (dos denuncias), Antoni Roigé (una denuncia) y Josep Antoni Garí (una denuncia). Hasta la fecha, todas las querellas recogidas por la policía catalana, desde que arrancó el Caso Jesuitas gracias al duro testimonio publicada en este diario por los hermanos Jordi y Oriol de la Mata, habían sido interpuestas por exalumnos varones

El testimonio de E.C. y M.C. refrenda el relato que otras tres mujeres -víctimas del mismo cura que prefirieron no denunciar policialmente los hechos- entregaron a EL PERIÓDICO para desvelar en qué consistía "el encubrimiento de la institución" que permitió a Tó encerrarse con críos en su despacho, durante décadas, sin que nadie se lo impidiera.

Con las denuncias de estas dos mujeres se elevan a cinco las acusaciones de exalumnos contra Tó. La primera la interpuso a comienzos de los noventa una familia y logró que el sacerdote fuera condenado a 2 años de cárcel. La orden jesuita reaccionó organizando un homenaje a Tó y enviándolo a Bolivia, un país en el que falleció hace pocos años. La segunda denuncia la presentó Jordi de la Mata a principios del 2019 y la tercera Ignacio D. B., quien además acusa a Antoni Roigé

La puerta cerrada con llave

"No era una alumna problemática. A mí Tó no me llamaba a su despacho para castigarme sino porque era buena. Y que te abriera la puerta de su despacho -ubicado en la parte más noble y ostentosa de la escuela- te hacía sentir importante, digna de su atención. El problema era que, en cuanto entraba, él siempre cerraba con llave". E.C. se da cuenta ahora de que el abuso de poder comenzaba en ese instante, cuando "se encerraba a solas con un menor para excitarse".

Calcula que acudió a aquel despacho entre 15 o 20 veces y que siempre salía sintiéndose "incómoda". Tó le ordenaba que se sentara sobre su regazo y en esa postura la distraía mientras le acariciaba por debajo de la ropa la espalda y el abdomen. En otras ocasiones, le pedía que se recostara apoyando la cabeza en sus piernas.  

A M.C. le ocurrió esto segundo en la mayoría de ocasiones. "Me llevaba a su despacho para hacer clases de repaso de lectura. Pero a mí siempre me hacía tumbarme sobre su regazo mientras leía otra chica. Me decía "descansa, que estás muy cansada" mientras me tocaba nalgas, piernas y espalda. Transcurridos muchos años sigo recordando la tela marrón de su pantalón y el desagradable olor de sus genitales, porque los restregaba contra mi cabeza".

Confrontar el pasado

Para que E.C. y M.C. hayan dado el paso de denunciar ha sido fundamental una tercera amiga, Laia [nombre falso], que todavía medita presentar o no una demanda. "No se trata solo del daño que causaron los pederastas sino del silencio de toda la escuela. Cuando Tó fue denunciado por abusos sexuales pasaron por las clases para pedir a los alumnos que no explicáramos nada de este tema. Nos hicieron cómplices de su encubrimiento". 

Las tres se han puesto del lado de los hermanos de la Mata para seguir tirando del hilo porque consideran que es fundamental "que todas las víctimas tengan la oportunidad de contarlo, de poder confrontarse con esta experiencia traumática y dejar de mantenerla encerrada en su interior, porque dentro, resulta muy dañina". Por eso piden que se incluya en esta noticia el correo abierto por los hermanos de la Mata (abusados.jesuitas@gmail.com) para que escriban exalumnos que necesiten hablar. A los Jesuitas les piden que sean "valientes", que "reconozcan" que lo hicieron muy mal.