riesgo extremo
Emergencia en California por los fuegos que amenazan miles de casas
El fuego sigue devorando, por quinto día consecutivo, el sur de California. Desde el lunes se han declarado seis incendios en cinco condados que han consumido ya casi 64.000 hectáreas, han forzado más de 200.000 evacuaciones, han destrozado cientos de casas y amenazan a decenas de miles más. En respuesta a la crisis y a la petición del gobernador, Jerry Brown, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha aprobado una declaración de emergencia, lo que permite movilizar la ayuda federal y coloca al Departamento de Seguridad Nacional y la Agencia Federal de Gestión de Emergencias al frente del combate contra las llamas. Y es una lucha que no puede detenerse.
Cerca de 5.700 bomberos, algunos llegados desde fuera de California, trabajan para frenar los fuegos pero este viernes por la mañana solo estaba controlado un 10% del incendio Thomas, el mayor de los seis. Desde el lunes ha asolado 53.000 hectáreas en el condado de Ventura, al norte de Los Ángeles, y este viernes avanzaba hacia la ciudad de Santa Barbara.
El incendio Lilac, que arrancó el jueves por la mañana en el condado de San Diego, se propagaba también extremadamente rápido el jueves por la noche, forzando nuevas evacuaciones masivas. Y Ron Lane, encargado de seguridad pública en ese condado, advertía: “En ningún caso estamos cerca del final de esto, hay miles de casas en el camino del fuego”.
La situación sí había mejorado respecto al incendio Skirbal, que en los últimos días ha amenazado en Los Ángeles el exclusivo barrio de Bel Air. Para el jueves por la noche ya estaba contenido al 30% y empezaban los retornos de evacuados. También reabrían en Los Ángeles instalaciones que se habían cerrado, como el centro de arte de la Fundación Getty o la Universidad de California en la ciudad.
“Máximo peligro”
La alerta, que por primera vez en su historia ha llevado a California a usar el color púrpura en su sistema de alarma ante el fuego (el más alto, de “máximo peligro”) no ha pasado. El servicio meteorológico ha extendido su bandera roja respecto al fuego hasta el domingo por la noche por la combinación de los vientos y la extremadamente baja humedad.
Hay, no obstante, perspectivas de que pierdan intensidad esos vientos de Santa Ana, secos y provenientes del desierto, que esta semana han llegado a ser casi huracanados con velocidades de más de 110 kilómetros por hora. El jueves por la noche bajaron a velocidades de entre 20 y 30 kilómetros por hora en zonas donde habían soplado a 50 y 60 y se esperaba que siguieran haciéndolo. “Siguen siendo altos pero, a estas alturas, es como una brisa”, ha dicho Scott Dettorre, el jefe de bomberos de condado de Ventura, donde se espera que las operaciones contra el fuego desde el aire se hagan más efectivas y, con la propagación ralentizada, haya más opciones para los bomberos de ganar terreno a las llamas.
La tormenta perfecta
Aunque California sufre cada año olas de incendios, en su mayoría provocados por humanos (voluntaria o involuntariamente), los de este 2017 están siendo especialmente intensos y devastadores. En octubre ya hubo en la zona vinícola del norte del estado una serie de fuegos que provocaron 22 muertos y destrozaron 5.600 casas. Y para entender el fenómeno hay que repasar una tormenta perfecta de condiciones que se han vivido el último año en el estado.
El invierno pasado dejó precipitaciones históricas que acabaron con una sequía que tampoco había tenido precedentes. Aquellas lluvias ayudaron a que en primavera creciera la vegetación pero llegó a continuación el verano con las temperaturas más altas que se han registrado nunca. El otoño también ha sido de máximos en los termómetros. Y la vegetación seca, muerta y agonizante que llenó el paisaje del sur de California ha sido el pasto perfecto para las llamas.
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