Alemania abre juicio por "Loveparade", la fiesta que arrancó 21 vidas jóvenes

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Gemma Casadevall

La Audiencia de Duisburgo, en el oeste de Alemania, abre mañana viernes el juicio por la trágica "Loveparade" de 2010, la gran fiesta tecno en la que murieron 21 jóvenes aplastados por la multitud, entre ellos dos españolas, cuyas familias reclaman aún justicia.

"Son casi siete años de lucha. Este viernes se abre el juicio. Pero no están entre los acusados los dos grandes responsables de tanto dolor: el alcalde, Adolf Sauerland, y el organizador de la fiesta, Rainer Schaller", explica a Efe Paco Zapater, abogado de Tarragona y padre de una de las víctimas, Clara.

Su hija, de 22 años y en Alemania con el programa Erasmus, murió el 24 de julio de 2010 junto a su amiga Marta Acosta y 19 jóvenes de otras nacionalidades: Alemania, Holanda, Italia, China y Australia.

El matrimonio Zapater, Paco y Nuria, forman parte de la acusación particular en uno de los mayores juicios de la historia reciente alemana que, por razones de aforo, no tendrá lugar en Duisburgo, sino en el pabellón de congresos de Düsseldorf, capital del populoso "Land" de Renania del Norte-Westfalia.

En lugar del alcalde -que dimitió en 2012, después de que los ciudadanos de Duisburgo se pronunciaran a favor de su cese en un referéndum- o del jefe de la empresa organizadora Lopavent, se sentarán en el banquillo seis representantes de la administración municipal y cuatro de la citada compañía.

Se les imputa homicidio negligente en 21 casos y lesiones por los 620 heridos en la macrofiesta, a la que se preveía la asistencia de hasta 450.000 jóvenes y en la que en el momento de la tragedia participaban 150.000.

Muchos jóvenes quedaron atrapados en un único túnel que debía servir, a la vez, de vía de acceso y de salida al festival, una tragedia que, a juicio del informe del forense Jürgen Gerlach, habría sido aún mayor si se llegan a cumplir las expectativas de asistencia de Lopavent.

Según ese informe, el espacio previsto estaba preparado para recibir a unos 50.000 asistentes, no para el casi medio millón ansiado.

"La alcaldía autorizó celebrar la 'Loveparade' en esa ratonera", denuncia Zapater, quien prevé asistir al menos a las cuatro primeras vistas de un juicio para el que hay programadas 111 sesiones.

Zapater, como los Acosta, la alemana Gabi Müller -quien perdió a su hijo- o el chino Hannui Huang -cuya esposa murió en la fiesta-, reactivaron el proceso cuando parecía que no iba a tener lugar.

En abril de 2016, tras años de investigaciones, de haberse tomado declaración a 3.409 testigos y revisado más de mil horas de imágenes de las cámaras de vigilancia o los teléfonos móviles de asistentes, la Audiencia de Duisburg desestimó la apertura del juicio.

La fiscalía había apuntalado su acusación en un informe de un experto británico, que se tachó de poco fundamentado.

La fiscalía y la acusación particular -60 afectados, representados por 35 abogados- presentaron recurso en Düsseldorf, donde a principios de 2017 se falló a favor de los demandantes.

El proceso se celebrará por razones logísticas en la capital del "Land", en una sala con capacidad para 500 personas, entre acusados y defensas, familiares u otros afectados, ciudadanos y medios.

"Hemos visto esas imágenes, esos vídeos centenares de veces. Cada vez es un hachazo que nos rompe el alma. Va a ser muy duro. Pero hemos luchado mucho por estar aquí. Lo importante es que no se demore todo, porque en 2020 los cargos prescriben", explica Zapater.

Las imágenes de la tragedia siguen vivas para los familiares, quienes en estos años han trabado "relaciones de amistad".

"Ellos nos han visitado a nosotros, en España. Nosotros viajamos al menos una vez al año aquí. Compartimos lágrimas, a veces nos divertimos juntos, a pesar de la frontera del idioma", explica.

Entre sus iniciativas conjuntas estuvo una recogida de 362.160 firmas para lograr la reapertura de las investigaciones, tras la decisión de Duisburgo de rechazar la acusación.

"Soy abogado. Sé que una decisión judicial no puede derivarse de recoger firmas. Pero también sé que la Justicia no puede permanecer ajena al sentir del ciudadano", afirma el jurista y padre de una muchacha a la que dejó partir para estudiar en Münster -"una ciudad de un país que creíamos seguro, donde las cosas funcionan bien"-.