Una víctima abandera a las personas con tartamudez tras una niñez dolorosa

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Concha Tejerina

Yolanda Sala, una alicantina de 40 años, aún tiene "impreso el dolor" que le causaban las burlas de sus compañeros de instituto por su tartamudez, una situación que le llevó a sufrir bulimia. Ahora abandera la lucha contra la discriminación social y laboral que sufren las personas afectadas por este trastorno del habla.

"Son muchas las personas con tartamudez que no salen del armario, no solemos dar la cara", asegura a Efe Salas con motivo de la celebración, el próximo 22 de octubre, del Día Mundial de la Tartamudez, una patología que, aunque no hay registros oficiales, afecta a unas 800.000 personas en España.

Sala, que reside en el municipio alicantino de Mutxamel y es la vicepresidenta de la Fundación Española de la Tartamudez, asegura que se sienten "invisibles" para los organismos públicos y privados, y "discriminados" cuando van a buscar un trabajo, pese a estar plenamente capacitados.

"La sociedad no sabe que dentro de la imagen burlesca que muestran algunos humoristas hay un suicidio social, mucho dolor y una baja autoestima", afirma Salas, que añade que ya en edad escolar empieza uno mismo a diferenciarse porque se siente "diferente".

Confiesa que cuando le preguntaban en clase prefería decir que no sabía la respuesta o fingía una afonía para "evitar una exposición muy brutal" y dañina. Son, admite, "lastres y barreras que te pones tú mismo".

Una de las "renuncias más grandes" que ha hecho en su vida es optar por la clase de francés en lugar de la de inglés. A la primera "iban inmigrantes o gente con menos aptitudes, era una manera de apartarme del grupo grande, tener una zona de confort y estar menos expuesta", reconoce.

En el instituto "fue mucho peor, como una cárcel limitante porque no era yo; no podía aprender, me esforzaba más por salir de ese bloqueo que por lo que aprendía", explica Sala para recordar cómo se sentaba al final de la clase "y con la cabeza agachada" para que la profesora de lengua no le hiciera leer en alto.

"Yo no iba a clase dispuesta a aprender, sino predispuesta a pasar desapercibida. Era lo único que quería", recuerda. Posteriormente ha estudiado Diseño Gráfico y se siente una persona con altas capacidades e inteligente.

La tartamudez afecta a un 5 % de la población infantil y, aunque una atención temprana permite que remita el problema en el 80 % de los casos, en el 20 % va a persistir. "Ante una disfluencia evolutiva o persistente se debe intervenir desde el minuto uno", asegura.

Si pudiera pedir un deseo no sería el de eliminar la tartamudez, sino que su familia y su entorno "hubiera reaccionado distinto" cuando era una niña y no "mirando a otro lado. Era como un elefante azul en un salón que todo el mundo ve que está, pero prefiere mirar a otro lado".

Ve esencial para un niño con tartamudez recibir "mensajes constructivos y positivos" por parte de los padres, para no llegar a la edad adulta "totalmente destrozado emocionalmente".

"Me ha pesado más toda la mochila emocional. Ahora hablo de tartamudez y es mi lucha, mi bandera, pero tengo un poso interno de toda esa herencia de muchos años acumulada, me autolimito y autocastigo", destaca Yolanda Sala.

Asegura que siempre se ha escondido "detrás" de su aspecto físico y explica que aunque le gusta potenciar el rol de mujer y físicamente es agradable de ver, "detrás de esa armadura hay una persona tan frágil y pequeña" que se ha tenido que ir de reuniones sociales porque le abordan sentimientos de que no cae bien, no vale o no está "a la altura".

En su época de instituto, recuerda, estaba "más gordita" y sufrió durante dos años bulimia como una manera de castigarse: "Necesitaba mutilarme porque no me aceptaba".

Su entrada en la Fundación le permitió no castigarse "tanto" y aceptarse tal y como es, aunque asegura que a nivel laboral en el 80 % de los casos escogen a la persona que habla de manera fluida, aunque la persona con tartamudez presente un currículum igual o más brillante.

¿Lo mejor que pueden hacer por ellos? "Dejarnos hablar, que no acaben nuestras frases; solo pedimos un poco de paciencia, aunque tardemos cinco segundos más", reivindica.

Sala también denuncia que en la cartera de la Seguridad Social no existe la figura del logopeda, un experto que, afirma, no se pueden permitir las familias sin recursos.