reconstrucción de los crímenes

La impunidad del 'violador del taxi'

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Guillem Sànchez / Barcelona

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No se conocen entre ellas. Pero las cinco tienen algo en común: se cruzaron con el mismo taxista, que les hizo daño cuando más vulnerables estaban. En Barcelona hay más de 10.000 conductores profesionales que, tras una noche de fiesta que habían terminado en mal estado, las habrían llevado a casa sanas y salvas. Pero tuvieron la mala suerte de subirse al coche de un depredador sexual: 'el violador del taxi'.

E. D. O. es un hombre colombiano de 41 años que vive en Barcelona. Que está casado y tiene hijos. Hace algún tiempo alquiló una licencia de taxista. Trabajaba siempre en el turno de la noche, recogiendo a clientes que salían de las discotecas. Lo dejó hace cuatro meses, porque ingresó en la cárcel. Los Mossos creen que él es 'el violador del taxi', el hombre que atacó a cinco jóvenes de 20 años en la parte trasera de su Skoda entre agosto del 2016 y marzo del 2017. 

Pero no está en la cárcel por ninguno de estos delitos. Está encerrado cumpliendo condena por un delito de tráfico de drogas cometido en el 2014. Si no fuera por esta sentencia anterior, actualmente estaría en libertad y ninguna medida judicial le habría impedido seguir trabajando de taxista. 

26 de agosto

Dos chicas americanas de 20 años se han pasado la noche de fiesta en la Vila Olímpica. A las 04.00 horas deciden regresar al hotel en taxi. Durante el trayecto, el conductor se da cuenta de que una se ha quedado dormida. Al llegar, la otra baja para pagar la carrera antes de despertar a su amiga. No tiene tiempo de hacerlo, el conductor arranca el coche y se lleva a la chica. El taxista conduce hasta una zona tranquila. La viola. Ella se despierta por culpa de las embestidas. Horrorizada, intenta defenderse. Resulta inútil. El taxista retoma la marcha unos minutos, se detiene y la suelta en una calle poco transitada.

La encuentra un chico iraní, que se acerca al verla llorar. Él llama a los Mossos. Cuando llegan los policías la joven les enseña algo que tiene en la mano. Durante la agresión, al violador se le cayó el móvil. Ella lo cogió sin que se diera cuenta. Gracias a la valentía de esa acción, los investigadores lo detienen enseguida. Tanto ella como su amiga confirman que el dueño del móvil es el mismo taxista que la secuestró. De entrada no quieren denunciar, les asusta que la noticia llegue a Estados Unidos. Después decide denunciar. El taxista pasa a disposición judicial. El juez lo deja en libertad con cargos. La chica cambia de opinión de nuevo y retira la denuncia. 

23 de septiembre

Una chica de 20 años sale de la discoteca Bling Bling y se sube a un taxi a las 04.30 horas. Va lejos, fuera de Barcelona. El taxista le responde que no se preocupe por el dinero. Ya en la C-58, lejos de la capital catalana, el conductor detiene el coche en el arcén. Abre la puerta del pasaje, la cierra y se sienta junto a ella. Intenta convencerla para que tengan sexo, la intimida con caricias sobre la pierna. La joven se echa a llorar y suplica que la deje marcharse. No lo hace enseguida, pero al final accede a abrir la puerta. Arranca el coche y la abandona en la carretera.

Allí la encuentra una patrulla de los Mossos. Ella les cuenta qué acaba de suceder. También les muestra una fotografía que ha tomado con su móvil cuando, al bajar, el taxi se alejaba. Los policías interceptan al conductor. Es el mismo hombre que -presuntamente- atacó a una norteamericana hace menos de un mes. Pasa a disposición judicial. Otro juez lo deja en libertad con cargos.

14 de noviembre

Una mujer de 28 años sale de la discoteca Jamboree a las 0.400 horas. Se encuentra mal, quiere volver a casa. Se monta en un taxi. Le da la dirección. En pocos segundos, se queda dormida. Cuando retoma la consciencia, está siendo violada por el taxista. Reacciona con firmeza y logra salir del coche. Está en la calle de Consell de Cent. El taxista huye.

Tres horas más tarde, acude al hospital. El examen forense ratifica la violación. La víctima no recuerda la cara del hombre pero sabe que es un taxista. El jefe de E.D.O. confirma a los Mossos que esa noche su empleado ha trabajado. Las cámaras de un banco registran a la hora de la agresión un taxi Skoda en el lugar de los hechos.

25 de febrero

Una chica de 19 años sale de la discoteca Opium porque necesita vomitar. Cuando se recompone, a las 01.30 horas, comprende que necesita descansar. Acude a buscar un taxi. Le explica al conductor donde vive. Se queda dormida. Cuando se despierta tiene al taxista encima, la está tocando y ella tiene la sensación de llevar rato intentando apartarle la mano. La joven no acude a los Mossos.

3 de marzo

Una americana de 21 años sale de la discoteca Razzmatazz. A las 05.30 horas sube a un taxi para ir hasta el apartamento que ha alquilado para pasar unos días en Barcelona. El taxista, al poco rato, detiene el coche. Abre la puerta, se sienta junto a ella y le propone que busquen un sitio más tranquilo. Asustada, ella dice que no. Rompe a llorar. El agresor le coge la mano y la obliga a masturbarlo.

Tras forzarla, conduce hasta Les Corts. La echa del taxi. La joven, durante este último trayecto, ha sacado el teléfono discretamente para tomar una imagen de la licencia del coche y del taxista. Gracias a eso, los Mossos arrestan a E. D. O. por tercera vez. Pero vuelve a quedar en libertad tras pagar 3.000 euros de fianza 

Ingreso en prisión, por drogas

El 10 de marzo la chica que fue atacada el 25 de febrero (cuarta víctima) acude a la comisaría a denunciar los hechos, dos semanas más tarde. Los agentes le muestran un álbum de sospechosos. Ella señala a E. D. O. Los investigadores creen que este taxista también está detrás de la agresión del 14 de noviembre (tercera víctima). Lo detienen por cuarta vez y avisan al juez de que están ante un "delincuente sexual en serie". La fiscalía solicita la prisión preventiva. Entra en la cárcel

Pocos días después, no obstante, se acuerda de nuevo dejarlo en libertad. Pero esta vez no llega a salir a la calle. Según aclaran dos de los abogados que lo han defendido, se queda en prisión porque justo entonces comienza a cumplir una condena de tres años por tráfico de drogas

Cinco víctimas, cinco heroínas

Estas cinco jóvenes tienen otra cosa en común. Todas intentaron detener al violador del taxi. Robándole el teléfono. Fotografiando su matrícula. Tomando una imagen de su licencia. Sometiendo su cuerpo a un examen forense de madrugada. O cambiando de opinión y animándose a denunciar que habían sido vejadas. A pesar de que cada una de ellas hizo algo heroico para evitar que hubiera más víctimas, este agresor sexual se cobró, por lo menos, cinco mujeres. Se merecían que la justicia lo hubiera parado antes.

"Fueron consentidas"

Durante las detenciones policiales, el taxista siempre se negó a declarar. En sede judicial solo admitió que había mantenido relaciones sexuales consentidas con diversas mujeres.