¡Basta de collejas a los niños!

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TERESA PÉREZ / BARCELONA

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Las collejas, entendidas como método educativo para corregir conductas infantiles no deseadas, aún no están abolidas legalmente. Distintos países europeos, entre ellos España, han seguido las recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño y han eliminado de su legislación y, además, han prohibido explícitamente los artículos que daban pie a justificar o amparar los castigos físicos infantiles. Catalunya, sin embargo, no se ha sumado a la propuesta. El Código Civil de Catalunya todavía hace referencia “a la corrección proporcionada, razonable y moderada“ de los padres o cuidadores a sus hijos.

Los expertos en Infancia, a los que se ha sumado el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, cuestionan este artículo porque, "al no ser lo suficientemente claro, permite avalar los cachetes, bofetadas y collejas”. Y se preguntan ¿qué entiende la gente por razonable y moderado? Cada persona tiene una opinión”. Las tradiciones culturales, las situaciones límite a las que conduce la pobreza o los malos tratos que han recibido los padres durante la niñez propagan los castigos corporales de generación en generación. ¿Cómo salir de este endemoniado círculo? Una posibilidad es la que proporciona el programa Paidós de Cáritas Diocesana de Barcelona, donde se enseña a las familias el cuidado de los hijos y también otras formas de relacionarse con más ternura.

PAGAR EL PATO

Lluïsa Sebastià, que trabaja en el programa de Famílies i Infància de la organización solidaria, aclara: “A menudo los progenitores no conocen o no tienen más herramientas que el bofetón, la violencia verbal y el menosprecio para corregir a sus hijos”. La precariedad laboral, el problema de la vivienda provocan una impotencia personal y "esa virulencia la acabamos sacando con los más pequeños que son los que pagan el pato de las tensiones. Con los adultos, sin embargo, nos contenemos", afirma la psicóloga infantil Montserrat Martín.

El Síndic de Greuges ha solicitado en diversas ocasiones a la Generalitat, la última vez a finales del pasado diciembre, que suprima del Código Civil de Catalunya el artículo 236-174, en el que se menciona textualmente: "Los progenitores, con finalidad educativa, pueden corregir a los hijos en potestad de una manera proporcionada, razonable y moderada, con respeto a su dignidad e integridad física y psíquica". También lo ha reiterado en sus informes sobre la infancia desde el año 2010. María Jesús Larios, adjunta al Síndic para temas de infancia y adolescencia, cree que “no hay que modificar. Lo que hay que hacer es que no figure en el Código Civil de Catalunya, que se suprima, de la misma manera que estas referencias no existen en las relaciones entre adultos”.  

HERRAMIENTAS EDUCATIVAS

Expertos en infancia y entidades sociales son tajantes. “Los cachetes también son una forma de violencia y la fuerza nunca está justificada. Los castigos son siempre degradantes y se pueden evitar”, claman en Save the Children. La organización recuerda  la recomendación del Comité de los Derechos del Niño para que se corrija del Código Civil de Catalunya. 

Gemma Lienas, diputada del grupo Catalunya Sí que Es Pot en el Parlament de Catalunya, introdujo un matiz durante una reciente intervención en la comisión de Infancia de la cámara catalana. A su juicio, el castigo corporal no se debe utilizar bajo ningún concepto,  pero hay que tener en cuenta que hay familias que proceden de entornos donde sí se usa y hay que enseñarles herramientas para que sepan cómo educar sin recurrir al castigo físico.

Este planteamiento es uno de los pilares en el que se sustenta el programa Paidós para enseñar y dar pautas sobre crianza y cuidados de los hijos a las familias más vulnerables. A muchos padres y madres “no los cuidaron de pequeños y carecen de referentes para utilizarlos con sus niños”, afirman en la organización. Lluïsa Sebastià es consciente que cuando los padres han vivido en su infancia “un modelo basado en la violencia física o verbal tienden a trasmitirlo a sus descendientes”.

HÁBITOS ARRAIGADOS

Las tradiciones culturales tienen un gran peso en la educación como sucede en familias nigerianas y latinas,  donde el castigo corporal infantil es una práctica aceptada y, por tanto, no censurada. Los cachetes “son hábitos muy arraigados en mucha gente, incluso inconscientemente”, asegura Sebastià.

La contundencia de los datos verifica esta afirmación. Algunas organizaciones como Unicef revelan que el 60% de los chavales menores de 14 años sufren castigos corporales en el ámbito familiar. Jaume Funes, educador social, añade: “La violencia no es, en principio, un método educativo, es el fracaso al que se llega cuando se han perdido otras opciones educativas. A la gente hay que enseñarle que hay otras maneras de reconducir a los hijos".