Gente corriente

"Tenemos el gen de la inmigración en el ADN"

Antropóloga. Vive entre Catalunya, Formentera y Marruecos y reinvidica la identidad común de los pueblos mediterráneos.

«Tenemos el gen de la inmigración en el ADN»_MEDIA_1

«Tenemos el gen de la inmigración en el ADN»_MEDIA_1

GEMMA TRAMULLAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los egipcios lo llamaban Gran Verde; los turcos, Mar Blanco; los griegos, Mar Entre Tierras; los romanos, Mar Nuestro, y en árabe lo llaman Al-bahr al-Abyad al-mutawassib, que significa Mar Blanco Intermedio. Ivone Puig Artigas (Sabadell, 1964) se siente en casa en cualquier orilla del Mediterráneo. Licenciada en Filología Árabe y doctorada en Antropología Social y Cultural, ha publicado la novela A sol post y ahora Cròniques de Xauendietari d'una antropòloga al Marroc, que presenta el próximo 6 de julio en la librería Documenta de Barcelona.

-En vez del carnet de conducir, a los 20 años usted se sacó el título de patrón de vela.

-El mar me fascinaba. A los 13 años empecé a ir a Formentera con mis padres y desde los 19 he ido a la isla todos los años, aparte de los que he pasado íntegros en el mundo árabe.

-Estudió Filología Árabe en los años 90, cuando casi nadie lo hacía.

-Estaba enamorada de los libros de Naguib Mahfuz, Amin Maalouf... Me transportaban a un mundo árabe que me fascinaba y quería leerlos en su lengua original.

-Pero pronto el aula se le quedó pequeña.

-El primer año de Filología fui a hacer un curso a Damasco, al año siguiente fui a El Cairo, después volví a Damasco y al acabar la carrera  empecé a hacer investigación terminológica en Marruecos. Más tarde estudié Antropología y pasaba un semestre en Barcelona y otro en Marruecos.

-¿Qué le atrae tanto de Marruecos?

-La humanidad. La gente sencilla es increíblemente solidaria y el sentimiento de comunidad se mantiene intacto. Su espontaneidad y la facilidad que tienen para disfrutar del presente te atrapa.

-Para su tesis se instaló en Formentera y entrevistó a todas las familias marroquís.

-Aparte de mi relación personal con la isla, las Baleares tienen el número proporcionalmente más alto de inmigrados del Estado y en esa cifra incluyo a los extranjeros.

-Ha dicho inmigrados y no inmigrantes.

-Inmigrante es un participio activo, que indica algo que aún está en proceso. Una persona que lleva años instalada en un lugar que no es el de origen es un inmigrado, y eso me incluía a mí.

-Entonces, todos somos inmigrados. 

-Sí, todos tenemos el gen de la inmigración en el ADN porque en algún momento de nuestra vida o de la de nuestras familias hemos sido inmigrados.

-Tras entrevistar a 122 personas en la isla, quiso conocer sus orígenes y en el 2009 se instaló en Chauen, al norte de Marruecos.

-La migración es una experiencia dolorosa y alienante. Lo ha sido para mí, así que imagínese para ellos que vienen de zonas rurales, están muy poco formados, no conocen nuestra lengua... Muchos han bajado de nivel social y de confort respecto a lo que tenían. Viven de forma precaria para ahorrar dinero y comprarse una casa en su país para demostrar que han tenido éxito.

-En Marruecos se dio cuenta de que somos más parecidos de lo que pensamos.

-Quizá están algo más anticuados en según qué cosas, como la ropa de las mujeres, pero no hace tanto en las zonas rurales de Catalunya también iban tapadas. Viniendo de Formentera, donde las tradiciones se han alterado muy poco, me pareció que Marruecos era una extensión de los valores mediterráneos.

-¿Existe una identidad Mediterránea?

-Para mí, sí. La novela A sol post reivindica una identidad mediterránea, porque los pueblos de las costas del Mediterráneo tienen muchos rasgos comunes. En Marruecos a veces estaba con personas que podrían ser mi madre o mi abuela. Si en lugar de buscar las diferencias nos centráramos en lo que compartimos, las relaciones interculturales serían más fluidas.