La carretera de la muerte

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NACHO HERRERO / VALÈNCIA

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Centenares de ciclistas escoltaron el martes pasado un coche fúnebre hasta el cementerio de Senija (Alicante). Despedían a un compañero que el domingo anterior fue atropellado por un conductor que dio positivo en el test de drogas. La escena, el triste pelotón fúnebre, era calcada a las que se vivieron unas semanas antes en la vecina Xàbia durante el entierro de los tres ciclistas a los que arrolló una conductora que dio positivo en alcohol y drogas. Ambos pueblos, casi en la línea divisoria entre Alicante y Valencia, están separados por 18 kilómetros, aunque la distancia que hay entre el lugar de ambos accidentes es mucho menor, apenas cinco kilómetros. Poco espacio para la casualidad.

Los dos siniestros se produjeron en la fatídica N-332, en el término municipal de Oliva, ya en Valencia, y tristemente ratificaron los últimos datos sobre esa carretera. En una reciente respuesta parlamentaria, el Gobierno confirmó que esta carretera nacional, en el tramo que conecta València y Alicante, es la vía estatal que más accidentes con ciclistas involucrados registró en el trienio 2014-2016. Un total de 50. Este año no parece que vaya a ceder ese macabro primer puesto. Cuatro de los 21 ciclistas que han muerto atropellados en el 2017 en España (tres más que en el 2016 a estas alturas del año) lo han sido entre los kilómetros 205 y 210 de esta N-332, un domingo por la mañana,  provocados por dos conductores jóvenes que volvían de fiesta.

TRÁFICO, DISCOS Y CICLISTAS

Se trata de una vía con alta densidad de tráfico, en parte porque sigue sin liberalizarse la paralela AP-7. La reconversión de esta autopista de peaje en autovía es una histórica reivindicación de las poblaciones vecinas para pacificar el tránsito. Pero, además, es una zona clásica para salir de fiesta, con decenas de discotecas y chiringuitos diseminados por todo ese tramo de costa, a la par de que es también una zona de larga tradición ciclista. De hecho, son muchos los equipos profesionales, españoles y extranjeros, que hacen allí sus pretemporadas. Buen clima, posibilidad de hacer tiradas largas y de tener rampas empinadas a pocos kilómetros. Por eso la Vuelta a España suele hacer parada por estas carreteras.

Carol Escolano, vecina de Gandia y ciclista habitual, confirma que se trata de un tramo que reúne todos los condicionantes para que haya accidentes y que, al mismo tiempo, es muy difícil de evitar para cualquier aficionados de la zona que haga rutas de cerca de cien kilómetros. “Haces ese tramo con los dedos cruzados y pensando ‘vamos a hacer todo perfecto y a ver si además tenemos suerte y no nos pasa nada”.

Y apunta dos inesperadas variables más en el tramo concreto de los últimos accidentes. “Además, ahí tenemos a las señoritas que se ponen a ofrecer sus servicios [prostitutas] invadiendo los arcenes, y a los que se ponen a vender naranjas o melones”, señala. No sólo no hay suficientes controles sino que se hace la vista gorda con estos colectivos que dificultan aún más la circulación, denuncia. “Cuando no respetan el metro y medio de separación para adelantar, es una sensación de vulnerabilidad total, sientes que te mueven la bici”, describe.

MEDIDAS URGENTES Y OTRAS PROPUESTAS

El lunes pasado hubo un quinto fallecido en la N-332, aunque en circunstancias diferentes, pues iba en bici de paseo y fue atropellado tras hacer, aparentemente, un giro no autorizado. Esta semana se han sucedido las reuniones. En Madrid, en Oliva y en València se han sentado la DGT, la Delegación de Gobierno, los ayuntamientos de la zona, la Generalitat y también la Federación de Ciclismo de la Comunitat Valenciana. Amadeo Olmos, su presidente, admite que están asustados. “Ahora me pongo en la piel de un padre que vea que sus hijos se van a entrenar y me daría miedo”, afirma.

Desde la federación aportan una batería de medidas. Algunas ya recurrentes, como señales que recuerden que la distancia mínima para adelantar es de 1,5 metros, una asignatura de seguridad vial en los institutos, más controles de alcoholemia y drogas y “más presencia policial porque, cuando los ves, levantas el pie”. Juan Carlos Moragues, delegado del Gobierno, anunció un plan conjunto de la Guardia Civil y las policías locales, que recibirán kits para realizar controles y que contarán con un radar móvil.

MÁS CONTROLES, MÁS MULTAS

“Habrá un sobreesfuerzo y se intensificarán los controles para actuar en aquellos puntos más conflictivos y en los lugares cercanos a zonas de ocio donde se consume alcohol”, señaló Moragues, que apuntó especialmente al fatídico acceso sur a Oliva. Pero los ciclistas proponen el estudio de otras medidas de mayor calado. “Hay que reducir al cero por ciento la tasa permitida de alcohol”, afirma Olmos. “Las multas deberían ser más severas. Al que le quitan el carnet, va sin carnet, como pasó con la chica de Gandia, pero si le hubieran quitado 4.000 euros, le habría dolido más y se lo habría pensado mejor”, apunta.

Y la más novedosa: exportar el método de la lucha contra el dopaje del ciclismo. “Cuando un ciclista da positivo sabe que cualquier día pueden ir a su casa a hacerle un control y que si vuelve a dar afirmativo ya no puede competir más. A los conductores que hayan dado positivo se les podrían hacer controles periódicos, que supieran que están en una lista y que cualquier día se les puede ir a hacer otro”, apunta. Y si se repite el positivo, no dejarles ‘competir’  más en las carreteras.