PLAN DE CHOQUE EDUCATIVO

Institutos escuela para combatir los guetos escolares

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Domi Viñas, actual jefa de estudios del colegio Bernat de Boïl, en el barrio del Bon Pastor de Barcelona, lleva unos días ocupada haciendo entrevistas a profesores. Busca docentes de secundaria que sean, dice, "todoterreno", que sepan trabajar de forma globalizada o, lo que es lo mismo, que den clases de Ciencias Sociales en Inglés "y si hace falta hagan una sesión de Música o Educación Física". "Ya está casi toda la plantilla completa, solo nos falta uno más", explica. El próximo curso 2017-2018, el Bernat de Boïl dejará de ser un centro de primaria para convertirse en un instituto escuela, en una de apuestas más ambiciosas del plan del choque educativo que está desplegando el Ayuntamiento de Barcelona. El modelo sigue la senda iniciada por otros ayuntamientos catalanes, como el de Sant Adrià de Besòs, para reducir el fracaso escolar.

"Como será administrativamente un centro de nueva creación, la selección del profesorado de ESO la estamos haciendo desde aquí", aclara Viñas, que el próximo curso asumirá la dirección del nuevo instituto escuela, bautizado con el nombre de El Til·ler. No está siendo fácil. Primero, porque el colegio trabaja aplicando nuevas metodologías docentes -y eso determina el perfil profesional del aspirante a la plaza-, y, segundo, porque el centro es de uno de los de máxima complejidad económica y social. "Para que nos vamos a andar con rodeos: es una escuela gueto, muy estigmatizada", admite la futura directora.

POBLACIÓN INMIGRANTE

"Los vecinos del barrio tuvieron tres opciones en su relación con el colegio: vernos como el centro público que somos y compartir nuestras actividades, no querernos y pedir nuestro cierre o, en tecer lugar, hacernos invisibles... Y optaron porque fuéramos invisibles", lamenta Viñas. "Supongo que durante el tiempo en que en el barrio se instaló un número importante de población inmigrante, la escuela desempeñó una función acogedora de esos recién llegados que ya le iba bien a los vecinos", reflexiona la docente.

Y con esa etiqueta se quedó. Hasta ahora. "Queremos que eso cambie y empezar desde cero, aprovechar que ya llevamos un par de cursos introduciendo nuevas maneras de trabajar en las aulas, que estamos transformando el centro en una comunidad de aprendizaje, para hacer el cambio definitivo", proclama Viñas. Los alumnos podrán estudiar allí desde los tres hasta los 16 años.

Desde luego, el futuro El Til·ler reúne las condiciones para ser el centro inclusivo e integrador que se ha propuesto ser, con grupos de trabajo reducidos, lo que propicia que los alumnos trabajen de forma colaborativa y que los profesores les presten una atención personalizada. "Uno de nuestros objetivos es que, poco a poco, vayamos ganando la confianza de las familias que viven en el barrio", dice esperanzada la que será su directora. Eso, prosigue, "ayudaría a la mejora de resultados educativos y elevaría la autoestima de la gente del centro".

EXPANDIRSE A TODA LA CIUDAD

El Til·ler es quizás el caso más singular de los tres nuevos institutos escuelas públicos con que contará la ciudad de Barcelona el próximo curso. Los otros dos estarán en los barrios de Roquetes (en el colegio Antaviana) y de Trinitat Nova (fruto de la fusión de las escuelas Sant Josep Oriol y Sant Jordi y del instituto Roger de Flor). "Todos ellos contarán con proyectos educativos innovadores, pero no son centros pensados solo para ser únicamente elementos de compensación de desigualdades", asegura Miquel Àngel Essomba, comisionado de Educación del Ayuntamiento de Barcelona. El propósito, agrega Essomba, "es que el modelo se vaya expandiendo por toda la ciudad".

Essomba niega, de este modo, que sean ciertas las sospechas de aquellos que apuntan a que estos institutos escuela terminen teniendo un efecto contrario al deseado y acaben "consolidando los guetos ya existentes", como señala el maestro y psicopedagogo Joan Maria Girona.

"Hay estudios que ponen de manifiesto que los institutos escuela contribuyen a facilitar el muchas veces el  complicado paso de la primaria a la secundaria, que es un factor de riesgo importante en el fracaso escolar", indica el comisionado. "En estos centros, los alumnos siguen con el mismo equipo educativo, en el mismo espacio físico y con los mismos grupos de compañeros y referentes", prosigue. Esta continuidad entre etapas, recuerda Essomba, es también un elemento muchas veces determinante cuando las familias han de escoger escuela para sus hijos. "Ese criterio, tal y como está ahora, beneficia a los colegios concertados frente a los públicos", denuncia.

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