La Eurocámara exige a la UE que limite las grasas trans en los alimentos en un plazo de dos años

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LUIS VELLÓN / BRUSELAS

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Por una mayoría aplastante -586 votos a favor, 19 en contra y 38 abstenciones- el pleno del Parlamento Europeo ha pedido este miércoles límites obligatorios al uso de las conocidas como grasas trans en la industria alimentaria, comúnmente empleadas desde la década de los 50 en productos de bollería y panadería así como en fritos. La resolución alerta de que solo uno de cada tres consumidores europeos -según datos de la Comisión- conoce los ácidos grasos trans, lo que demuestra que las medidas sobre el etiquetado son insuficientes. Por ello, pide al Ejecutivo comunitario que proponga un límite legal lo antes posible y preferiblemente antes de dos años.

La batalla contra las grasas trans se juega ahora en Europa después de que la oficina federal de alimentos y medicamentos de Estados Unidos (FDA, en inglés) ya dictara en eL 2006 la obligación de incluir su contenido en las etiquetas de los alimentos, a la espera de una prohibición total en el verano de 2018. Un estudio demuestra que la mayoría de la población no es consciente de los riesgos para la salud que conlleva un consumo excesivo de este tipo de grasas por lo que la Unión Europea quiere tener una respuesta cuanto antes.

Los ácidos grasos trans se encuentran naturalmente presentes, en cantidades mínimas, en los productos lácteos así como en la carne de ternera o de cerdo. Sin embargo en estos casos no suponen un riesgo real ya que la principal fuente procede de la alimentación industrial, es decir, la comida procesada (desde productos de bollería hasta pasteles y galletas, pasando por alimentos fritos y precocinados). Estas grasas se generan como resultado de la transformación de aceites vegetales líquidos en sólidos, mediante un proceso de hidrogenación. La industria mejora así la conservación de los alimentos y consigue la frescura y textura deseadas. Pero la Organización Mundial de la Mundial de la Salud (OMS) advierte: varios estudios científicos asocian su consumo a un mayor riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, infertilidad, alzheimer, diabetes y obesidad; por lo que aconseja su limitación.

SIN NORMATIVA

A escala europea no existe aún una normativa que regule el contenido de las grasas trans en los alimentos, ni tan siquiera es obligatorio que se informe sobre su presencia en las etiquetas. La Comisión Europea llegó a la conclusión el pasado diciembre de que el establecimiento de un límite legal que los fabricantes no puedan sobrepasar -el uso de grasas trans reduce costes y aumenta beneficios- sería la medida más eficaz para hacer frente al problema, por lo que ahora la Eurocámara pide que ese límite se fije cuanto antes. La OMS considera que la ingesta de grasas trans debería ser inferior al 2% del consumo total de grasa en adultos. Y es que las enfermedades cardiovasculares se consideran responsables de unas 660.000 muertes al año en la UE, equivalentes al 14% de la mortalidad total.

Algunos Estados miembros ya han fijado límites legales pero no es el caso de España. Los cuatro países que sí lo han hecho son Dinamarca, Austria, Hungría y Letonia. Otros han aprobado medidas voluntarias acerca del contenido de estas grasas (Bélgica, Alemania, Países Bajos, Polonia, el Reino Unido y Grecia) mientras que Bulgaria, Malta, Eslovaquia, Finlandia y Suecia cuentan con recomendaciones dietéticas nacionales. Si se adopta la nueva legislación europea, los fabricantes de todos los países miembros deberán cumplir con  los límites así como con el etiquetado obligatorio. En Estados Unidos, esta última medida llevó a la industria alimentaria a reducir masivamente el contenido de las grasas trans en sus productos.