EL REGRESO DEL OCIO CALLEJERO

El reto de la botella toma la calle

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Una simple botella de agua ha obrado el milagro. O sea, que los chavales se olviden un rato de los móviles, y de paso, den descanso a los maltratados pulgares. El ‘water bottle flip’ o reto de la botella, como se conoce por estos lares, consistente en el lanzamiento y volteo de los envases de tal modo que acaben cayendo de pie, ha revolucionado el ocio de la generación 2.0. Con el Pokémon Go ya en caída libre, las botellas giratorias están tomando las calles, las plazas, los colegios y hasta los hogares. La rutina de moda nos retorna a los juegos callejeros de hace lustros, cuando unas canicas, la charranca o las elásticas gomas entretenían la infancia. Es David contra Goliat. Frente al poderoso monstruo tecnológico, llega un objeto reciclable de lo más sencillo, cotidiano y accesible, y desata la locura.

Todo empezó cuando a Michael Senatore se le ocurrió presentarse, el pasado mes de mayo, al ‘talent show’ de su instituto en Charlotte (Carolina del Norte, EEUU) con el citado malabarismo sobre una mesa. El resto, lo habitual: un amigo colgó la grabación en la red y se hizo viral. Partiendo del número original, el circo virtual ha expandido el fenómeno a la búsqueda del más difícil todavía, con despegues y aterrizajes cada vez más complejos y extravagantes. Proezas o trucajes, se han viralizado lanzamientos de botellas desde tejados o tirolinas y recepciones sobre el tapón, sobre estrechas barandillas o coronando elevadas estructuras. A este paso, cualquier día aparece una botella haciendo la vertical sobre el dedo apuntador de Colón. 

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HABILIDAD Y AUTONOMÍA

La irrupción de este juego callejero es celebrada por expertos como Anna Pujol Ferran, directora del posgrado en diseño y didáctica del ocio infantil de la Universitat de Barcelona. “Lo apropiado es que los niños accedan a una variedad de juegos que les permitan desarrollar diferentes aptitudes: físicas, mentales, emocionales. Todo ayuda a su desarrollo evolutivo, y este juego potencia los reflejos y la habilidad para el posicionamiento de objetos. Bienvenido sea”. Consejo a progenitores: si el crío se engancha a un determinado juego, malo. “Los pequeños aprenden jugando y la diversificación es básica. Son necesarios juegos de construcción, puzzles, actividades físicas... ". De vez en cuando, apunta, regresa algún juego tradicional como la peonza pero habría que recuperar más.

El sociólogo y antropólogo Xavier Martínez Celorrio agradece la nueva rutina como una "ventana de aire fresco" que devuelve "la autogestión, la autonomía, a unos niños colonizados por la tecnología". “Me parece una sustitución más natural, auténtica y genuina a la fiebre pasada por el Pokémon Go, una novedad de esnobismo máximo dentro del bucle de innovaciones en el que vivimos”. Habría que aprovechar, prosigue, para recuperar los juegos infantiles del pasado, al alcance de todos e independientes del consumismo voraz y las marcas. “Deberíamos buscar el equilibrio y volver a los juegos sociales auténticos, en los que todos podían participar, el problema es que cada vez hay menos espacio público para la infancia”, añade. 

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A los adolescentes ya no les pillan sin las manos en el móvil, asume, pero hay esperanza para los prepúberes. El país vecino está en ello. “En Francia, algunas escuelas de primaria hacen una semana libre de pantallas. Sin ordenador ni móviles, se entretienen con los juegos tradicionales de toda la vida como el escondite”. Es la contraimagen, ilustra, de la fotografía de unas jóvenes sentadas en un museo de espaldas a un Rubens abducidas por sus cuadros virtuales. 

HASTÍO CIBERNÉTICO

También Jaume Funes, educador y psicólogo, valora la nueva práctica. “Los juegos simbólicos y cotidianos, elementales, son muy enriquecedores, no hace falta tanta sofisticación. Hay que desconectar del hastío cibernético, aunque en el caso de la botella también está presente con la grabación de los retos”. Recuerda Funes que la creatividad infantil es "muy superior a los propósitos de los adultos”. Si los críos vivieran en el campo sin móviles se inventarían juegos y reglas con palos, piedras o cualquier elemento a tiro. 

Enric Canet, educador y director de Relaciones Ciudadanas del Casal dels Infants del Raval, donde los malabarismos con las botellas han irrumpido con gran entusiasmo, va más allá. “Sería conveniente que la figura de un adulto acompañara a los chavales en este reto, para reforzarles en la repetición tras el error. Les gusta mucho este entretenimiento tan simple porque cuando lo dominan, les da gran satisfacción y mejora su autoestima”, afirma. 

Pero en esta sociedad consumista y adicta a lo último, el juego de moda tiene ya fecha de caducidad. Lo anuncia Boris Mir, director adjunto del programa Escola Nova 21, convencido de su breve recorrido. “El cambio de juegos es un ‘non stop’ global. Durará un par de meses, hasta Navidad, luego vendrán otras cosas”, vaticina. 

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