"Quería ser madre y opté por la reproducción asistida"

Laura Steegmann fue monja franciscana hasta que su deseo de tener hijos pudo más

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CARME ESCALES / BARCELONA

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A los 21 años, su experiencia en una misión con monjas franciscanas, en Argentina, hizo que Laura Steegmann (Barcelona, 1974) se sintiera atraída por la vida religiosa. Así, la joven, que había estudiado enfermería en Barcelona, se formó en teología en Madrid y Salamanca y partió de misiones.

Tras un año en Benin (África), regresó a Madrid, donde trabajó con niños con discapacidad en una comunidad franciscana y en un centro asistencial de los religiosos camilos para ancianos. Esto llenó su vida durante más de diez años. "Me sentía feliz y segura", recuerda.

Pero, meses antes de cumplir los 34 años, empezó a sentir muchas ganas de ser madre. "Siempre pienso que la vida cambia porque cada cual elige caminos a seguir", verbaliza Steegmann. "Y donde eres feliz es donde debes estar. La felicidad cambia de lugar, y eso me ha enseñado a tener la mente abierta, hay que estar preparada para los cambios".

No tomó de un día para otro la decisión de dejar los hábitos para ser madre, puntualiza Steegmann. "Pasé un año reflexionando sobre ello, y compartiendo mi inquietud con la comunidad de religiosas".

Cuando al fin se decidió, Steegmann estaba lista para seguir la estela de la felicidad. "Mi vida como religiosa fue muy rica, aprendí mucho, pero empecé a desear que mi felicidad tocara más con los pies en el suelo, que fuera más humana y vinculante, con lazos afectivos más fuertes. Y eso fue lo que sentí que me ofrecía la maternidad", relata.

LA FIGURA DE UN HOMBRE

Antes de hacerse monja a los 21 años, Laura Steegmann  se había sentido atraída por algún chico, pero no había llegado a formalizar ninguna relación. Y a los 35, recién secularizada por su deseo de ser madre, no consideraba la figura de un hombre necesaria para culminar su felicidad. Sobre todo, no veía fácil hallar a uno que encajase en su proyecto de vida. "Era consciente de que, a aquella edad, la reserva ovárica disminuía, lo tenía que hacer ya, porque se me pasaba el arroz, y opté por la reproducción asistida para ser madre más rápidamente", explica. "Más allá de que haya un padre o una madre, la familia está allí donde se vive el amor con intensidad. Donde hay amor, hay una familia. Sé que la vida puede cambiar, y estoy abierta a ello, pero no busco una pareja. El placer es bueno y es vida, pero no se vive solo a través del sexo, ese es solo un medio. La afectividad es otro, y yo ahora me siento feliz y plena afectivamente", confiesa.

LLEGARON NICO Y NIL

Con una primera fecundación, llegó Nico, que hoy tiene cinco años. Y, cuatro años después, le fueron transferidos embriones congelados del primer tratamiento, y llegó Nil, que ha cumplido 18 meses. "Afortunadamente, en la residencia en la que sigo trabajando –es directora de enfermería en cuidados paliativos– los hermanos camilos tienen una mente muy abierta y respetaron mi nueva situación, valoran a la persona más allá de sus opciones de vida", celebra. "Con nosotros, hay muchos excamilos trabajando, y algunos dejaron la comunidad para vivir en pareja, y mantienen muy buena relación con la orden".