Cinco sanciones impuestas por salvamentos de víctimas imprudentes

GRAE equipo de resvate de los bomberos

GRAE equipo de resvate de los bomberos / periodico

GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Desde el año 2005 la Conselleria d’Interior, en manos de distintos colores políticos, ha barajado la posibilidad de cobrar el coste de los rescates requeridos por víctimas que se han mostrado manifiestamente imprudentes.

Las dos primeras sanciones se interpusieron el 13 de mayo del 2011. Las anunció el entonces 'conseller' convergente, Felip Puig. Los que estrenaron este casillero fueron unos jóvenes que se quedaron atrapados en una zona inundada con su vehículo después de tomar un camino prohibido -rompieron incluso una cinta policial de plástico que lo indicaba- para evitar someterse a un control de alcoholemia. El segundo caso vino motivado por un esquiador que terminó siendo alcanzado por un alud después de ignorar las señalizaciones que avisaban del peligroso de abandonar las pistas de la Masella.

Los otros tres rescates se cobraron en el 2013 -uno- y en el 2014 –los otros dos-. El tercero fue un vehículo que se metió dentro del cauce del río Segre. Los gastos del cuarto recayeron sobre dos personas que estaban siendo buscadas y se marcharon de la zona sin avisar a nadie de que se encontraban en perfectas condiciones. Su desaire provocó que el dispositivo de búsqueda se mantuviera a pesar de que ya no era necesario. El quinto fue a orillas del río Ebro, en Tortosa. Los bomberos no apreciaron que existiera “ningún motivo objetivo” que justificara el requerimiento de rescate.

Desde este último caso, facturado el 12 de noviembre del 2014, no se han pasado más recibos por despliegues de víctimas imprudentes. Sin embargo, los bomberos siguen informando ocasionalmente del coste que suponen los salvamentos. Sin que ello suponga que el rescatado deba pagar ni un euro. 

Hace pocas semanas, por ejemplo, Sebastià Massagué, jefe de la Divisió de Grups Operatius Especials, envió a un padre el importe que había supuesto el extravío de sus hijas. Lo hizo a petición de este progenitor, que quería que las jóvenes supieran que ni mucho menos había salido gratis perderse en la montaña.