Herida abierta
El entorno de Benítez se siente estafado por el pacto y los Mossos siguen manteniendo que la actuación policial fue correcta
Aquella noche del 5 de octubre un hombre fuera de sí que buscaba a su perro atacó a una familia que descargaba la compra de su coche, aparcado en la calle Aurora. Cuando la reacción vecinal pudo separarlos, llegaron los Mossos d’Esquadra. Acudieron a disolver una pelea y seis de ellos han tenido que acabar admitiendo que cometieron un homicidio imprudente.
Juan Andrés Benítez no quería saber nada de los Mossos pero los policías necesitaban identificarlo. Se revolvió cuando una agente le avisó de que no podía marcharse. La respuesta policial, captada a retazos por los móviles de vecinos asomados al balcón, indignó a muchos ciudadanos, incapaces de disculpar aquellos golpes ni de digerir los gritos ahogados del hombre aprisionado por el peso de ocho agentes.
La ola de indignación ciudadana hirió a buena parte del cuerpo policial catalán, que todavía hoy defiende que aquella violencia fue necesaria y que el resultado de la muerte de Benítez se explica por la fragilidad de su corazón. Nacieron esa noche dos formas irreconciliables de contar un solo hecho, una herida que este lunes seguía abierta.
ENEMIGOS IRRECONCILIABLES
Sobre la Audiencia de Barcelona, a las nueve de la mañana, caía una lluvia inconstante. Repartidos en las dos entradas del edificio judicial, los periodistas gráficos esperaban a los seis agentes de los Mossos d’Esquadra acusados de la muerte a golpes de Benítez distribuidos en dos grupos, uno en cada uno de los dos accesos a la Audiencia. La decisión del magistrado -sin precedentes- de prohibir la entrada de cámaras había obligado a los informadores a superar el veto gráfico asegurando las imágenes de la llegada de los policías.
Lejos de optar por una irrupción en el edificio judicial tan desafiante como la que escogieron el día de su declaración en la Ciutat de la Justícia -en un grupo que combinó sospechosos y compañeros para impedir la identificación de los encausados-, este lunes, en el juicio por la muerte de Benítez, los agentes han optado por un recurso más discreto. Uno a uno, como el goteo que caía sobre la sede judicial, se han ido filtrando entre los periodistas, tratando de pasar desapercibidos. Algo que algunos han conseguido.
En el interior de la Audiencia, frente a las puertas de la sala del jurado, se han encontrado los dos polos de la historia. Por un lado, los miembros de la campaña Justicia Juan Andrés. Por el otro, policías de paisano y representantes sindicales que habían decidido acompañar a sus colegas acusados y finalmente condenados. Mezclados unos con otros, tratando de aparentar que no se reconocían. Entre ellos, los periodistas y algunos abogados. Así han transcurrido casi dos horas, hasta que se ha confirmado que no habría juicio porque había acuerdo.
TABLAS DOLOROSAS
Gerardo Oriza, amigo de Benítez, en una concentración que ha reunido por la tarde a un centenar de personas en un terreno bautizado con el nombre de Ágora Juan Andrés, justo al lado de donde murió, hablaba por todos los presentes al decir que se sentían víctimas de un robo porque les han arrebatado “la justicia" que merecía el empresario del Gayxample fallecido. Esta campaña vecinal vive como una traición el cambio de rumbo de la Associació Catalana de Defensa dels Drets Humans, el organismo que había liderado la acusación popular contra los agentes, que ha hecho posible el acuerdo.
En el bando opuesto, los sindicatos policiales (SME, SPC o SAP) han encajado el acuerdo de culpabilidad como un mal menor porque "los policías no entrarán en la cárcel ni perderán su condición de funcionarios". Los tres se han apresurado a “respetar” su decisión de acatar una condena rebajada mientras siguen manteniendo que la actuación de aquella noche en el barrio del Raval, en palabras del abogado José María Fuster-Fabra, fue “correcta”. Los responsables del cuerpo policial también han dado prioridad a la defensa de los agentes antes que a la autocrítica que pedía la sociedad.
Aquella noche en la calle Aurora todo terminó demasiado mal para evitar lo que ha ocurrido este lunes: por un lado se han ido dolidos los policías, que siguen creyendo que actuaron como debían, y por el otro indignados los amigos de Benítez, que siguen creyendo que los agentes no han recibido ningún castigo.
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