Las confesiones de los pederastas alivian a las víctimas sin justicia

PEDERASTAS CONFESOS

PEDERASTAS CONFESOS / periodico

GUILLEM SÀNCHEZ / J. G. ALBALAT / BARCELONA

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J., la víctima que el 3 de marzo se presentó en casa de A. F. y consiguió que su exprofesor en los Maristas de Sants confesara que durante 6 años abusó de él, esperaba este lunes su turno en el dentista. En la sala ha arrancado de forma espontánea una conversación sobre el vídeo que él grabó con cámara oculta y que ha publicado EL PERIÓDICO, en el que el pederasta reconoce las agresiones sexuales. "Se agredece el valor que ha tenido el chaval", ha escuchado decir. Como J. no quiere revelar su identidad a nadie, solo ha podido sonreír por debajo de la nariz.  

El domingo estuvo nervioso, casi asustado, durante todo el día. Pero hoy se siente bien. "Hice lo que tenía que hacer, solo lamento no haberlo hecho antes", explica. "Ni me movía la sed de venganza ni ahora me doy del todo por satisfecho", razona. "Tiene que haber más víctimas de A. F.", afirma, dando por sentado que su exprofesor le mintió cuando le aseguró que él había sido el único. J. no pierde la esperanza de que alguna víctima con un delito todavía vigente, dé un paso al frente y se atreva a denunciarlo. 

FRUSTRACIÓN

Hace casi 20 años, A., otra víctima de A. F., recibió una carta de un juzgado. En su interior encontró una nota que le comunicaba que su denuncia había quedado archivada. Los abusos sexuales que había sufrido de A. F. habían prescrito. Por eso cuando A. esta mañana ha visto el vídeo que J. le ha arrancado al acosador que les destrozó la infancia a ambos, ha sentido que un torrente de emociones le sacudían. “Viéndolo, lo primero que he sentido ha sido sufrimiento por J., imaginando lo duro que habrá sido para él ponerse frente a A. F.”, explica. Después ha aparecido otro sentimiento, de “satisfacción”.

“No se trata de venganza -coincide con J.-, sencillamente es alivio porque finalmente la verdad sale a la luz”, remarca. Es el sentir general del resto de sus víctimas, porque la confesión de A. F. implica que sus relatos también se confirman a la luz pública. “Lo que decíamos no es ninguna mentira, A. F. es un pederasta, no hay otra definición para él”.

TODO EL DERECHO

“Me parece que J. tenía todo el derecho a hacer lo que ha hecho”, le defiende M., otra víctima de A. F., que sufrió sus abusos durante casi todos los recreos de quinto de EGB. “Él jamás lo habría reconocido de otro modo”, asegura. M. no ha querido ver el vídeo, le ha bastado con leer la noticia. Quiere darle a J. “las gracias”. “No éramos alumnos ‘resabiados’ –así llamó a sus denunciantes A. F. en declaraciones a este diario- , decíamos la verdad y ahora se sabe públicamente”, destaca.

De la surrealista excusa que alcanza a soltarle a J. durante la grabación, arguyendo que sus repetidos abusos se debían a un crecepelo fabricado con “placenta humana” que usaba en aquella época, solo confirman -perplejos- que resulta factible que siguiera un tratamiento. “Seguro que usaba crecepelo, era alguien que se quería mucho a sí mismo, un narcisista”, le define M.

DISOLVER CULPABILIDADES

Escuchar a un agresor confesar que abusó de un niño puede resultar “beneficioso” para el resto de sus víctimas, confirma la coordinadora del centro terapéutico de la Fundación Vicki Bernadet, Laura Rodríguez. Irá en función de cada una de ellas. Algunas “no necesitan” la confesión. Pero otras, “sí”. Un pederasta que asume su delito “acepta la responsabilidad” de provocar los contactos sexuales malsanos, y eso aligera la “culpa” que sienten algunas personas.

“A veces, los abusos se alargan durante mucho tiempo, y los menores -sin importar los años que pasen- pueden sentirse culpables de no haber sabido impedirlos o denunciarlos enseguida", agrega Rodríguez. 

DELITOS PRESCRITOS

El vídeo que J. le ha grabado con una cámara oculta a A. F. no tendrá ninguna validez judicial. En realidad, ni siquiera habrá un juez que deba rechazarlo como prueba. El caso que confiesa A. F., que incluye violaciones a J. desde los 8 hasta los 14 años, ya ha prescrito. Y si no lo hubiera hecho, las pruebas recogidas con una cámara oculta tampoco suelen aceptarse en un proceso judicial.

“Toca revisar a las leyes porque estos delitos no deberían caducar”, pide A. Y si los juristas tienen dudas, “que hablen con psicólogos” y que les expliquen ellos por qué es tan frecuente que las víctimas de abusos infantiles "no digan nada mientras los sufren" y porque es también normal que "se tarde más tiempo del que da la ley en denunciarlo", reclama M. “Así dejaremos de allanar el camino a los pederastas”.

“Lo más vergonzoso de este caso es que una persona haya tenido que armarse con una cámara oculta para buscar la justicia que no puede darle la administración”, concluye Manuel Barbero, el padre de la víctima del también agresor sexual confeso Joaquim Benítez que destapó el escándalo de pederastia de los Maristas.

Solo uno de los tres pederastas confesos se enfrenta seguro a una condena penal, Benítez. Las revelaciones de A. F. y de A. E. no les sentarán de momento en el banquillo por tratarse de delitos prescritos. “Pero es bueno que se sepa la verdad, para todos, incluso para ellos”, zanja M.