Un silencio estruendoso

La opacidad de los maristas en el escándalo de pederastia del colegio de Sants-Les Corts choca hasta con la demanda de transparencia de los obispos catalanes

Entrada del colegio de los Maristas de Sants-Les Corts.

Entrada del colegio de los Maristas de Sants-Les Corts. / periodico

LUIS MAURI / BARCELONA

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Hace ya más de dos semanas que EL PERIÓDICO destapó el escándalo de pederastia del colegio de los Maristas de Sants-Les Corts. Desde entonces, más de 25 exalumnos han denunciado haber sufrido abusos sexuales a manos de cinco profesores, entre ellos el subdirector, y un monitor. En todo este tiempo, el director del centro, Raimon Novell, y el vicario de la orden religiosa, Pere Ferré, han dado un portazo tras otro a los periodistas de este diario que han solicitado su versión.

Los maristas son muy dueños, o esclavos, ya se verá, de su silencio. Su opacidad choca hasta con la exigencia de transparencia de los obispos catalanes. Los maristas son dueños de enmudecer, sí. Pero lo que no va a lograr su hermetismo es acallar los estruendosos interrogantes que penden sobre el caso.

El vicario Ferré denunció en el 2011 ante la Fiscalía los abusos cometidos por el profesor de gimnasia Joaquim Benítez contra un alumno. Este es el parapeto tras el que se resguardan los responsables del colegio y de la orden. Lo dejamos en  manos de la justicia, qué más podíamos hacer, vienen a decir.

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Pero a partir de aquí, las preguntas desatendidas se amontonan. ¿Por qué el vicario ocultó en su escuetísima denuncia que Benítez había confesado su delito ante el director del centro, Arturo Fernández? La importancia de este dato es enorme, nuclear. De haber dispuesto de él, el empeño que pusieron los Mossos y la jueza en el caso podría haber sido mucho menos indolente de lo que en realidad fue.

¿Por qué el colegio no informó a las familias de los desmanes de Benítez? ¿Por qué ni la dirección ni la orden indagaron si podía haber más víctimas en el colegio? Al menos una familia, la de Manuel B., quizá habría podido descifrar así la secreta mortificación que minaba la vida de su hijo, también víctima de Benítez. ¿Por qué el sucesor de Fernández al frente del colegio, Xavier Giné, denegó información a los Mossos? ¿Por qué el centro consintió la impostada despedida de Benítez alegando motivos personales y permitió de ese modo que el pederasta encontrase nuevos empleos en contacto con menores de edad?

¿Por qué en el 2013, cuando Manuel B. comunicó a la entonces directora, Montserrat Carrascal, que su hijo había caído en las garras de Benítez, la escuela, conociendo el precedente del 2011, se lavó las manos? ¿Por qué denegó la petición de ayuda psicológica que formulaba esta nueva víctima? ¿Por qué ni el colegio ni la orden han pedido perdón personalmente a las víctimas?

Hay más preguntas, señor director, señor vicario, pero ya llevan ustedes la ventaja de conocer estas. Cuando quieran, hablamos.