EN PRIMERA PERSONA

Carol: "He salido de la más absoluta oscuridad"

En primera persona: Carol

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HANNA JARZABEK

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«Viví siempre con la creencia de que era un bicho raro. Pero al final he salido de la más profunda oscuridad». Carol Barangé entendió lo que le pasaba hace apenas 6 años. Hoy tiene 70. Desde muy pequeña sentía atracción por la ropa femenina y, cuando se quedaba sola en casa, corría a probarse las prendas de su madre y su hermana. Para ella, estos eran fugaces momentos de felicidad. Notaba que era diferente de los otros chicos, y la única solución que veía era guardar silencio.

Llegó el tiempo de la mili y luego el matrimonio. Empezó a trabajar como comercial de ventas en la empresa de su suegro y, poco a poco, fue subiendo escalones, hasta que llegó a ser director general del consejo administrativo. «Si hubiera sabido antes qué pasaba conmigo, mi vida probablemente habría sido muy diferente. Seguramente nunca hubiera llegado a ser director general y a lo mejor ni siguiera hubiera podido mantener un trabajo. Dentro de lo malo, quizás fue una suerte haberlo entendido todo cuando ya estaba jubilada. Por lo menos ahora no temo por mi porvenir», reflexiona Carol.

DOS HIJOS Y CASA CON PISCINA

Desde fuera, su vida parecía bien solucionada: dos hijos, una casa grande, piscina privada y coches de competición. Pero, por dentro, la necesidad de buscar momentos de feminidad se hacía más y más intensa. La jubilación le dio tiempo a repensarlo todo. Empezó a acudir a EnFemme, un espacio privado en que personas como ella se reúnen para disfrutar de su feminidad. Pero llegó el momento en que no pudo seguir por más tiempo con esta doble vida. «Es como con el champán. Cuando sacas el corcho todo explota con fuerza y no lo puedes parar. Cuando entendí quién era, ya no podía dar marcha atrás», explica.

De un día a otro se vio en la calle con dos maletas. Cuarenta años de matrimonio se terminaron con un divorcio en cuestión de días. Y, desde entonces, ni sus hijos ni sus amigos ni siquiera la familia más lejana están dispuestos a tener contacto con ella.

Hoy hace ya más de dos años que Carol se está hormonando. «Tuve suerte de que ya existía Trànsit. No me imagino cómo hubiera sido si hubiese tenido que ir a la UTIG. Seguramente me habrían dicho que soy una enferma o cualquiera de estas cosas que te destrozan y te hacen dudar de ti misma», comenta.

¿Por qué tardó tanto? «Me tocó vivir mi juventud en un ambiente cerrado y muy fascista. Yo misma no entendía lo que me pasaba pero, incluso si lo hubiera entendido, ¿a quién le hubiera podido decir que era una mujer transexual? En el mejor de los casos, te daban una paliza. En el peor, te metían en una celda para que los hombres disfrutaran contigo».