Gente corriente

Gonzalo Martínez: "Tuve que improvisar un horno con una cazuela"

Cocinero desde hace más de 20 años, este chef también elabora menús a gusto del cliente y se los sirve en casa

«Tuve que improvisar un horno con una cazuela»_MEDIA_1

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MÒNICA TUDELA

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Gonzalo Martínez nació en Argentina. De madre pastelera y abuelo restaurador, se dedica a la gastronomía desde los 19 años. Ha viajado y cocinado por medio mundo y se ofrece como asesor gastronómico. Es uno de los 50 cocineros del equipo de Urban Chefs, un portal de chefs a domicilio que llevan a las casas los menús más variados.

-¿Cómo llegó a convertirse en un nómada de la cocina?

-Una de las formas que tenía de moverme por el mundo era ofrecer mis servicios de cocina sin tener un restaurante. Yo llegaba a Hawái, por ejemplo, y contactaba con gente que tenía casas de alquiler donde ofrecía mis servicios de cocina. Y esto no me requería tener una infraestructura para trabajar.

-¿Cuál es su equipo básico de trabajo?

-Al principio, cuando era muy nómada, iba a las casas con cuchillos y la compra. Hoy, ya más asentado, tengo mi cocina tuneada y lo preparo todo con antelación. Llego a casa del cliente una hora y media antes del servicio y solo requiero la vajilla, que a veces incluso se puede alquilar. He llegado a preparar una boda de 70 personas en mi casa.

-Se echaría las manos a la cabeza si va a la cocina de un cliente y falta...

-Fuego o la placa de inducción. ¡He llegado a encontrarme cocinas sin fuego o con el fuego estropeado! Me he metido en cada lío...

-Explíqueme uno de esos líos.

-Una vez, fui a una casa y no funcionaba el horno y tenía que calentar y gratinar para 15 personas. Pasé apuros.

-¿Y cómo lo solucionó?

-Improvisé. Con una cazuela muy gruesa con el fuego mínimo y una tapa consigues efecto horno. Para ser chef a domicilio debes tener imaginación y poder resolutivo. Nunca sabes qué puedes encontrar. Pero, mire, una vez en un festival en los Monegros supervisaba una comida para 40.000 personas y empezó a caer una lluvia torrencial. Acabé colgado de los árboles poniendo toldos. Cuando me surge un problema en un domicilio pienso: «Si superé aquello, esto también lo tengo que arreglar».

-No hay cocina que se le resista.

-Bueno, cuando llego a la cocina lo primero que hago es abrir todos los armarios y cajones para ubicarme. A veces he vivido momentos de pánico, pero por suerte todas las cocinas están organizadas de una manera similar. Así que llego con mi carrito tipo Ikea con una caja isotérmica y una caja con aceites, trapos, sartenes. Voy a casa del cliente como si me fuera de compras.

-Entre la comida preparada, los cátering, y la comida y los chefs a domicilio, parece que la gente no quiere cocinar.

—No tienen tiempo para dedicarse a la cocina. Vamos con prisa y lo más importante es el trabajo y cumplir los compromisos. Lo que hacemos nosotros es montar un restaurante efímero en casa del cliente.

-¿Quién suele pedir un chef en casa?

-Es variado. Suelen ser fiestas o aniversarios, pero también hay grupos de amigos que quieren menús de maridaje con vinos o empresarios que se reúnen en un entorno privado. A veces te piden algo muy especial, como una vez que una chica montó una fiesta para su pareja, que era muy amante de los años 70.

-¿En qué consistió ese menú especial?

-Una decoradora me ayudó a ambientar la sala con bolas de cristalitos, los servicios individuales eran discos de vinilo y los invitados venían disfrazados, así que yo tenía que customizar el menú. Hice piruletas de parmesano con la forma del símbolo de la paz, psico-quiche de verduras y, de principal, una hamburguesa bajo el efecto de las hierbas o un buen rollito psicodélico de rape. Ese menú salió muy bien y gustó tanto que, de hecho, ahora es uno de los menús fijos que ofrezco en la web de Urban Chefs para todos los amantes de los años 70.