Gente corriente

Vicenç Molina: "La revolución tiene que ser compatible con la felicidad"

El 'profe' de Ada Colau. Fue el responsable de introducir a la candidata a la alcaldía en la política.

«La revolución tiene que ser compatible con la felicidad»_MEDIA_2

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GEMMA TRAMULLAS

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Lleva una chaqueta con coderas, un maletín clásico de cuero y no tiene móvil porque lo considera un fruto del capitalismo. Vicenç Molina es la única persona viva que aparece citada con nombre y apellido en la biografía de la web de Ada Colau, exportavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y actual candidata a la alcaldía por Barcelona en Comú. El hoy profesor de Ética de la facultad de Economia i Empresa de la Universitat de Barcelona accede a hablar de su exalumna y amiga en la sede de la Fundació Ferrer i Guàrdia, de la que es miembro fundador.

-¡La que ha liado Ada!

-Yo no tengo la culpa. Ella caminó solita desde muy pronto. Ya desde que era delegada de curso en segundo de BUP utilizaba todo lo que podía al servicio de la libertad, la justicia y el compromiso, siempre con una enorme dosis de tenacidad y honestidad.

-En algo le influiría usted, si no no le citaría.

-Coincidíamos en intentar fundamentar una percepción de la realidad con actitud transformadora y a base de ideas emancipadoras, pero ella siempre adquirió compromisos que, aun considerándolos razonables, quizá por mi edad me parecen excesivos.

-¿Por qué?

-Está muy bien implicarse hasta el fondo, pero hay que acordarse de respirar. Siempre he creído -y ella también cuando puede- que en la vida convienen ciertos toques de frivolidad poética. La revolución tiene que ser compatible con la felicidad cotidiana.

-Coincidieron en la Academia Febrer, una concertada donde usted daba Historia.

-Era una academia privada. La vida es así de angulosa y está llena de sorpresas.

-Porque usted era del Poble Sec, un barrio de tradición obrera.

-Viví en la calle del Rosal, la del Molino, hasta los 16 años. Me formé en un ambiente de muchísimo pesimismo, de gente derrotada y con mucho miedo. ¿Frente a eso qué haces? ¿Vas llorando por las esquinas? ¿O intentas hacer algo constructivo?

-No le imagino lamentándose.

-La vida es tan contradictoria como el hecho de que nos morimos porque estamos vivos, por lo tanto hay que aprovechar lo único que tenemos, que es nuestra existencia como seres libres, para intentar construir cosas que sean justas, libres y equitativas y para defender la emancipación de las personas de cualquier relación de poder que las someta, sea económico, patriótico, religioso, político…

-Introdujo a Colau en su primer colectivo político, el Movimiento de Crítica Radical.

-¡Y llegó a ser nuestra mejor secretaria general! El grupo había nacido en los años 70 como un invento de varios jóvenes que procedíamos de la lucha antifranquista y pretendíamos recuperar valores relacionados con el librepensamiento y la laicidad que la izquierda tradicional había descuidado. Defendíamos el derecho a la apostasía, a la eutanasia, a la objeción de conciencia...

-¿Qué queda de todo aquello?

-Parte de lo que defendíamos se hizo realidad gracias a los Gobiernos socialistas y eso hay que reconocerlo. No estoy de acuerdo con los que hablan de casta cuando se dirigen a los cargos públicos en general. No todos los políticos han sido corruptos ni se puede criticar la transición en bloque.

-Usted pertenece a la francmasonería.

-Esto es materia de una conversación larga y pausada. Cuando hablo de esto en un medio de comunicación se destruye mi trabajo de 30 años para normalizar el tema.

-Es algo muy vinculado a sus valores.

-Sí. Para mí no es un club de élites culturales que se reúnen para hacer filantropía y tranquilizar su conciencia de buenos burgueses sino que se trata de un instrumento metodológico, una herramienta más para favorecer el librepensamiento.