SOR LUCÍA CARAM

Lucía Caram: «Las necesidades de la gente, su falta de pan, nos han despertado a todos»

Esta argentina afincada en Catalunya desde hace 20 años es la versión femenina del Pare Manel. Su oración también es un plato de comida para el más pobre, otra pequeña piedra en el zapato de banqueros, empresarios y políticos y un referente de compromiso activo, de implicación real en un dolor ajeno que no sabe ignorar porque lo siente suyo. En la institución eclesial, una de tantas manos amigas de los más desfavorecidos, pero de las pocas que se dan a conocer. De las redes sociales, sor Lucía Caram ha hecho su gran aliado para sembrar el mundo de transparencia y esperanza y activar conciencias. Tiene 43.846 seguidores en Facebook y 99.000 en Twitter.

UNA DONANTE MÁS. Sor Lucía Caram llegó a la entrevista después de acudir al hospital en el que regularmente dona sangre.

UNA DONANTE MÁS. Sor Lucía Caram llegó a la entrevista después de acudir al hospital en el que regularmente dona sangre.

CARME
ESCALES

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En cada amanecer de esta mujer hay un pensamiento de auxilio para deshacer dolor. Las causas llaman a la puerta del convento de Santa Clara, en Manresa, donde vive con otras cuatro monjas, y al que Sor Lucía Caram Padilla (Tucumán, 1966) llegó desde Valencia, a finales de los 90.

-¿Qué fue a hacer a Valencia?

-Fui a estudiar. A los 18 años había entrado de monja en una congregación de vida apostólica, de las que se dedicaban a la enseñanza, Dominicas, y luego me quise pasar a la rama contemplativa y vine a hacer la formación para ello a Valencia. Allí estuve cinco años en lo hondo del surco, en absoluta clausura y silencio. Creo que aún vivo de aquella intensa experiencia de oscuridad, de búsqueda, de no entender la estructura, la institución, un tiempo en el que se reforzó mi vocación de libertad.

-¿Por qué saltó a Catalunya?

-Yo ya conocía la comunidad de Manresa y la iglesia de Catalunya era más abierta. En ese momento preparaban el concilio provincial de la tarraconense y los aires aquí eran diferentes a los de la Iglesia de España. Elegí Manresa por su acogida a la gente y porque se atenía mucho a los pobres como opción comunitaria.

-Esa atención a los pobres es el origen de la Fundació Rosa Oriol.

-Sí, todo empezó con esa acogida que ya se hacía en la comunidad, dando un bocadillo, un yogur y una fruta a la gente que venía cada día al convento, a finales del 2008. En abril del 2009 ya atendíamos a 45 familias y se creó la plataforma ciudadana de solidaridad que, con voluntarios, conseguía comida. A los pocos meses teníamos ya 250 familias y creímos que constituir una fundación le daría más solidez al proyecto porque veíamos que aquello no era algo puntual, sino que iba para largo. Y como no queríamos ser solo un recurso de emergencia, le escribí una carta a Rosa Oriol -propietaria, junto a su marido, Salvador Tous, de la prestigiosa joyería manresana- pidiendo su colaboración. Durante un año nos ayudó anónimamente. Pero, al final, le pedí oficializar su ayuda y así nació en julio del 2010 la fundación que lleva su nombre: www.fundaciorosaoriol.org.

-¿Qué proyectos tienen en marcha?

-El buque insignia sigue siendo el banco de alimentos, con entrega de vales para que la gente compre lo necesario y hacer así más digna la situación de las 1.300 familias a las que atendemos. Hemos creado El costurero, un espacio donde enseñamos a coser y a hacer labores, con el mismo objetivo de crear empresa y ocupación que tienen los huertos donde se aprende a cultivar. También hemos construido una residencia para acoger a gente que está en la calle, para los que también disponemos de tres pisos y pronto tendremos cinco más. A todo ello ayudan 250 voluntarios.

-1.300 familias... ¿Qué haría esa gente si no existiera la fundación?

-Quiero pensar que hubiera surgido otra cosa. Una vez que has visto la necesidad, ya no puedes ignorarla, ni dejar de hacer. Y ahora los pobres ya no son estadísticas del señor Montoro, son nuestros vecinos. Dicen que el profesional no debe llevarse los problemas a casa, que tiene que guardar distancia con ellos. Para nosotros la distancia es la proximidad porque si no te metes en la piel del otro, eso no es tu problema y yo no puedo decir que un problema de la humanidad no es mío. Yo no puedo estar bien si alguien a mi lado está mal. La única manera de ayudar de verdad es sintiendo las causas como propias, sentir la herida del otro y no dejar los ojos en blanco.

-Las redes sociales facilitan el conocimiento de las causas de muchos, y usted las aprovecha bien.

-Las redes, como los medios de comunicación, son, para mí, el gran aliado, hacen más transparente el mundo, esa gran carencia general; puedes despertar conciencias sobre la honestidad y la coherencia y canalizar ayudas, sumar complicidades en la causa de la humanidad.

-¿Cuál es su mensaje principal?

-Despertar conciencia y generar esperanza, amar la vida y compartirla, vivir sin retener. Como digo en mi libro A Dios rogando (ed. Plataforma), el cambio del mundo empieza por el cambio de uno mismo. Cualquiera puede hacer la vida más amable, con ternura, amabilidad, bondad y alegría, poniendo atención no tanto en lo que hace, sino en cómo lo hace.

-¿Cómo haría llegar ese mensaje a quienes están mejor situados en nuestra sociedad? 

-Sería muy necesario un pacto social, sentar en una misma mesa al banquero, al político, a las asociaciones de padres, madres y profesores, a los representantes de la asamblea nacional y a todos los que luchan contra la pobreza, y abogar por esa transparencia que nos obligará a todos a ser nosotros mismos.

-¿Diría que la crisis ya nos ha empezado a transformar?

-La crisis, que ha llegado por una estafa financiera y la corrupción política, pero también por malos hábitos de consumo, por caprichos e ignorancia respecto a la producción de alimentos, ha sido un despertar para muchas personas. Las necesidades de la gente nos han ido despertando y tocando a todos. El pan que les falta a muchas familias nos ha movilizado. Y ahora, atender esa necesidad que vive al lado es ya un imperativo de la conciencia.

-Su actitud y acciones aportan la ayuda y esperanza que reparte también Manel Pousa (el Pare Manel) desde su fundación en Nou Barris. 

-El Pare Manel es un referente absoluto para mí. Es como imagino yo que sería Jesús, con un corazón inmenso y lleno de infinita humanidad y humildad. Como demuestra también el trabajo del padre Ángel (www.mensajerosdelapaz.com) o el de Viqui Molins.

-En esa gran implicación social, de ellos y de usted, ¿no incomoda a veces su papel de monjas y sacerdotes? ¿Encorsetarlos en la institución eclesial limita su trabajo o su libertad?

-Yo no vivo mi condición de monja como un dogma, sino como una manera de estar presente en la sociedad que yo elegí. La Iglesia como institución está muy estigmatizada, pero a mí mi comunidad religiosa me ha transmitido mucho. En ella vivo la fe con una gran dimensión de libertad. Tengo mi espacio para rezar y allí siempre me esperan, y me aguantan. Yo estoy enamorada del Evangelio y de la figura de Jesús y no me quedo en los límites de la institución, sino que vivo el mensaje de Jesús en la base, en la frontera, con el resto de personas que viven el Evangelio.

-El papa Francisco, compatriota suyo, se expresa y demuestra que también lo quiere vivir así. ¿Cuál es su mirada al actual Pontífice?

-El papa Francisco se ha hecho pobre, se ha vestido de pobreza para estar con todos y la gente lo busca para saber qué piensa. Con él ha vuelto la primavera a la Iglesia. ¿Cuánto hacía que la Iglesia no respiraba alegría? A pesar de todo, la esperanza y la alegría no deben desaparecer.

-¿Qué ha hecho hoy antes de esta entrevista?

-He ido a donar sangre. Es algo que no cuesta y salva vidas. Y me he informado para donar también médula.

-¿Y cuando acabemos, qué hará?

-Otra entrevista, para EFE.