Las huellas del tigre

Malasia  8 Dos oficiales dedicados a protección de la naturaleza muestran un tigre disecado que ha sido decomisado.

Malasia 8 Dos oficiales dedicados a protección de la naturaleza muestran un tigre disecado que ha sido decomisado.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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Pieles, garras, dientes, cráneos, penes y otros restos de tigre decomisados en Asia a lo largo de los últimos 13 años han permitido precisar la magnitud, hasta ahora desconocida, de la caza ilegal que sufre el gran depredador de la jungla. Según datos presentados por el programa Traffic y la asociación WWF en la cumbre de la convención CITES en Bangkok, un total de 1.420 felinos fueron abatidos de forma ilegal entre el 2000 y el 2012, a razón de 110 por año, y sus restos acabaron en el mercado negro. El tigre, como especie en peligro de extinción, figura en el apéndice 1 de la CITES, lo que significa que no está permitido comerciar con sus restos. A diferencia de lo que sucede con los elefantes, no hay ningún tipo de excepción para su comercio porque en ninguno de sus territorios tradicionales es muy abundante. Ni siquiera en la India.

Que casi 1.500 tigres hayan sido abatidos en 13 años es una cifra más que notable si se tiene en cuenta, como recuerda el estudio, que tan solo quedan en libertad unos 3.200 ejemplares y que es muy probable que de otros muchos ejemplares cazados no quedara el más mínimo rastro. Los restos decomisados procedían de 654 incautaciones efectuadas en 12 de los 13 países donde aún viven tigres (todos salvo Camboya).

Peor que la deforestación

Según Traffic y WWF, el informe proporciona «pruebas claras» de que el comercio ilegal de tigres y sus restos sigue siendo, incluso por delante de la deforestación, uno de los mayores problemas para la conservación de la especie. A lo largo del siglo XX ya se extinguieron tres de las subespecies -los llamados tigres de Bali, del Caspio y de Java- y hoy en día solo presenta una nutrida población el tigre de Bengala, con unos 2.000 individuos repartidos por la India, Bután, Bangladés, Nepal y Birmania. Según datos del informe, el 89% de los decomisos se producen lejos de las áreas protegidas donde habitan los grandes felinos.

La CITES confía en que las medidas de control puestas en marcha en los últimos años permitan recuperar la especie hasta alcanzar los 6.000 ejemplares en el 2020. Varios países ya han revertido la tendencia negativa, pero otros, como Nepal, Vietnam e Indonesia, parece que aún no han tocado fondo. En todo caso, Traffic y WWF asumen que el éxito dependerá en gran medida de China, cuya medicina tradicional es la gran clienta del mercado negro.

Según WWF, uno de las revelaciones del análisis es el gran incremento de las incautaciones de tigres vivos: 61 individuos en el plazo de tres años, 30 de ellos en Tailandia y 11 en Laos. Muy posiblemente, el objetivo de tener estos animales es que sirvan para la cría en cautividad en espacios no autorizados.

Además de elefantes y tigres, los 177 países signatarios de la convención CITES deben decidir en Bangkok si aumentan o aligeran los controles sobre otras especies también en peligro. Para los emblemáticos rinocerontes, por ejemplo, se solicita aplicar una moratoria para las excepciones que afectan a Sudáfrica y Suazilandia -se les permite exportar algunos cuernos como trofeo- ante la constatación de que ambos países no han logrado poner freno a las matanzas ilegales.

En cuanto a animales marinos, centran las negociaciones los tiburones -y sus preciadas aletas, que se venden a precio de oro en Asia-. Numerosos países piden que cinco especies sean incluidas en el anexo 2 de la CITES, lo que permitiría regular el comercio de aletas, aunque una propuesta similar en la cumbre anterior ya no prosperó. También se estudiará si debe relajarse el nivel de protección de la vicuña, cuyas poblaciones en algunos países andinos se han empezado a recuperar. Los osos blancos, finalmente, no han logrado la protección total, por lo que los indígenas canadienses seguirán teniendo permiso para cazarlos.