DRAMÁTICO DESALOJO EN LA LOCALIDAD VALENCIANA DE BURJASSOT
Otro hombre intenta suicidarse cuando iba a ser desahuciado
Casado y con dos hijos, se tiró por el balcón al ver llegar a la comisión judicial
Apenas una hora y media después de que la mañana del jueves fuese hallado en Granada el cuerpo sin vida de José Miguel Domingo, de 54 años, soltero y sin hijos, quien se había ahorcado en el patio de su casa el mismo día en que iba a ser desahuciado por no poder hacer frente al pago de la hipoteca, otro hombre de edad similar, 53 años, este con esposa y dos hijos, se arrojó al vacío desde el balcón de su casa, en un segundo piso de la localidad valenciana de Burjassot, cuando vio llegar a la comisión judicial y al policía local que iban a ejecutar la orden de desahucio de su vivienda. Manuel G. cayó de pie sobre el asfalto y quedó semiinconsciente y con heridas de diversa consideración. Fue trasladado al hospital La Fe de Valencia, donde ayer por la tarde permanecía ingresado, ya fuera de peligro.
Manuel G., un instalador de cocinas que llevaba unos cinco años en paro, no se vio con fuerzas para soportar más su situación. Cuando la comisión judicial apareció por la calle, su esposa, medicada por depresión, se encontraba en la cama. Su hijo Carlos, de 23 años, que había regresado a vivir al hogar paterno después de perder su empleo, veía la televisión en la sala. La hija menor del matrimonio no se hallaba en ese momento en casa. Manuel G. se inclinó sobre su hijo Carlos, le dio un beso, salió al balcón y se arrojó al vacío.
Carlos, muy alterado, avisó primero en la verdulería contigua a su edificio. «Hubo un ruido enorme, pensábamos que había caído un aparato de aire acondicionado», contaba ayer, 24 horas después de la tragedia, José, uno de los empleados de la verdulería. «Salí a la calle y vi el cuerpo en el suelo».
NUDO EN LA GARGANTA / En el barrio del Nucli Antic de Burjassot nadie sabía que sus vecinos iban a ser desalojados de su casa. «Si no hubiera sido por el desahucio —aseguraba Rosa, la panadera de la calle— esto no hubiera ocurrido. Es una familia del pueblo de toda la vida, muy tranquila. Ahora no tenían casi ni para comer, iban pasando los cuatro con el trabajo de ella, pero no se puede vivir así». Una pausa y una disculpa: «Perdona, tengo un nudo en la garganta que no puedo casi ni contestar. Estamos todos muy afectados».
«Esto está llegando a un extremo que no puede ser», se lamentaba Rosario, una clienta de la panadería. «Lo que tiene que hacer el Gobierno es llegar a un acuerdo con los bancos para que estos le den un poquito de desahogo a las personas necesitadas hasta que puedan pagar. Si no pueden en 10 años, pues en 15. Da mucho coraje que pidan el rescate para los banqueros y la gente humilde siga en el paro», agregaba Rosario.
En el edificio de la familia de Manuel G., los vecinos preferían la discreción. Tras la tentativa de suicidio, el desahucio fue paralizado provisionalmente. La familia no había contactado con ningún colectivo de afectados por la hipoteca.
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