«El paraíso de los adolescentes que tienen de todo sin esfuerzo se acabó»

EL PEDIATRA. Santiago García-Tornelen el Hospital de Sant Joan de Déu, de Esplugues, el 8 de marzo.

EL PEDIATRA. Santiago García-Tornelen el Hospital de Sant Joan de Déu, de Esplugues, el 8 de marzo.

ÀNGELS GALLARDO

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Uno de los abuelos de Santiago García-Tornel Florensa (Barcelona, 1947) da nombre a una calle de Barcelona. El otro presidió la antigua Asociación Mundial de Médicos. Él ha heredado el punto de jovialidad imprescindible para conectar con elrollo adolescente sin que importe la edad de ambas partes. Hombre inquieto y curioso, colecciona una exclusiva gama de relojes de pulsera de 24 horas (24 cifras sobre la esfera) conseguida en comercios destinados a la aeronáutica o la geología. Tanto le gustan sus caros relojes, que aspira a ser relojero cuando se jubile. De momento, ejerce la pediatría como si fuera un consejero de padres e hijos. Más de padres que de hijos, a veces.

¿Para qué utiliza Facebook?

Para comunicarme con algunos adolescentes. Solo admito en mi grupo de amigos a los que conozco desde que nacieron. Tengo unos 200. Soy un pediatra general, sin especialidad concreta: trato desde el recién nacido hasta el chico de 18 años. Tanto atiendo una urticaria como una adicción. Soy una especie de doctor House, salvando las distancias.

¿Y qué le consultan por internet?

Pues, que si se les ha roto un preservativo, que si estándepres, que si en casa no están bien y se acabarán yendo... Yo les contesto a diario. Este hospital [Sant Joan de Déu] es consciente de que muchas enfermedades pueden ser resueltas sin que el paciente se desplace, y quiere potenciar esa alternativa.

¿Qué enfermedades lo permiten?

Las enfermedades crónicas y las que no exigen una exploración física del niño. Por ejemplo, la diabetes, las consultas psiquiátricas o los problemas dermatológicos en los que lo importante es recibir una buena imagen de la lesión a tratar.

¿Ha puesto en práctica esta opción?

Sí. He visitado a niños que están en Bali (Indonesia), en Formentera... Con Skype [videoconversación por ordenador] es muy sencillo. Creo que muy pronto incluso podremos intervenir físicamente a través de la imagen: yo te veré por el ordenador, simularé que te toco el hombro y tu tendrás la sensación de que te he tocado el hombro. No sé si eso será bueno o no. Es una posibilidad nueva.

¿Usted recurre a Facebook para conocer mejor a sus pacientes?

Sí. Y porque muchas veces tienen problemas que no quieren que conozcan sus padres. Yo les ofrezco la oportunidad de que tengan un área de independencia. Lo comento con sus padres y les advierto de que, mientras no sea un problema vital, voy a defender esa privacidad en nombre del secreto médico. Si un adolescente se fuma un par de porros, no voy a contárselo a su familia, porque lo interrogarán. Nuestra relación se basa en la privacidad y la confianza.

¿Qué sugiere a quien fuma porros?

Le doy ideas de cómo responder si le ofrecen más cannabis, o si le plantean mantener una relación sexual que no apetece pero que a veces se acepta por la presión del grupo. Le digo que puede responder «no me apetece», porque si dice solo «no» los demás pueden pensar que es por debilidad. Ese «no me apetece» todo el mundo lo entiende.

¿Qué interesa a los adolescentes?

Valoran el hecho de tener una familia. Y, desde el punto de vista social, lo máximo para ellos es el móvil. El peor castigo que puedes infligir en estos momentos a un adolescente es quitarle el teléfono móvil. O la blackberry. Necesitan recibir mensajes sin parar. Practican elhikikimori.

¿Qué es eso?

Ahora los adolescentes se fabrican su comunidad, que ya no es la familia. No tienen abuelos claros, ni próximos. Sus padres tampoco son una línea de referencia. En ese entorno, los chicos se hacenhikikimori, término japonés que describe al adolescente que está todo el día encerrado en su habitación y su madre le pasa la comida por debajo de la puerta. Está solo, pero siempre conectado. Tiene una red de comunicación audiovisual impresionante. Puede tener hasta 500 amigos.

¿Y los estudios? ¿Les interesan?

No tienen perspectiva de futuro. Ser adolescente hoy es mucho más complicado que hace 40 años. Mucho más. Cuando yo era joven sólo había seis salidas universitarias, ahora reciben tanta información sobre las opciones para ganarse la vida que se confunden. No obstante, el adolescente de ahora es muy comodón.

Comodón.

Sí. Pertenece a una generación que no ha tenido que hacer ningún esfuerzo para tenerlo todo. Desde pequeños, se les ha enseñado que pueden comprar lo que quieran con una tarjeta de plástico. No ven que su padre trabaja. Ven que se va de casa y que, cuando ellos le piden algo, él saca la tarjeta de plástico.

¿Y eso qué personalidad forma?

Pues son chicos que no entienden que tengan que esforzarse para construir un proyecto de futuro. No se les pasa por la cabeza. No piensan que para ser médico has de estudiar 11 años y hacer muchas horas de guardia. Tal vez, se apuntan a una oenegé y son solidarios ocasionales. Hay un terremoto en Haití y van allí unos días, para regresar pronto a su comodidad. En todo esto, España lo ha hecho peor que el resto de Europa. Aquí se han apoltronado más.

¿Ese nulo esfuerzo los hace felices?

Mientras están bajo el amparo de la familia se sienten bien. Es el síndrome de Peter Pan. Ahora les viene un cambio muy importante. La crisis va a ser muy beneficiosa para esa generación. El paraíso de los adolescentes que tienen de todo sin esfuerzo se ha acabado. Esos que se rebelan de tan bien que viven, y que se inventan unos límites porque nadie se los pone, van a hacer un cambio impresionante. No tardará mucho.

¿Quién está más desorientado, los adolescentes o sus padres?

Es que si una de cada dos parejas se separa, ya me dirás. Yo me niego a ir a ninguna boda más. Me da pena apadrinar a unos que parecen llevarse tan bien y en dos años se separan.

La familia ha evolucionado.

La familia de hoy es un núcleo de personas que cuidan de otra persona. Ese núcleo puede estar compuesto por infinidad de opciones en las que el dato predominante es que el hijo es el rey de la casa. Es frecuente que el niño tenga autoridad sobre los padres. Él es el jefe de la manada.

¿Cómo ha ocurrido eso?

Porque padre y madre trabajan fuera de casa, no tienen referentes ni los ponen, y después han decompensar a sus hijos. Se lo toleran todo, e incluso les piden permiso, los padres a los hijos. Los niños, en consecuencia, ordenan. «¡Cómprame algo!» Y les compran algo. Muchos padres han perdido completamente la autoridad sobre sus hijos.

¿Los adolescentes con los que usted conecta se quejan de sus padres?

No. Se quejan los padres. Los adultos se están dando cuenta de que hemos llegado a unos límites de insolidaridad y falta de respeto insoportables. Si hablas de autoridad eres tachado inmediatamente defacha, pero a mí me da igual. Yo intento tener unas normas básicas claras, me he vuelto más autoritario porque la sociedad, al completo, es más indisciplinada y menos educada.

¿Todo esto se refleja en las relaciones sexuales de los adolescentes?

Las inician pronto porque se desarrollan antes que en el siglo pasado. Son relaciones muy fraccionadas y poco coherentes. La familia y los médicos les informamos de los peligros -embarazos, infecciones-, pero no del amor y la ternura. Muchas veces mantienen relaciones por obedecer al grupo. A su manera, son fieles.

A su manera.

Sí. Tal vez no sea lógico exigir fidelidad eterna. Eso que dice la Iglesia de hasta que la muerte os separe es una tontería. Los adolescentes de ahora son monógamos seriados: cambian de pareja, pero en cada momento son fieles a una sola persona.

Un pediatra como usted es más bien un psicólogo.

En buena parte, sí. Los pediatras generalistas estamos a medio camino entre un psiquiatra, un psicólogo y un médico de familia: atendemos la normalidad diaria con sus problemas, todo eso que no llega a ser patológico. Veo a las personas, no sus enfermedades. Si me llega una mujer con su hijo y me explica que se le acaba de morir el marido, lo normal es que al niño le duela la barriga y que la madre se encuentre mal.

¿Usted tiene buena opinión de los adolescentes?

Sí, claro. Son los que cambian la vida. Protestan porque es su obligación. Los de esta generación tienen que encontrar quien los eduque. Y van a tener que pasarlo mal. Tendrán que esforzarse. Los niños que nacen ahora en España crecerán con restricciones. Hemos vivido como si fuéramos una potencia mundial sin serlo. Vamos a volver un poco hacia atrás, pero será positivo.