MEDIOAMBIENTE

Un pueblo de Teruel gana 12.000 euros al año con una tasa por coger setas

Dos buscadores de setas se adentran en la zona acotada para buscar hongos en Mosqueruela, el sábado.

Dos buscadores de setas se adentran en la zona acotada para buscar hongos en Mosqueruela, el sábado.

RAFA JULVE
MOSQUERUELA

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En Teruel existe lo que los propietarios forestales llevan años reclamando en Catalunya. Sí, sí, en Teruel existe un pueblo llamado Mosqueruela en el que una ordenanza municipal obliga a pagar 3,61 euros (600 pesetas exactas) por persona y día a quienes quieren buscar setas por sus bosques. Miles de aficionados visitan el lugar por estas épocas y todavía hay muchos que logran escapar de los vigilantes para ahorrarse la cuota, arriesgándose a una sanción de 150 euros. "De no ser por esas trampas, los 12.000 euros que recaudamos al año serían aún más y nos ayudarían a mantener el terreno en mejores condiciones", comenta Ángel Fabregate, alcalde de esta localidad de 600 y pico habitantes ubicada en la frontera con Castellón.

Las tierras de este pequeño pueblecito son tan ricas en hongos que incluso Astérix y Obélix renunciarían durante un rato a perseguir jabalís con tal de recoger decenas de níscalos en el Pinar Ciego, apropiado nombre para un paraje donde esta temporada ya han tenido que ser rescatados más de 40 boletaires que se habían perdido. El último de ellos, el sábado pasado, el mismo día en el que Jaume Tàrrega y José Enrique Mas subieron por primera vez a Mosqueruela a buscar setas. Su inexperiencia, la lluvia y sus amigos --que a última hora decidieron esperarlos en un bar del pueblo conociendo la pócima local, el zarzo-- les habían amedrentado, pero fue bajar del coche y ver el primer robellón (rebollón en el argot mosqueruelano). Y así, uno tras otro, hasta lograr entre los dos un botín de más de seis kilos. Una cantidad alejada del máximo de siete kilos por persona y día autorizado por el ayuntamiento pero que permitió que estos jóvenes restaran importancia al hecho de que habían tenido que pagar una cuota.

"PRECIO SIMBÓLICO"

Ángel Borràs, que llegó con su familia a Mosqueruela después de recorrer 170 kilómetros desde El Pinell de Brai, en la Terra Alta, también quitó hierro a la tasa boletaire. "Es un precio simbólico, porque comprar un kilo de robellones es mucho más caro. Además, la gente es muy guarra, muy marrana, y lo deja todo lleno de basura; por eso está bien que hagan pagar un poco para poder arreglar y limpiar el bosque", razonaba poco antes de adentrarse entre la arbolada con el convencimiento de que volvería a casa, como la semana anterior, con el cesto repleto.

Oriol Colell, otro tarraconense que se movía por entre los pinos como el druida Panorámix buscando muérdago, consideró en un primer momento que la tasa era "abusiva". Después, cuando se le explicó que el dinero recaudado el año pasado se invirtió en contratar a cuatro personas para que adecentaran el terreno, acabó aceptando la medida, "siempre y cuando se destine todo para esto", espetó mientras señalaba hacia un suelo húmedo y repleto de pinocha, musgo y, cómo no, setas.

PAGAR POR LA PLAYA

Unos metros más adentro, Pepe Fonte, vecino de L'Alcora (Castellón), también acataba la ordenanza, pero dejaba en el aire una cuestión: "No me parece mal pagar la cuota, pero entonces, los pueblos de costa también podrían plantearse cobrar a la gente que va a la playa para mantenerla en buen estado, ¿no?"

Jaime García y su padre, Pepe, que habían llegado desde Ontinyent (Valencia), no pensaban en debates de este tipo. Su único objetivo era encontrar algún robellón más que los cuatro o cinco que habían cogido en las primeras horas de la mañana. "Me parece que no hemos ido al pinar adecuado. También es verdad que no habíamos pagado. Ahora vamos al Pinar Ciego y pagaremos la tasa, a ver si cambia la suerte".