UNA HISTORIA DE SARRIÀ-SANT GERVASI

La historia de la casa del sultán en Sant Gervasi

La torre Mulay Hafid, diseñada por Puig i Cadafalch, alojó a un sultán marroquí antes de convertirse en consulado de México

Sede modernista del consulado de México, en el paseo de la Bonanova.

Sede modernista del consulado de México, en el paseo de la Bonanova.

ANNA ROCASALVA / BARCELONA

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Corría el año 1915 cuando un gran desfile llenó la Rambla para vitorear a un hombre que saludaba desde el balcón del Hotel Oriente. Era el destronado sultán de Marruecos, Mulay Hafid que, sensible al duelo de los barceloneses por la muerte de un querido elefante, había regalado un nuevo paquidermo al Zoo de Barcelona, la elefanta Júlia.

Hafid llegó a la ciudad tras abdicar en favor de su hermano Yúsuf, como consecuencia del tratado de Fez, que convirtió Marruecos en un protectorado francés. Después de vivir unos meses en el Hotel Oriente, este popular personaje se trasladó a una torre diseñada por Puig i Cadafalch, en el paseo de la Bonanova, 55. La torre Mulay Hafid está catalogada bien cultural de interés local y, actualmente, alberga la sede del consulado de México en Barcelona.

Modernista y neoclásica

"Es un edificio modernista de estilo más neoclásico en el interior", describe la arquitecta Carme Ribas responsable, junto al arquitecto Pere Joan Ravetllat, de la rehabilitación del edificio en el 2002. Con casi 900 metros cuadrados de superficie, un pequeño jardín aísla el inmueble, organizado según una compleja volumetría.

"Es una casa que quiere proyectarse al exterior, con terrazas, pérgolas y miradores prominentes", añade Ravetllat. Destacan el elaborado trabajo modernista del ladrillo, los originales postigos metálicos, el pulido acabado de la cerámica en los bajantes y las columnas salomónicas que enmarcan el ventanal de la torre, que corona el conjunto "y que el arquitecto construyó como guiño al sultán -especula Francisco Gómez, empleado del consulado- para que orara hacia La Meca".

Poco se sabe de la historia de la torre después de que el sultán se mudase a Francia en 1916. "Posiblemente se abandonase o los siguientes propietarios no la habitasen -apunta Ravetllat-, la prueba es que desde los años 40 o 50 no se había hecho ninguna reforma".

Durante la rehabilitación impulsada por la extinguida promotora Azimut, se encontraron unos frisos fechados en los años 20 del siglo pasado, en el despacho de la cónsul María del Carmen Oñate. "Son unas ilustraciones pintadas en placas de madera que representan los distintos juegos para cada etapa de la vida", explica Ribas. "Son copia de unos dibujos del ilustrador Joan Junceda para la revista En Patufet, muy popular en aquellos años", aclara el ilustrador Jaume Bosch.

El reloj sin tiempo

En el salón de la planta noble hay un reloj franco-suizo del siglo XIX. "Fue guardado por el librero José María Benet y el antiguo conserje del consulado, Antonio Gómez, -afirma Francisco Gómez- cuando los diplomáticos mexicanos abandonaron Barcelona al inicio de la guerra civil". Tras 40 años custodiado, el reloj, siempre parado a las dos de la tarde, fue devuelto al consulado de México como muestra de la amistad entre los dos países y de un entrañable compromiso que no ha sido alterado por el tiempo.