Juan A. Ortiz, carnicero: "Educamos a los niños para que la gente vuelva al mercado"

Un galardonado vendedor de carne de caballo reivindica el trato personal que da el mercado

Juan Antonio Ortiz, en su carnicería del mercado de Provençals.

Juan Antonio Ortiz, en su carnicería del mercado de Provençals.

ANNALISA PALUMBO

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La carnicería Soler Capella, de Juan Antonio Ortiz Soler (Barcelona, 1971), acaba de llevarse una mención especial en  los Premis Comerç de Barcelona 2017. Ubicada en el mercado de Provençals (Menorca, 13), es una de los pocos puestos de toda la ciudad especializados en carne de caballo.

-¿Tres generaciones Soler Capella?

-Mi abuelo y mi padre, fundadores de la empresa, eran Ortiz. Cuando murió mi padre, cambiamos a Soler Capella, el nombre de mi madre. Nos parecía más comercial. La calidad, el compromiso, el esfuerzo son los mismos. Somos 10 primos en familia y todos somos carniceros.

-Una misión familiar.

-Efectivamente, como la carne de caballo. Empezó mi padre entre Badalona y Santa Coloma y nosotros seguimos. Ahora somos una de las pocas paradas de mercado especializada en carne de caballo.

-¿Por qué?

-Porque es diferente. Es una carne extremadamente sana y que puede ser consumida incluso por los que tienen restricciones alimentarias.

 -¿Por ejemplo? 

-Martí es nuestro cliente estrella. Tenía 3 años cuando su madre vino a vernos por primera vez y era alérgico a todo. Crecimos con él. Ahora tiene 18 años y nos ha obligado a aprender cosas. Gracias a él, hemos descubierto cómo tratar un determinado tipo de clientes, a cambiar la forma de trabajar.

-¿Dónde está la diferencia?

-Es un trabajo de cuidado extremo. A partir de Martí, hemos establecido una rutina de trabajo. Cuando sabemos que un cliente tiene alergia, preparamos los pedidos antes de trabajar en el mostrador. Es una atención tal vez excesiva, pero intentamos que nuestra carne y nuestro trabajo realmente ayuden. Y los clientes lo agradecen.

-¿Muchos clientes del barrio?

-Sí, y de fuera también. Es un sector pequeño y minoritario, pero muy agradecido. Si trabajas bien, el cliente lo reconoce. Tenemos clientes que vienen a comprar carne desde Arenys. Es un orgullo.

-Pero va menos gente al mercado.

-Es verdad. El día de la inauguración del puesto, en 1996, teníamos un animal de 150 kilos. ¡Lo vendimos todo! Ahora no sería posible, aunque en nuestro mercado estamos intentando trabajar para que la gente vuelva educando a los niños, enseñándoles que el pollo no viene de una bandeja, que la carne de caballo no es mala, que el pescado no sale del congelador.