HUERTOS DE INCLUSIÓN SOCIAL EN SANT BOI

"Aquí todos sumamos, no es como en la calle"

Juan Gabriel Torres da rienda suelta a su afición hortícola sin sentirse limitado por ir en silla de ruedas

Juan Gabriel Torres inspecciona el estado de los cultivos en el huerto de Can Pinyol, en Sant Boi.

Juan Gabriel Torres inspecciona el estado de los cultivos en el huerto de Can Pinyol, en Sant Boi. / periodico

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / SANT BOI

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Juan Gabriel Torres integra el selecto grupo que da la bienvenida a los huertos de Can Pinyol. Un privilegio para el recién llegado que no debe achacarse únicamente al carácter jovial de este usuario de 60 años, sino que, en buena medida, también viene condicionado por las necesidades del guion. Juan tiene movilidad reducida, y tanto él como sus compañeros de la Fundación Aramís tienen reservada la zona de entrada, la superior del huerto comunitario, debido a las dificultades de llegar a otras áreas con sus sillas de rueda.

El espacio está adaptado para que planten en paneles perfectamente accesibles para ellos. Y Juan desata su aficíón hortícola, que hasta ahora debía limitar al "apenas metro y pico" disponible en el balcón de su casa "para plantar alguna cebolla o pimiento". Ahora, las posibilidades se han ampliado notablemente y él ya negocia con sus compañeros qué especies sustituirán a las acelgas, habas y lechugas que han acaparado el protagonismo de sus terrarios los últimos meses.

COOPERACIÓN

Tampoco era muy generoso el muestrario de visitantes que podía llegar hasta su balcón si se compara con la realidad de Can Pinyol. "En Aramís nos organizan muchas actividades, pero siempre hay un momento sin nada que hacer, y entonces el huerto es un recurso muy socorrido para mí", explica. Más aun para aquellos que hasta ahora reducían su ocio "a la partidita en el 'casal' o la cervecita en el bar", destaca.

"Aquí venimos a sumar y todo es más fácil que en la calle, donde todos van a la suya. Hace dos semanas, mientras unos compañeros allanaban la zona de ocio, nosotros quisimos cooperar de alguna manera y barnizamos los bancos de madera", destaca. Y encima, al llegar a casa, el gustazo de comer una lechuga que creció "sin nada de química, que aguanta seis días en la nevera". "Prueba a hacer lo mismo con una de la tienda", reta, con indisimulado orgullo. 

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