ENTREVISTA

Francisco Collazos: "Hay un exceso de diagnósticos de psicosis entre los inmigrantes"

El programa de psiquiatría que dirige Francisco Collazos (Madrid, 1970) en el Hospital del Vall d’Hebron atiende cada año a unos 500 inmigrantes que sufren una alteración psíquica que precisa diagnóstico. Para hacer bien su trabajo, explica, es imprescindible descartar que el problema por el que esas personas llegan al hospital sea una manifestación cultural que en sus países de origen forma parte de la normalidad, más o menos agravada por las circunstancias en las que viven aquí. Descifrarlo exige contar con mediadores que conozcan el idioma y la cultura del paciente. El servicio de Collazos no dispone de ningún mediador. Salut no los paga. Los últimos los contrató La Caixa.     

El responsable de psiquiatría transcultural en el Hospital del Vall d'Hebron alerta de que la ausencia de mediadores propicia diagnósticos erróneos

EN VALL D'HEBRON. El psiquiatra Francisco Collazos, en los pasillos del servicio de psiquiatría transcultural.

EN VALL D'HEBRON. El psiquiatra Francisco Collazos, en los pasillos del servicio de psiquiatría transcultural.

Àngels Gallardo

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–¿Están siendo bien diagnosticados los inmigrantes que llegan a servicios de salud mental de Catalunya?

–Digamos que en ellos el rendimiento de los recursos del sistema es menor. Es peor.

–¿Diagnósticos erróneos?

–En Barcelona, y en toda España, esto no se ha estudiado con rigor, pero cuando se ha analizado el fenómeno en grandes cantidades de pacientes de países occidentales, donde el psiquiatra puede ser de Canadá y el paciente de Nigeria, se ha encontrado un sobrediagnóstico de psicosis. No significa que siempre sea un error.

–¿De qué depende?

–La psicosis está condicionada por los estresores que vive una persona. Usted y yo nos podríamos psicotizar si ahora entrara en este despacho una célula del Estado Islámico, nos secuestrara y no supiéramos en qué momento nos van a decapitar. Podríamos empezar a delirar.

–¿Qué estresa a los inmigrantes?

–La discriminación percibida. Es algo muy sutil. Hay agresiones francamente groseras, como lo fue la de los nazis, pero luego están las microagresiones, de las que el feminismo puede dar muchos ejemplos.

–¿El concepto de salud mental existe en todas las culturas?

–De alguna forma, si. Identifica a quien se sale de la norma. Implica tener en cuenta variables como la seguridad, la biología, la economía, la política y la propia cultura. Eso ayuda a ver a la persona en su contexto.

–¿La llegada de inmigración ha cambiado aquí ese concepto?

–Si. Hasta finales de los años 90, la consulta de cualquier servicio de psiquiatría atendía a un público bastante homogéneo. Como mucho, podíamos distinguir entre catalanes de cuna y nouvinguts de otras comunidades españolas. Podías distinguir al payés del burgués o del barcelonés de zona obrera. Había diferencias sociales, pero no culturales.

–¿Qué es la cultura?

–En un sentido amplio, la cultura es cómo nosotros le damos sentido al mundo que nos rodea. Cómo interpretamos nuestra relación con la muerte, con los hijos, o el rol que juego como varón o mujer dentro de la familia. O cuestiones que nunca nos hemos planteado, como el hecho de estar enfermos.

–¿No todos enfermamos igual?

–Cuándo entiendes tú que estás enfermo está condicionado por aspectos culturales. Aquí estás enfermo desde el momento en que tu condición de salud te impide producir. Lo vinculamos mucho al trabajo. Se me considera enfermo cuando tengo que coger la baja laboral.

–Esto en otras culturas no es así.

–No. En culturas donde el individuo como tal carece de sentido, y el sentido le viene dado por su pertenencia a un grupo superior, la familia de forma extensa, se considera que estás enfermo cuando tu condición de salud repercute en el equilibrio y la armonía de tu grupo. En consecuencia, la implicación del grupo en tu evolución también será mayor.

–¿Eso está vigente?

–Tan vigente como que la minoría étnica más numerosa en España, la gitana, mantiene entre sus rasgos que cuando uno de ellos está enfermo van todos al médico. La cultura occidental se caracteriza por ser eminentemente individualista: aquí, desde pequeño te preparan para ser autónomo. Y el cerebro se prepara para funcionar en un entorno individualista o colectivista.

–¿Ese rasgo modifica el cerebro?

–Lleva a que ciertas áreas del cerebro se desarrollen más que otras, aunque el potencial para sentir emociones básicas –alegría, miedo tristeza, rabia– es universal. Todas las personas sanas las sienten. La intensidad con que se manifiestan dependen de cada cultura.

–¿Todo eso llega a su consulta?

–Los contextos que traen los pacientes inmigrantes son desconocidos. Son una situación nueva a la que deberíamos saber dar respuesta.

–¿Cómo dan respuesta?

–En Catalunya se creó en el 2004 un plan director de inmigración y salud, inédito en España, que prevé la formación de mediadores interculturales. Porque, si no hay una comunicación adecuada y el idioma falla ¿de qué estamos hablando?

–No se entenderán.

–No solo eso. Más allá de lo  idiomático, están las ideas que pueden estar culturalmente sesgadas y me pueden llevar a una interpretación equivocada. Ahí entra la función del mediador, que puede advertir el fallo.

–¿Disponen de mediadores?

–Ahora, en el Vall d’Hebron no tenemos ninguno. Es un reflejo de la falta de sensibilidad de los rectores de todo esto. Hasta febrero había cuatro que pagaba La Caixa.

–¿Sin mediación pueden trabajar correctamente?

–No. Compensamos la situación con sobreesfuerzo personal. Si esto fuera un hospital de EEUU, no podría recibir ni un dólar de dinero público.

–¿Por qué?

–Allí tienen muy presente que todos los usuarios, con independencia de su pertenencia étnica o cultural, accede por igual a lo público.

–¿Cómo organizan la psiquiatría otros países multiculturales?

–En países como EEUU, Canadá, Holanda, Bélgica e Inglaterra tienen presente la diversidad cultural. EEUU se compone de muchas minorías étnicas, y lo que no pueden negar, hasta el extremo de que hacerlo se considera racista, es que por el hecho de pertenecer a una minoría tendrás dificultades para aprovechar lo público. Para integrarte.

–¿Qué es integrarse?

–Yo estoy integrado cuando, independientemente de mi condición étnica, religiosa o mi orientación sexual puedo disfrutar de los servicios públicos con los mismos derechos y obligaciones que tienes tu. Decir que todos tenemos la misma facilidad para acceder a eso es falaz.

–¿Y en Catalunya?

–Cuando preguntas: ¿cuándo alguien está integrado?, te responden que cuando ha aprendido catalán. Es evidente que esto va más allá.

–Los jóvenes de Ripoll de los atentados del 17-A parecían integrados.

–Efectivamente. Jugaban a fútbol en el equipo de Ripoll, tenían novietas, trabajo, habían ido al mismo instituto que el resto… pero seguramente sentirían un estresor exclusivo: la sutil discriminación percibida.

   –¿Cuántos mediadores precisarían?

–No se trata de un número, sino de tener la capacidad de organizarlo: si mañana voy a recibir a un chico de Gambia, concierto con un mediador de Gambia la visita. Si ahora hago eso, Salut no me lo pagaría.

–¿Esta situación explicaría algunos sobrediagnósticos psiquiátricos en inmigrantes en Catalunya?

–Claro. Yo creo que hay un exceso de diagnósticos de psicosis porque no entendemos lo que nos dicen, y porque tampoco ellos, los pacientes, entienden lo que les decimos nosotros. No es rara la desconfianza mutua, y, al final, incurrir en que ‘esto es una idea delirante’, es decir, criterios diagnósticos de la esquizofrenia.

–¿Cómo se inicia ese error?

–En psiquiatría no existe un marcador biológico que te diga si hay, por ejemplo, diabetes o no. Si hablamos de psicosis –la pérdida de contacto con la realidad–, lo que he de explorar es tu mundo emocional, tu mundo de las ideas, cómo las verbalizas y cómo catalogo tu conducta. 

–Una conducta en un contexto.

–Si. A lo mejor, tu conducta y la forma cómo te relacionas puede parecerme muy expansiva, pero es que, tal vez en tu cultura africana o pakistaní esa forma de comportarse es normal. Esa idea que tu expresas, que a mí me resulta extraña o delirante, porque me estás explicando algo que tiene que ver con espíritus y presencias percibidas, me puede llevar a equivocarme al diagnosticarte como psicótica.

–¿Antes de diagnosticar deben conocer otras creencias?

–Claro. O tener un mediador que las conozca. Creencias que yo no comparto y que ignoraba que en tu cultura son normales, pueden conducir a un diagnóstico erróneo.