especialidad sanitaria

Médicos para el final de la vida

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fcasals40616355 gala serrano171020185404 / RICARD CUGAT

Àngels Gallardo / Barcelona

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El 45% de los pacientes que son atendidos en las unidades de cuidados paliativos de los hospitales públicos de Catalunya -la mayoría sufren un cáncer- fallecen en el primer mes del ingreso a consecuencia de la enfermedad que motivó esa asistencia. Pero el 55% restante no siempre están en el proceso que conduce al final de la vida, ni han llegado a esos servicios porque sean personas 'terminales' o, aún peor, 'desahuciadas', dos términos deshumanizados que los sanitarios vinculados a esa especialidad médica consideran denigrantes.

El término 'paliativo' fue escogido en los años 90 por un reducido grupo de médicos catalanes que, observando cómo se trataba en Gran Bretaña y Alemania a los enfermos con mal pronóstico y gran sufrimiento, aceptaron algo que la mayoría de sus colegas se resistía a admitir: que el objetivo supremo de buscar la curación de los enfermos resulta un imposible evidente en un significativo número de pacientes. Y que cuando esas personas sufren y se hunden en los peores dolores, o son conscientes del acelerado deterioro en que aparecen ante su familia y frente a ellos mismos, merecen ser atendidos con recursos analgésicos especiales, mucho más potentes de lo habitual pero que exigen ser administrados de forma sutil y directa.

Destreza con los opioides

Aquellos médicos -el pionero en Catalunya fue Xavier Gómez Batiste- decidieron buscar un nuevo concepto para su función profesional, un paradigma en el que la finalidad ya no sea curar sino procurar el relativo bienestar de unos pacientes a los que los especialistas que los han tratado hasta entonces auguran muy mal pronóstico vital, pero ante los que se impone la obligación humana de reducir el sufrimiento.

Los médicos de cuidados paliativos asumen que su función ya no es curar, sino reducir el sufrimiento

Su manejo de los opioides para suprimir síntomas dolorosos en principio irreductibles es magistral. Los inyectan en nervios y músculos que seleccionan con destreza. Conocen los resortes de la sensibilidad. No se proponen curar, sino proporcionar bienestar en las horas inmediatas.     

Así fueron surgiendo los equipos de cuidados paliativos, un colectivo raro al principio, nada popular entre los propios médicos -les costaba ver el 'éxito' científico de centrarse en la atención de quien moriría de inmediato hicieran lo que hicieran-, pero que se fue nutriendo de oncólogos, psiquiatras, psicólogos, anestesiólogos, traumatólogos y numerosas enfermeras formadas en el preciado y difícil arte de aliviar el dolor y eliminar el sufrimiento máximo.

"Soy oncóloga, pero desde el principio me pareció más importante atender en su globalidad a la persona que sufre un cáncer avanzado, que centrarme en las peculiaridades de su tumor -afirma Gala Serrano, responsable de cuidados paliativos en el Hospital de Bellvitge-. Un cáncer destroza a quien lo sufre, en todos los aspectos, y también a quienes lo rodean. En nuestro servicio tratamos ese conjunto de consecuencias".

El sentido de lo que pasa

El servicio de Gala Serrano, y el resto de paliativos, se ocupa también de ofrecer apoyo espiritual a los pacientes que, o porque ya mantenían una fe religiosa antes de enfermar, o porque viendo su situación presente buscan una explicación para lo que les está ocurriendo que trascienda los datos científicos, expresan la necesidad de entender lo trascendente. "Creer en algo, sea una religión o el poder de la naturaleza, ayuda a sobrellevar mejor las situaciones difíciles -asegura el doctor Jordi Trelis, responsable de la red oncológica de cuidados paliativos en los hospitales del Institut Català de la Salut (ICS)-.

Muchos enfermos saben cuándo están en los últimos días de su vida, pero no todos lo dicen 

"Muchos enfermos necesitan comprender qué sentido tiene lo que les está pasando -explica la oncóloga Serrano-. Sienten que son una carga para quienes les ayudan, porque no se valen por sí mismos. Esas dimensiones no pueden ser atendidas en un servicio de oncología convencional. En nuestras unidades, sí".

Los servicios paliativos se han extendido. Los tres centros del Institut Català d'Oncologia (ICO) y las áreas de cuidados paliativos de los hospitales de Bellvitge, Vall d’Hebron, Josep Trueta y Arnau de Vilanova -adscritos al ICS- atendieron a 2.253 pacientes en el 2016. Otras 47.000 personas -mayoritariamente en el final de su vida- fueron atendidas en sus domicilios por equipos médicos y de enfermería, con visitas diarias o semanales.

Dolor, miedo, ahogo

Dolor neuropático, nauseas, vómitos, ahogo, miedo, ansiedad. De todo esto se ocupan las unidades de paliativos, que también atienden a afectados por esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad pulmonar obstructiva en situación grave, o cualquier proceso en el que el paciente con mal pronóstico siente dolor y malestar.

Los médicos y enfermeras destinados a esas unidades reciben una formación exhaustiva y periódica. "Desarrollan la capacidad de identificar necesidades que los pacientes no expresan", explica Trelis. Captan, muchas veces, cuando una persona sabe que su muerte está muy próxima. "Muchos enfermos saben que están en los últimos momentos de su vida, pero es una percepción que pueden compartir o no con otra persona -prosigue Trelis-. Unos, no lo dicen en público, pero sí en privado. No es raro que lo confiesen a la enfermera que cubre el turno de noche".

Una de las premisas más acatadas por los médicos de paliativos es no molestar a la persona que ha emprendido su último viaje personal. "Intervenimos cuando intuimos que podemos ayudar".

Grandes expertos en el uso de analgésicos

Los servicios de cuidados paliativos son solicitados para cerca del 70% de las personas ingresadas en residencias, que sufren, de forma frecuente, desgastes óseos o fracturas que provocan dolor físico. El tratamiento del dolor es, en estos casos, el objetivo de estos profesionals. Otro 10% de pacientes de paliativos proceden de servicios de oncología, que tras recibir el alta médica, sufren las dolorosas secuelas de los tratamientos que se les aplicaron para suprimir el cáncer. Esas consecuencias se convierten en dolores crónicos en numerosas ocasiones. Los facultativos expertos en paliativos acceden, por esa razón, a una constante actualización de su formación en el uso de los analgésicos y toda la gama de opioides destinados a calmar el dolor.