FENÓMENO EN EXPANSIÓN

Indefensos ante el 'bullying'

Acoso escolar

Acoso escolar / periodico

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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El menosprecio sutil pero evidente en clase, la ridiculización de lo que dice cuando responde al profesor o las risas del grupo acosador cuando su objetivo -un chico inseguro, dominado por la ansiedad, que se siente indefenso- aparece en el aula o en el patio, convierten en un infierno intolerable la vida de un número no determinado de niños y adolescentes. No existen estadísticas que permitan determinar si se trata de un fenómeno creciente, o bien de conductas de las que ahora se habla y antes no, pero lo cierto es que suceden, con trágicas resoluciones en algunos casos, como el reciente suicidio de un niño de 11 años ocurrido en Madrid. Aun así, este no es el principal motivo por el que algunos menores de 18 años intentan, o consiguen, darse muerte en nuestro entorno. Los conflictos amorosos son la principal causa, aseguran psicólogos y psiquiatras.

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Los manuales de psiquiatría infantil y juvenil advierten de que el 'bullying' es un factor de riesgo de suicidio al que es preciso poner freno y dar solución, pero, salvo excepciones, la realidad refleja que el menor que es objeto de persecución psíquica -y con frecuencia física, además de en las redes sociales- por parte de individuos que formaban parte de su grupo de relaciones, no encuentra refugio ni en su familia ni en los profesores.  

RECURREN AL SENTIDO COMÚN

El perfil del menor que es objeto de acoso se suele describir a 'posteriori' cuando la situación se ha desbordado. Esa es precisamente una de las lagunas para la que psicólogos y profesores reclaman la intervención autorizada de algún organismo público que paute acciones que enlacen el mundo emocional, y los conflictos psíquicos naturales en niños y adolescentes, con el ámbito escolar, el inicio de las relaciones de pareja y la interacción en colectivos cada vez más complejos. “Los profesores actuamos por sentido común y más o menos percibimos la forma sutil con que algunos alumnos machacan a los compañeros que son más flojitos en clase. Pero si ese chico pierde el apoyo de su familia y es acosado de forma insoportable, el caso se nos escapa”, afirma el sociólogo Nicolás Viñés, profesor de secundaria en la escuela Immaculada Concepció de Horta, en Barcelona. “El profesorado debería tener una cierta preparación, algunas pistas, para saber cómo intervenir, al margen de avisar a los Mossos d’Esquadra cuando existe un acoso evidente a través del móvil  –prosigue Viñés-. Y es necesario dar herramientas a los alumnos, para que sepan adónde acudir y cómo defenderse en esa situación”.

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Entre los pacientes de los grupos de terapia para adolescentes obesos que dirige Sandra Gussinyer, psicóloga clínica adscrita al programa Nens i Joves en Moviment, abundan los jóvenes que empezaron a comer de forma desaforada para refugiarse de un acoso escolar desatendido. Es el caso de Núria [nombre ficticio], de 15 años, que entre los 8 y los 10 sufrió un intenso bullying en una escuela de El Carmel de la que guarda trágico recuerdo.

LA OBESIDAD COMO REFUGIO

“Comer es una forma de gestionar las emociones y fue la salida que encontró Núria, que sigue siendo una obesa en tratamiento –explica Gussinyer-. En los años que sufrió acoso quedó en evidencia la ausencia de recursos de la escuela, un vacío que sigue sin estar resuelto”. Núria vivía desconcentrada, sufría cefaleas, dolores intestinales, ataques de ansiedad. Enfrentarse a un examen rodeada de quienes la acosaban le resultaba insufrible –sus padres solicitaban infructuosamente que se la examinara a solas- y solía comentar con su madre el deseo de morir para descansar. Un cambio de escuela cortó el problema, pero Núria ya no ha dejado su refugio en la comida.

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“Son personas vulnerables y emocionalmente dependientes que son percibidas como objeto de acoso por compañeros que encuentran el dominio de sí mismos atacando al débil –describe Gussinyer-. El abusador también tiene problemas”. Suele coincidir, indica la psicóloga, con una crisis seria entre los padres del acosado –separación, muerte de uno de ellos, pérdida del trabajo- una situación que lleva al chico a la conclusión de que no puede sumar más problemas a su familia. “Se aísla, se queda solo, y se muestra propicio al acoso –dice la psicóloga-. Si no reacciona con agresividad ante quienes le atacan, o si no les demuestra indiferencia, no se detendrán”.

UN INTENSIVO EMOCIONAL  

Esta especialista reclama que la Administración adopte un papel activo ante el problema. Propone fijar unos encuentros intensivos de uno o dos días de duración, cada inicio de curso, en los que participen los alumnos de 11 y 12 años y sus profesores, dedicados a abordar los conflictos emocionales y de desarrollo con que se podrán encontrar. “Es una edad importantísima, el momento más vulnerable para los adolescentes –indica Gussinyer-. No tienen recursos para afrontar su inseguridad personal, la insatisfacción con un cuerpo en cambio, la nueva metodología de estudio en los cursos de secundaria”. Esos encuentros -'flowment' (el fluir del grupo) en su definición- proporcionarían recursos para afrontar un 'bullying', sostiene la psicóloga.

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Los principales motivos que, no obstante, conducen a algunos adolescentes a intentar darse muerte tienen un patrón muy clásico, asegura Joaquím Puntí, psicólogo en el Hospital Parc Taulí, de Sabadell y miembro de la Asociación de Psiquiatría Infantil y Juvenil. Una fuerte discusión con el padre o la madre, o la prohibición de utilizar el móvil durante un mes, puede conducir a una tragedia, advierte Puntí. “Y, sobre todo, ver al novio o la novia besándose con otro; o ser abandonado”, añade. La mayoría de intentos de suicidios entre jóvenes y adolescentes son exactamente eso: tentativas, apunta el psicólogo. En esos casos, el método más frecuente para lograrlo es la sobredosis de fármacos, siempre con los que están más a mano en casa: ibuprofeno, paracetamol, el hipnótico de mamá… Quienes adoptan esa vía de autolesión preferirían seguir viviendo, siempre que se dieran algunos cambios en su vida. Los que ya no confían en la ayuda, como el niño de Madrid, impiden que se les rescate.