LAS PREGUNTAS DE LA NUEVA LEGISLATURA

10 días para el nuevo Parlament, 10 incógnitas todavía sin resolver

A pocos días de que se constituya la nueva Cámara, el nombre del próximo 'president' continúa siendo un misterio

Pleno en que se aprobó la ley de transitoriedad

Pleno en que se aprobó la ley de transitoriedad / periodico

Daniel G. Sastre / Roger Pascual

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Los catalanes se han acostumbrado en los últimos años a no saber hasta el último minuto quién va a ser su 'president'. Pasó en 2015, cuando el agónico tira y afloja entre Convergència y la CUP terminó con Carles Puigdemont sentado en el Palau de la Generalitat. Y sucede ahora tras el 21-D: desde este lunes quedarán diez días para que se constituya el nuevo Parlament, el nombre del jefe del próximo Govern sigue siendo una incógnita.

Puigdemont reivindica su "legitimidad" desde Bruselas. Junts per Catalunya mantuvo por 11.000 votos y contra pronóstico su hegemonía en el ámbito soberanista, pero el presidente depuesto exige ahora que no se le detenga si vuelve. El PP ya ha invocado la separación de poderes para asegurar que un "pacto político" como el que pide es imposible, así que no puede ni mucho menos descartarse que surjan alternativas. 

Como el independentismo mantuvo su mayoría absoluta, es casi seguro que el próximo presidente de la Generalitat saldrá de ese bloque, y que Inés Arrimadas no podrá hacer valer su inopinada victoria el 21-D. Pero la opción de Oriol Junqueras sufrió un duro varapalo el viernes, cuando el Tribunal Supremo rechazó excarcelarlo. Técnicamente, el líder de ERC podría ser investido si se le da permiso para salir de prisión y acudir a la Cámara, pero dirigir el Govern desde Estremera se antoja complicado. Si los soberanistas deciden mantener la tensión máxima en su pulso con el Estado, nada puede descartarse.

Quedan lejos los tiempos en los que se sabía cuándo empezaban y cuándo terminaban (más o menos) las legislaturas. El escenario catalán, que condiciona de forma ostensible toda la política española, se presenta más abierto que nunca.

Es la gran pregunta desde la misma noche del 21-D. Después de que Junts per Catalunya centrara su campaña en prometer que el 'president' depuesto volvería de Bruselas si ganaba y que nadie podría impedir que se presentara en el Parlament, la realidad se ha impuesto. El equipo de Carles Puigdemont sabe que será detenido si cruza la frontera, y ha puesto sobre la mesa alternativas "imaginativas", como una investidura telemática de difícil encaje en el reglamento. A diez días para la constitución de la Cámara catalana, los posconvergentes se niegan de momento a contemplar alternativas como ceder la iniciativa a otros candidatos y exigen "un pacto político" para que el 'expresident' pueda volver a Catalunya sin repercusiones judiciales.

La decisión que tomó el Tribunal Supremo el pasado viernes de mantener en prisión preventiva a Oriol Junqueras enturbia su futuro político y pone el foco más si cabe sobre la decisión de Puigdemont. Dentro de ERC se especulaba con que la eventual salida de la cárcel de su líder lo colocaría en situación de sustituir a Puigdemont si este decidía no volver de Bruselas. Ahora, Junqueras queda definitivamente impedido para participar en primera persona en las negociaciones con JxCat y se dificulta su concurso en la nueva legislatura. Durante la campaña insinuó que podría ceder protagonismo político a Marta Rovira, pero los planes de Junqueras pueden haber cambiado tras ver la actitud de los posconvergentes.

Los grupos independentistas han sacado la calculadora después de las elecciones. Su mayoría absoluta no es holgada: tienen 70 diputados, solo dos por encima de la cifra mágica de 68. Y, además, cinco de su s diputados electos están en Bruselas (Puigdemont y los 'exconsellers' Clara PonsatíLluís PuigToni Comín y Meritxell Serret) y otros tres (Junqueras, Jordi Sànchez y Joaquim Forn) presos en cárceles de Madrid. Si se confirman sus ausencias, la mayoría soberanista en el Parlament y en instituciones como la Mesa podría verse comprometida. Por eso, en los últimos días ha tomado cuerpo la posibilidad de que al menos cuatro de ellos renuncien a sus escaños para asegurar su hegemonía en la Cámara.

Los antisistema fueron unos de los grandes protagonistas de la anterior legislatura. Con diez diputados encabezados por la combativa Anna Gabriel, la CUP condicionó todas las decisiones importantes de los casi dos años de presidencia de Carles Puigdemont: su investidura, los Presupuestos de la Generalitat, el camino hacia el referéndum... Sin embargo, el 21-D los ha dejado con cuatro diputados. sin grupo parlamentario, y con un poder muy diezmado. La CUP no tiene ni siquiera poder de veto: la suma de escaños de JxCat y ERC (66) supera a la de Ciutadans, PSCCatalunya en Comú PP (65), con lo que a los grupos independentistas mayoritarios les bastaría una abstención de los antisistema para sacar adelante sus propuestas.

Los independentistas consiguieron revalidar el 21-D su mayoría absoluta. Sin embargo, no está claro con qué programa gobernarían si finalmente llegan a un acuerdo para renovar su alianza en la Generalitat. Las vías unilaterales han desaparecido de los programas electorales de las principales formaciones: si JxCat hizo una campaña centrada únicamente en la vuelta de Puigdemont y la liberación de los presos, Esquerra hablaba explícitamente de negociación y diálogo. Después de proclamar la república el 27 de octubre del año pasado y no poder implantarla, está por ver qué ofrecerán en esta ocasión los dos partidos independentistas mayoritarios a sus electores.

Carme Forcadell se convirtió en la anterior legislatura en un ariete imprescindible para que triunfaran las tesis independentistas en cuestiones como la interpretación del reglamento de la Cámara. Así que todos los partidos dan una importancia capital a la composición de la Mesa del Parlament, y sobre todo a quién se pone al frente de ese órgano de control. Forcadell continúa deshojando la margarita (quieren que repita, pero está condicionada por su situación procesal), y ERC no quiere oír hablar de alternativas que JxCat pone sobre la mesa en privado, como la de Carles Mundó, al que prefieren tener con las manos libres. Lo único que está claro es que los independentistas van a luchar por mantener su mayoría en la Mesa a toda costa.

La amenaza de que una falta de acuerdo entre los protagonistas políticos provoque una repetición de las elecciones sobrevuela el escenario catalán desde la accidentada investidura de Carles Puigdemont en 2015, pero se ha hecho mucho más real desde que en 2016 las generales tuvieran que dirimirse en esa segunda vuelta. Sin embargo, esa opción parece mucho más lejos ahora que entonces. Por mucho que se enreden en discusiones sobre la Mesa y la presidencia, nadie dentro de los partidos independentistas contempla que no haya finalmente un acuerdo que permita echar a rodar la legislatura. Pero todavía está por ver cómo solventarán el escollo de mantener la mayoría necesaria para ganar las primeras votaciones en el Parlament teniendo a ocho diputados electos que previsiblemente no podrán participar en ellas.

Ciutadans ganó en votos y escaños, pero la mayoría independentista les devolvió a la realidad de la pasada legislatura, que no es otra que volver a liderar la oposición. Pese a vencer, Inés Arrimadas ni se plantea presentarse a la investidura a menos que fracasen los soberanistas (y esta sería meramente simbólica porque no saldría adelante). Tampoco tiene visos de triunfar su intento de presidir la Mesa (su candidato es José María Espejo-Saavedra), por lo que les quedan opciones colaterales para rentabilizar su victoria: ejercer una firme oposición que les permita retener a los votantes prestados por PSC y PPC (haciendo equilibrios entre su liberalismo y las reivindicaciones sociales, al margen de su neto antiindependentismo) y obtener la máxima visibilidad cara al resto de España para consolidar sus expectativas de crecimiento en unas  elecciones al Congreso.

Los dos grandes partidos españoles volverán a tener un papel residual en el tablero catalán. Especialmente el  PP, tras la debacle sufrida. Los populares sueñan con que Ciutadans les ceda un diputado para formar grupo propio, algo poco probable. Una vez se haya formado Govern, el PP tendrá que aclarar cuál es el futuro de Xavier García Albiol, cuyo liderazgo ha quedado cuestionado tras los comicios. El PSC, aunque gana un diputado respecto a la pasada legislatura, no tendrá el papel que esperaba. Eso no impedirá que trate de desplegar su paquete de medidas para la reconciliación, haciendo especial incidencia en materia social. Unas propuestas con las que, de paso, tratará de ahondar en las contradicciones del matrimonio de conveniencia entre ERC y JxCat. Y también para marcar distancias con C’s. 

Los comuns aspiraban a tener la llave de la legislatura, pero al final la aritmética permite que, de momento, no tengan que decantarse entre el bloque de la DUI y el del 155, como los habían denominado en campaña. Xavier Domènech y el resto de sus diputados podrán de esta forma seguir manteniendo la equidistancia y preservar sus dos almas: la de izquierdas y la soberanista.  De momento, como explican desde Catalunya en Comú, esperarán a ver la composición definitiva del nuevo Govern independentista para definir su actuación. Remarán a favor de la recuperación del autogobierno, pero rehuyendo lo que huela a unilateralidad. Además de volver a levantar la bandera del referéndum pactado, tratarán de poner las medidas sociales en el centro del tablero político, el debate en el que se sienten más cómodos.