CONTRACRÓNICA

El Parlament, el tálamo de las infidelidades

La última incógnita por despejar es si el PDeCAT, Convergència de soltera, vuelve a casa como un Cheever tras meses de infidelidades

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Carles Cols

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26 de octubre del 2017, un buen día, como cualquier otro, para aprender a borrar tuits, que se puede. El problema es si no se sabe cómo hacerlo y, ¡ay!, hay que buscar un tutorial en Youtube a la carrera, porque durante esas horas de incertidumbre en que pareció que Carles Puigdemont iba a cortar el cable rojo de la DUI se dijeron cosas muy gordas, algo común en Twitter, cierto, pero lo inusual es que sea fuego amigo el que te mata. Inés Arrimadas, en la extraña sesión del Parlament de la tarde, se lo dijo al ‘president’. “Durante unas horas ha sentido usted el aliento del nacionalismo en la nuca”. Sean todos bienvenidos a otro pretendido día histórico en la Cámara catalana, raro como pocos, no tanto por el debate desde el atril, poco y previsible, sino por los preliminares de la mañana.

Loa preliminares son, eso dicen, tan importantes en el sexo como en una declaración de independencia

Primero, eso, los ‘prelis’, a la hora del almuerzo. Fue como aquel Rembrandt que desde hace 27 años busca el FBI, ‘Tormenta en el mar de Galilea’, un cuadro robado tan mayúsculo como acongojante. Busquen, merece la pena. Fue un tormentón para el frente independentista el hecho de que Puigdemont pretendiera capitular, convocar elecciones. Se abrió el paréntesis para la crítica feroz al que durante meses ha sido compañero a bordo en la travesía. Ha vuelto la Convergència de siempre. Ese era el tono, como si este partido en horas bajas, tanto que ha cambiado de nombre, fuera como el escritor John Cheever, del que Juan Tallón cuenta una deliciosa anécdota en ‘Libros peligrosos’. La señora Cheever, Mary, decía de su esposo que “puede que fuera infiel, puede que fuera un borracho, pero siempre estaba en casa a la hora de la cena”. Vamos, que a mediodía, tras años de parranda, de relaciones extramatrimoniales con Esquerra y la CUP, Convergència volvía a casa. Pues no.

Fue tras esos preliminares que el Parlament abrió sus puertas por la tarde para dos días de sesiones que se supone que culminarán con el levantamiento de la suspensión de la independencia que no se llegó a proclamar el pasado 10 de octubre. Eso dicen que harán. Un galimatías, si, pero así son las cosas. La expectación mediática, otra vez, era de traca. Los ujieres, palabra de honor, hacen ya de urbanos por los pasillos de la Cámara catalana. Cualquier día te multan por adelantar por la derecha. Sin embargo, la sesión no fue espatarrante (una catalanada intraducible en todo su espectro semántico), fue más bien un precalentamiento de voz del 27 de octubre, que se anuncia, esta vez sí, histórico.

La afirmación de que la sesión del 26 no fue excitante merece un inciso. El tema a debate en el hemiciclo era el artículo 155, palabras mayores, pero es que nada más comenzar se supo que Puigdemont no iba a intervenir. Iba a estar presente, pero callado. Muy demacrado, por cierto. Como Cheever cuando volvía a casa, probablemente.

La jornada previa a la DUI no fue, perdón por la catalanada, espatarrante en el Parlament, pero una vez más se llenó hasta la bandera

La sesión le supo a poco a la parroquia periodística. Eso era evidente. A los más jóvenes, la mayoría de los parroquianos, se les puede perdonar tanta exigencia, pero no a los más veteranos, porque ir al Parlament fue durante años, y lo saben, como tomarse un té de adormidera. Las alegrías periodísticas eran pocas. En 1993, por ejemplo, la mayor distracción era hacer quinielas sobre quién era el diputado que escribió una novela erótica, ‘Senyora diputada, senyor diputat’, en la que un imaginario parlamentario de la izquierda, Pere Camprubí, mantenía tórridas coyundas con Maria Belenciaga, de la derecha política, en dependencias del Parlament, que el autor describía con demasiado detalle como para que no fuera obvio que las visitaba a menudo. Nunca se supo quien se escondía tras el seudónimo de Mireia Farrés. Un tipo gordo, se rumoreaba. Nunca se supo, pero el libro tampoco era gran cosa. Este recuerdo cazado al vuelo sirve, en cualquier caso, para resumir cuán distintos son los tiempos actuales, en los que hasta cuesta imaginar un romance entre una ‘indepe’ y un unionista o viceversa, y sirve también, humildemente, para tratar de distender por unos instantes el rumor de fondo de la que, salvo sorpresas, se avecina, la DUI y el paquete del 155. Mañana será otro día. Continuará.